29 de septiembre del 2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Saludos amigos. Hoy, mientras continuamos nuestro viaje a través del libro El Conflicto de los Siglos, veremos el capítulo 23, titulado «Profecías cumplidas». Si es nuevo en esta serie o aún no ha descargado este maravilloso libro, lo invito a obtener su copia gratuita hoy en greatcontroversyproject.org [Insertar: greatcontroversyproject.org].
Como hemos visto en capítulos anteriores, un hombre llamado Guillermo Miller, junto con muchos otros alrededor del mundo, estaba estudiando diligentemente la Biblia, especialmente las profecías de Daniel. Basado en esos estudios bíblicos, él, junto con muchos otros, concluyó que la venida del Señor se aproximaba; de hecho, era inminente.
Al estudiar la línea de tiempo de 2,300 días, la profecía más larga de la Biblia, se dieron cuenta de que hasta ese momento, la profecía se había cumplido justo a tiempo. En 457 a.C. se dio el decreto de Artajerjes para restaurar y reconstruir Jerusalén; Jesús fue bautizado en el año 27 d.C. y crucificado en el año 31 d.C., tal como lo predijo la profecía. Esteban fue apedreado en el año 34 d. C., lo que indica la apertura del Evangelio a los gentiles. Esto también ocurrió en el momento exacto indicado en la profecía.
Al repasar el versículo clave de Daniel 8:14, estaban seguros de que también se cumpliría justo a tiempo. “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.”
Contando nuevamente desde el decreto de Artajerjes para restaurar y reconstruir Jerusalén en el 457 a.C., llegaron a la asombrosa conclusión de que el fin de esta profecía de tiempo llegaría en 1844 d.C.
Siguiendo la creencia común de la época, de que la Biblia aquí se refería a la tierra como el santuario a ser limpiado, concluyeron que debía significar que Cristo vendría y limpiaría la tierra con fuego. Creían que esto tendría lugar en la primavera de 1844.
Cuando Jesús no vino en ese momento, muchos quedaron profundamente decepcionados. Algunos cayeron en el fanatismo y, como se describe en El Conflicto de los Siglos, “rechazaron la Palabra de Dios como guía infalible, y pretendiendo ser dirigidos por el Espíritu, se abandonaron a sus propios sentimientos, impresiones e imaginación” (CS 392).
Amigos, cuando rechazamos la Palabra de Dios como nuestra luz guía y, en cambio, dependemos de nuestros propios sentimientos e impresiones, podemos extraviarnos fácilmente.
Afortunadamente, entre los primeros creyentes adventistas, hubo algunos que continuaron escudriñando las Escrituras, «examinando de nuevo las pruebas de su fe, y estudiando detenidamente las profecías para obtener más luz. El testimonio de la Biblia en apoyo de su actitud parecía claro y concluyente… Y aunque los creyentes no podían explicar el chasco que habían sufrido abrigaban la seguridad de que Dios los había dirigido en lo que habían experimentado. CS 389).
Mientras continuaban orando y estudiando fervientemente, los creyentes fueron guiados a pasajes alentadores, como Habacuc 2:3,4: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.” y Ezequiel 12:21, 25: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, ¿qué refrán es este que tenéis vosotros en la tierra de Israel, que dice: Se van prolongando los días, y desaparecerá toda visión?… Porque yo Jehová hablaré, y se cumplirá la palabra que yo hable; no se tardará más, sino que en vuestros días… hablaré palabra y la cumpliré, dice Jehová el Señor.»
Otro pasaje reconfortante de las Escrituras para estos fieles creyentes se encontró en la parábola de las Diez Vírgenes registrada en Mateo 25. Al estudiar este pasaje, se dieron cuenta de que, al igual que en la parábola, parecía haber un retraso en la venida del Señor. Sin embargo, estaban decididos a no perder la esperanza, sabiendo que Su Palabra se cumpliría.
Pero quizás uno de sus descubrimientos más importantes se produjo cuando se dieron cuenta de que el decreto de Artajerjes, que constituía el punto de partida para el período de 2300 días, entró en vigor en el otoño del 457 a.C.; no a principios de año, como habían pensado anteriormente. Teniendo esto en cuenta, se dieron cuenta de que el cumplimiento de esta profecía tendría lugar en el otoño de 1844, en lugar de en la primavera.
Al darse cuenta de esta importante comprensión, los creyentes estudiaron aún más profundamente. Mientras continuaban examinando las Escrituras, se dieron cuenta de que los tipos relacionados con el primer advenimiento de Cristo se habían cumplido exactamente en el día especificado. También vieron cómo los tipos del Antiguo Testamento señalaban el otoño como el momento en que debía tener lugar el evento representado por la «limpieza del santuario». Los creyentes entonces comprendieron que de la misma manera, los tipos relacionados con la segunda venida deben cumplirse en el tiempo señalado en el servicio simbólico del santuario.
Según el sistema mosaico, la purificación del santuario, o el gran Día de la Expiación, ocurría el décimo día del séptimo mes judío, como se describe en Levítico 16:29-34. Por lo tanto, concluyeron, Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, aparecería en ese día de Expiación para purificar la tierra destruyendo el pecado y a los pecadores, y para bendecir con inmortalidad a Su pueblo que espera.
En el año 1844, el décimo día del séptimo mes del calendario judío cayó el 22 de octubre. Con gozosa solemnidad los creyentes adventistas concluyeron que éste, efectivamente, sería el día en el que esta profecía se cumpliría y Jesús vendría.
Aunque malinterpretaron el acontecimiento que iba a tener lugar, estos cuidadosos estudiantes de la Biblia acertaron absolutamente al calcular el cronograma de la profecía. Algo asombroso comenzó el 22 de octubre de 1844, que pronto terminará, y entonces vendrá Jesús.
Hablaremos más sobre este evento tan relevante en los próximos videos, pero al considerar estos asuntos importantes, los invito a orar conmigo ahora mismo.
Padre Celestial, gracias por las profecías de los libros de Daniel y Apocalipsis, las profecías que son tan claras y precisas. Te damos gracias porque a través de los siglos todo se ha cumplido según las profecías en el tiempo asignado.
Y ahora, como estamos en el fin de los tiempos, sin más profecías de fechas específicas, nos damos cuenta de que el pronto regreso de Jesús es inminente.
Señor, nos apoyamos completamente en ti, en tu gracia, en tu justicia. En tu justicia justificadora, en tu justicia santificadora, para ayudarnos a llegar a ser cada vez más como Jesús, mientras esperamos que pronto llegue. Gracias por escucharnos en esta oración. En el nombre de Jesús, lo pedimos. Amén.