John Graz, exsecretario general de la Asociación Internacional de Libertad Religiosa, analizó la influencia y el legado de San Agustín sobre la persecución religiosa. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Experto adventista comparte lecciones de la vida y pensamiento de San Agustín.

14 de septiembre de 2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Marcos Paseggi, Adventist Review

Agustín de Hipona (354–430, d. C.) dejó un legado indiscutible, dijo John Graz, exsecretario general de la Asociación Internacional de Libertad Religiosa (IRLA), en una presentación durante el reciente IX Congreso Mundial de la IRLA en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos.

San Agustín suele ser descrito como uno de los pensadores más significativos después del apóstol Pablo. Influyó en otros pensadores cristianos tales como Anselmo, Tomás de Aquino, Martín Lutero y Juan Calvino, añadió. En su presentación del pasado 22 de agosto, Graz reflexionó en la posición cambiante de San Agustín respecto de la libertad religiosa, lo que lo llevó a pasar de defender la tolerancia a apoyar la persecución de los disidentes.

“San Agustín experimentó la tensión entre la aspiración a la libertad y la realidad impuesta por las autoridades religiosas de su tiempo”, dijo Graz. “Pero lo que tenemos que preguntarnos es, ¿cómo fue que un hombre de su estatura pasó de oponerse a la persecución a justificarla? ¿Por qué terminó recibiendo el infame título de teórico de la Inquisición?”

Ganoune Diop, actual secretario-general de la IRLA (derecha), presenta a su predecesor, John Graz, durante el IX Congreso Mundial de la IRLA en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos, el pasado 22 de agosto. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

En los siguientes minutos, Graz procuró brindar el trasfondo de ese cambio.

Basado en principios bíblicos

En sus primeros años, San Agustín promovió un enfoque pacífico y defendió los principios cristianos de los primeros siglos, contó Graz a los asistentes al congreso. Explicó que el principio había sido delineado por Lactancio, un consejero de Constantino, quien había escrito: “La religión es una cuestión de la voluntad. No puede imponerse por la fuerza […]. No hay unión posible entre la verdad y la violencia, entre la justicia y la crueldad”.

Aun si la conversión de los herejes es una obligación moral, en un comienzo, San Agustín afirmó que tenía que ser llevada a cabo por medio de la discusión y la demostración de manera pacífica, dijo Graz. Pero desafortunadamente, añadió, esa posición abierta no duraría por mucho tiempo.

John Graz (derecha) presenta mientras Elijah Brown, secretario general de la Alianza Bautista Mundial; y Karnik Doukmetzian, asesor legal general de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, lo escuchan. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Forzar los resultados esperados

Con el tiempo, cuando San Agustín descubrió que un espíritu de apertura no producía los resultados esperados, vio que, por medio de la violencia y la sanción por parte de las autoridades, algunos herejes estaban regresando a la Iglesia Cristiana, dijo Graz. Después de ser testigo de que la coerción en efecto podía traer a las personas de regreso a lo que él creía era lo correcto, San Agustín escribió: “La experiencia nos ha mostrado una vez más que el temor y el dolor han sido beneficiosos para que muchos sean instruidos o practiquen lo que ya habían aprendido”.

Graz explicó que, a partir de allí, “la coerción llega a ser para [San Agustín]
ained that from then on, “coercion becomes for [Augustine] a means for finding the truth and consequently salvation. The end justifies the means.” He added, “This is a sure step to crossing a red line. It leads to the cancellation of people’s rights in general and freedom of religion or belief in particular.”

La coerción como “acto de amor”

Desafortunadamente para la libertad de conciencia y la libertad religiosa, San Agustín comenzó a tratar de justificar la coerción, llamándola “un acto de amor”. “¿Cuál es, entonces, la función del amor fraternal?” escribió. “¿Será que, porque teme los fuegos temporarios del horno para unos pocos, abandona a todos a los fuegos eternos del infierno?”

“El alejamiento gradual de San Agustín de las enseñanzas de Jesús, los apóstoles, y los Padres de la Iglesia son lecciones que tenemos que aprender”, dijo John Graz. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Al mismo tiempo, explicó Graz, la justificación de la coerción implica límites inspirados por el amor. San Agustín pidió a las autoridades civiles que no ejecutaran o torturaran a los herejes. “Nuestro deseo es que la justifica sea satisfecha sin quitarles la vida o mutilar sus cuerpos en parte alguna”, escribió, según Graz.

Los críticos de San Agustín en sus días le recordaron que un pensamiento tal implicaba negar la postura de Jesús, los apóstoles, y hasta el apóstol Pablo, quien jamás llamó a usar la fuerza pública para perseguir a sus opositores. ¿Cómo respondió San Agustín a esas objeciones? Replicó que, en los días de los apóstoles, los príncipes y el imperio no eran cristianos, contó Graz. Ahora sí lo eran, por lo que se esperaba que se pusieran a sí mismos al servicio de la iglesia, para preservar la unidad y la verdad.

Socios con el Estado

El historiador y periodista estadounidense James Carroll escribió que “fue el Agustín del último período que, ya sin depender de la fuerza de la razón, justificó el uso de la coerción en defender, y propagar, la fe ortodoxa”.

Un asistente al IX Congreso Mundial de la IRLA solicita una aclaración después de las presentaciones del pasado 22 de agosto. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Justificar la persecución es una cosa, dijo Graz. Pero San Agustín fue aún más allá al animar a las autoridades civiles a que corrigieran a los herejes. “Asociarse con el Estado para perseguir a los así llamados herejes, a las voces disidentes, como resultado de su lealtad a la conciencia, ha plagado la historia de la iglesia medieval desde San Agustín”, dijo.

Las mejores intenciones no son suficientes

Graz enfatizó que no alcanza con tener las mejores intenciones para proteger los derechos de cada persona a la libertad de conciencia y la libertad religiosa. En el caso de San Agustín, “[su] alejamiento gradual de las enseñanzas de Jesús, los apóstoles, y los Padres de la Iglesia son lecciones que tenemos que aprender”, dijo Graz. “Su ejemplo es bueno para nosotros. Nos enseña que el bien, y aun las mejores intenciones de los seres humanos y la sociedad, no son criterio de libertad y menos aún de la verdad”.

Traducción de Marcos Paseggi

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