21 de enero de 2024 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Merle Poirier, Adventist Review

Contar la historia de la Review es revelar la historia de un movimiento y de las personas que dieron su vida en favor de esta causa, porque todo ello está inextricablemente entrelazado. Jaime White nació dentro de una familia campesina en Maine, en 1821. Jaime fue un niño enfermizo; una enfermedad hizo que sus ojos sufrieran de estrabismo. Mientras trataba de asistir a la escuela, todos sus esfuerzos por aprender a leer fueron vanos. Eventualmente fue enviado a casa a trabajar en la granja.

Jaime White era entonces un jovencito granjero fornido de poco más de 1.8 metros de estatura, que era de gran apoyo para su padre en el campo. Milagrosamente, en los últimos años de su adolescencia dejó de padecer estrabismo y, a los 19 años se inscribió a sí mismo en la escuela local. Este alto y musculoso adolescente seguramente se veía raro sentado entre los otros estudiantes más pequeños; pero ahí estaba, determinado a reponer lo mejor posible el tiempo perdido. Su tenacidad, revelada más tarde como fuerte rasgo de su personalidad, lo hizo terminar toda su educación elemental en 12 semanas. Al final del periodo escolar, el maestro no solo le entregó un certificado de estudios terminados, sino uno que declaraba que ¡estaba calificado para enseñar!

El año siguiente, Jaime White comenzó a trabajar como maestro de escuela. Se inscribió además en una escuela metodista para terminar su educación secundaria, en donde pasó 29 semanas con su vista puesta en la universidad. Cuando le faltaba solamente un semestre para terminar su curso, su vida experimentó un inesperado vuelco. Poco sabía entonces que este sería el fin de su educación formal, de menos de un año de duración.

Una reunión adventista en 1842 lo convenció de que Jesús estaba por regresar muy pronto y se comprometió a hacer su parte para alertar a otros. Empeñado en un circuito de predicación en Maine, Jaime viajó durante los calurosos días de verano y los fríos de invierno, vistiendo a veces solamente una delgada chaqueta y cabalgando sobre un enfermo y cansado caballo. Viajó de un edificio de escuela a otro, en donde en cuatro meses se informó que 1,000 personas se habían unido al movimiento por causa de sus esfuerzos.

Conoció luego a Ellen Harmon, una joven poseedora de un don profético. Él creyó en sus visiones y la acompañó de lugar en lugar, hasta que empezaron a circular rumores de que lo que estaban haciendo era deshonroso. Ella lo necesitaba a él y él a ella, así que la solución más obvia era contraer matrimonio, lo cual hicieron en 1846. En 1848, su esposa le dio el mensaje enviado por Dios, de que debía publicar un “pequeño periódico”. Ya en el verano 1849, lo encontramos meditando en el mensaje a escribirse en la pequeña publicación a la que llamaría La Verdad Presente.

La carga de la publicación

No era fácil. Jaime White no era solo el escritor, sino también el publicador y el jefe de producción y envío. Caminatas de casi 13 kilómetros solo de ida, era lo requerido para llevar el material a la imprenta en Middletown, Connecticut, con viajes subsecuentes para traer la publicación de regreso a Rocky Hill. Allí, el pequeño grupo oró por esas primeras 1,000 copias, luego las dobló y rotuló a mano, con Jaime White de nuevo caminando los casi 13 kilómetros para depositarlas en el correo.

Eventualmente, La Verdad Presente dio lugar a una publicación revisada y con un nuevo nombre, la Second Advent Review and Sabbath Herald (Revista del segundo advenimiento y heraldo del sábado), con la nueva intención de esparcir la verdad adventista de la observancia del sábado. Se distribuía en forma gratuita, pero se animaba a los lectores a dar lo que pudieran. La carga financiera y algunas veces las cartas de crítica enviadas por algunos lectores amenazaban frecuentemente con poner un alto a su publicación. En seis ocasiones, Jaime White se prometió poner fin a la publicación; pero en cada ocasión Dios intervino y se le dijo que debía continuar.

En 1851, el matrimonio White se mudó a Saratoga Springs, Nueva York, llevándose con ellos el negocio de la publicación. Una joven llamada Annie Smith envió un poema para su publicación. Intrigado, Jaime White le ofreció una posición en el periódico. La joven Smith manejaría el periódico, permitiéndoles a Jaime y Elena White viajar en circuitos de predicación. Pero la carga de la publicación le pasó su factura a Jaime White.

“Todos estamos perfectamente, menos yo. No puedo resistir por más tiempo el doble trabajo de viajar y dirigir el periódico. El miércoles pasado trabajamos por la noche hasta las dos de la madrugada, plegando y envolviendo el No. 12 de la Review and Herald. Después estuve en la cama tosiendo hasta el amanecer. Rogad por mí. La causa prospera gloriosamente. Quizá el Señor ya no tendrá necesidad de mí y me dejará descansar en el sepulcro. Espero quedar libre del periódico. Lo sostuve en circunstancias completamente adversas y, ahora que tiene muchos amigos, lo dejaré voluntariamente con tal que se encuentre quien lo dirija. Espero que se me abra el camino. Que el Señor lo guíe todo”.1

“U. S.”

Ese alguien se encontró en la persona de Uriah Smith, quien en 1853, a la edad de 21, vino a trabajar para la oficina de la Review. Su primer trabajo fue aprender a operar la prensa manual. Para 1854, era un miembro de la comisión publicadora y se le habían añadido las labores de corrector, empleado de correspondencia, empleado de envíos, tesorero, cajero, contador, y algunas veces, editor. En 1855, después del traslado a Battle Creek, Míchigan, Jaime White renunció a su función por causa de mala salud. Uriah Smith se convirtió en “editor residente” a los 23 años, con cinco “editores corresponsales”—J. N. Andrews, James White, J. H. Waggoner, R. F. Cottrell y Stephen Pierce.

“No he entrado a tomar esta posición por facilidad, comodidad o ganancia mundanal, porque he visto a través de mi conexión hasta ahora con la Review, que ninguna de estas cosas podía encontrarse aquí. Pero hay cargas que deben sobrellevarse, hay sacrificios que deben hacerse y se vuelven uno mismo a la luz de la verdad presente, haciendo voluntaria y alegremente lo que podemos en la causa de Dios”, escribió Uriah Smith en su primer ejemplar como editor (conocido durante los siguientes 50 años como “U. S.”).2

Al principio, la labor de editor fue estrictamente voluntaria. Jaime White resumió ese papel en 1856, al escribir sobre Uriah Smith:

“Todo se vuelve prisa, prisa y prisa con el editor. El editor no tiene tiempo para descansar o para sentirse alegrado y animado por la visita de amigos cristianos y poder contemplar nuevos escenarios; sino que debe encerrarse en su tarea y volverse pálido y apresurado en su camino a la tumba. Uno que ha servido por cinco años y que apenas escapó con su vida de la tumba y que ahora (habiéndose retirado de su puesto editorial) está recuperando rápidamente su salud y su pasada libertad de espíritu; [este Uno], puede saber lo que siente nuestro presente editor, al conocer sus preocupaciones, su confinamiento, sus sacrificios, mientras se encierra a cumplir sus deberes quince horas de las veinticuatro”.3 Tres años más tarde, a Uriah Smith se le pagaban como editor US$ 5 a la semana. Jaime White reanudó su labor editorial en 1861, sirviendo como tal hasta 1864, cuando nuevamente aligeró su carga de trabajo al regresarle el puesto editorial a Uriah Smith. Este vaivén de un lado a otro entre los dos, continuaría hasta el fallecimiento de Jaime White en 1881.

1 Jaime White a Stockbridge Howland, 20 de febrero de 1852, en E. G. White, Notas biográficas de Elena G. White, (Miami, Florida.: Asociación Publicadora Interamericana, 1994), p. 155.1

2 Review and Herald, 4 de diciembre,1855.

3 Review and Herald, 11 de diciembre, 1856.

Traducción – Gloria A. Castrejón

 

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