La consumación de la esperanza de la iglesia

19 de febrero de 2024 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Jaime White

Este es un extracto de un artículo publicado en la Revista Adventista y Heraldo del Sábado el 29 de noviembre de 1877, en el cual Jaime White advierte en contra de especulaciones en torno a  profecías no cumplidas, refiriéndose específicamente a aquellos que estaban promoviendo una perspectiva muy particular en relación con Turquía y los eventos finales (en términos de “the Eastern question” —la cuestión del oriente). —Editores de la Adventist Review.

La Biblia nos fue dada como una lámpara a nuestros pies y una lumbrera a nuestro camino.* Fue diseñada en beneficio de la gente en este mundo y no en el próximo. Es la segura Palabra profética que brilla en la oscuridad de este mundo. No fue diseñada para los ángeles o para santos inmortales. Por lo tanto, no tenemos que esperar hasta que estemos en el cielo para poder entender lo que Dios ha revelado en su Palabra. La Biblia es lo que Dios ha revelado al hombre y, si el hombre no la entiende, es porque no escudriña sus páginas como debería hacerlo, o porque no vive tan cerca de él como debiera, de manera que pueda entender lo que el Señor ha revelado. Decir que la Biblia fue dada para ser entendida —¿y quién podría negar esta simple proposición?—, es una cosa; pero decir que entendemos cada capítulo y cada versículo de la Biblia, es otra cosa muy distinta.

El estudiante de la Biblia puede entender las profecías cumplidas. La profecía es historia por adelantado. El estudiante de la Biblia puede comparar la historia con la profecía y encontrar que encuadra completamente, como el guante en la mano para la que ha sido hecho. Pero, en la exposición de la profecía todavía no cumplida, cuando la historia al respecto todavía no se ha escrito, el estudiante debe exponer sus proposiciones en forma no tan positiva, no sea que se vea perdido en el terreno de la fantasía.

Hay algunos que piensan más en la verdad futura que en la verdad presente. Pueden ver muy poca luz en el sendero por el que caminan; pero piensan que ven gran luz delante de ellos.

Las posiciones que se toman respecto a la cuestión del Oriente se basan en profecías que todavía no han llegado a cumplirse. Y aquí debemos andar con sumo cuidado y tomar posiciones muy cuidadosamente, no sea que se nos encuentre removiendo los fundamentos firmemente establecidos del mensaje adventista. Se podría decir que hay un consenso general en cuanto a este tema y que todos los ojos están puestos en la guerra que está llevándose a cabo entre Turquía y Rusia, como el cumplimiento de esa porción de la profecía que proporcionará gran confirmación de fe en el pronto gran clamor y término de nuestro mensaje. Pero ¿cuál será el resultado de esta positividad en cuanto a profecías todavía no cumplidas si las cosas no salen como confiadamente se esperan?, esa es una angustiosa pregunta.

Las guerras, pestilencias, hambrunas y terremotos, no son las señales más seguras del fin. Todo eso ha existido siempre. Podemos tal vez tener guerra y entonces paz; pestilencia y entonces salud; hambruna y entonces lo suficiente; terremotos y entonces las entrañas de la tierra pueden permanecer quietas; pero el mensaje del tercer ángel se da una vez. El progreso de esta obra en cumplimiento de la profecía es la luz más elevada y más brillante que resplandece en los cielos religiosos. Aquellos que dirigen su mirada a la cuestión del Oriente quedarán probablemente decepcionados; pero podemos cargar todo nuestro peso sobre el último mensaje, sin temor a desilusionarnos. Al ver ahora que nuestro amplio mensaje mundial se extiende a las naciones, podemos ver el cumplimiento de la profecía y la señal más clara de la terminación de la obra y la consumación de la esperanza de la iglesia.

  1. W.

* J[aime] W[hite], “Unfulfilled Prophecy” (Profecía no cumplida) Advent Review and Sabbath Herald (Revista adventista y heraldo del sábado), 29 de noviembre de 1877, p. 4.

Jaime White
Jaime White (J.W.) fue el fundador de la Review y prestó sus servicios como editor en forma intermitente entre 1849 y 1881.

Traducción – Gloria A. Castrejón

 

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