Cuando su mundo como cantante parecía derrumbarse, decidió mantener su confianza en Dios.
26 de febrero de 2024 | Australia | Juliana Muniz, Adventist Record
Casi cuatro años atrás, el mundo de la cantante de música clásica, Jacqueline Ward, parecía estarse derrumbando. Después de una vida dedicada a la música, su voz de soprano, descrita por The Courier-Mail como “miel escurriendo por cristal”, fue silenciada por un accidente mayor de tránsito. Las lesiones sustentadas eran de tono severo —fracturas de carácter espinal, de pecho y de piernas—, las cuales la llevaron a varios meses en silla de ruedas y a un doloroso proceso de aprendizaje para volver a caminar.
La recuperación de sus movimientos corporales requería de esfuerzo y dedicación, pero la de su voz representó la parte más desafiante y crucial dentro de su jornada de regreso a los escenarios —una que ciertamente requería de una esperanza enraizada profundamente en su fe en Dios.
Antes del accidente, Jacqueline Ward estaba obteniendo grandes logros dentro de su carrera musical. Después de haber ganado el Concurso de Canto Australiano a los 17 años, siguió en pos de su pasión, estudiando música en la Universidad Avondale y llevando adelante más tarde estudios de posgrado en el Conservatorio de Música de Sídney.Después de la grabación de un álbum en 2016, su talento trascendió las fronteras internacionales, con actuaciones en los Estados Unidos, Europa y el Reino Unido.
Aquella pausa inesperada a su ascendiente carrera fue un golpe brutal en su experiencia. “Me encontraba a mitad de mis estudios de maestría cuando ocurrió el accidente y, con una larga jornada de recuperación por delante y el cuidado de un bebé afectado por el trauma, tuve eventualmente que desistir. Varias orquestas en Sídney le habían contratado como solista y todos esos compromisos tuvieron que ser cancelados debido a los daños sufridos”, recuerda la cantante.
El segundo golpe recibido fue un segundo aislamiento forzoso debido al COVID-19, lo cual retrasó todavía más su reentrenamiento, coincidiendo además con nuevas tragedias personales, incluyendo la pérdida de su segundo hijo.
Después de soportar tantos desafíos, Jacqueline Ward y su familia sintieron la necesidad apremiante de un nuevo comienzo. En busca de paz y de una nueva perspectiva, dejaron atrás el bullicio de Sídney por la tranquilidad del campo, viviendo en Tasmania.
“Representó para mí una gran desilusión y dolor abandonar todas esas cosas; pero confié en Dios, sabiendo que algunas veces cierra algunas puertas y que también abre otras puertas cuando su tiempo es llegado y me ha hecho crecer hasta llegar a estar lista al respecto”, dijo. Esta fe fue el factor decisivo en la recuperación de la cantante y de su regreso al mundo de la música.
El regreso a los escenarios ocurrió en 2023, cuando Jacqueline actuó con una prestigiosa orquesta de música antigua de Tasmania; la Banda de Van Diemen. Muy pronto después de esta ocasión, sucedió un hecho clave y fundamental al ganar el Hobart Eisteddfod, un notable concurso de interpretación musical de todo Australia. Inscribiéndose en seis categorías, Jacqueline Word ganó cinco de ellas, incluyendo la sección de música sacra en la cual cantó un aria acerca de la belleza del Edén y la tierra, de la obra La Creación, de Franz Josef Haydn.
Para la largamente silenciada soprano, las victorias del concurso Eisteddfod fueron un regalo de Dios después de tantas pérdidas. “Me sentí tan emocionada de regresar al escenario y muy animada por los triunfos de Eisteddfod. Sé bien que aunque algo sea objetivamente malo, Dios puede hacer que brote bien de ello, como se expresa en Romanos 8:28. La confianza en Dios ha sido una sólida ancla para mí a través de toda esta difícil experiencia.
Actualmente y, ya completamente recuperada, la cantante Jacqueline desea compartir su talento con los demás. “Mi objetivo es viajar por todo el país como solista interpretando música clásica sacra; tal como el amado Mesías de Handel para orquesta y coro y dar recitales como solista que puedan elevar a las audiencias”, dijo.
La versión original de esta noticia se publicó en Adventist Record.
Traducción – Gloria A. Castrejón