Las cosas no siempre ocurren en la forma como pensamos que deberían ocurrir.

18 de noviembre de 2024 | Tennessee, Estados Unidos | Nelson Silva para Adventist Review

¡Un momento! ¿En dónde está mi my pasaporte? Solamente segundos antes les había pedido a los jóvenes adultos misioneros que estaban conmigo, que revisaran si tenían listo su pasaporte. Mi pasaporte no estaba donde yo pensaba que debía estar. Busqué frenéticamente en todo sitio de mi mochila sin poder encontrarlo. Los 13 de nosotros estábamos a punto de abordar el autobús que nos llevaría al Aeropuerto Internacional Las Américas, después de una semana de evangelización en Santo Domingo, República Dominicana.

“¡No puedo encontrar mi pasaporte!”, le anuncié al grupo. El pastor Rondon oró. “¿Qué puedo hacer para ayudar?”, preguntó un miembro del equipo. “¿Vamos al apartamento a buscarlo?”, sugirió alguien más. “¿En dónde está tu equipaje?”, preguntó todavía otro joven misionero. Muy pronto cada uno estaba ocupado buscando mi pasaporte.

Minutos más tarde, el grupo volvió a reunirse. El informe se hizo presente. “No está en el apartamento”. El pastor envió un mensaje de texto. “Delta Airlines no está contestando”, dijo otro joven misionero. “Otro sugirió: “Tienes que ir a la embajada de los Estados Unidos”.

“Yo conozco a una persona que trabaja en la embajada de Estados Unidos”, irrumpió inesperadamente la Sra. Rebeca. “Estoy hablando con él ahora mismo”. Hizo una pausa para escuchar a la otra persona que tenía en línea. “Dice que hoy es Juneteenth (Día de la emancipación), así que está cerrada la embajada”,

Al aeropuerto

“¿Cuándo fue la última vez que viste tu pasaporte?” ¡Una buena pregunta! ¿Cuándo fue la última vez que vi mi pasaporte? Generalmente lo mantenía en el bolsillo interior de mi suéter de viaje que no había necesitado en el calor húmedo de 32 grados en Santo Domingo. Así que, ¿en dónde estaba mi suéter?

No había tiempo que perder. Tal vez mi suéter estaba en el aeropuerto. La mejor opción era llegar al aeropuerto lo más pronto posible para buscarlo. Nos fuimos al aeropuerto en diferentes vehículos. La Sra. Rebeca estaba todavía enfrascada en una conversación telefónica, mientras que su esposo, el pastor Rondon, se ocupaba en sostener una fuerte y entusiasta discusión de intercambio de ideas con el conductor del autobús. ¡Cada uno tenía una opinión acerca de lo siguiente que debía hacerse!

La Sra. Rebeca me pasó su teléfono para que hablara con el representante de la embajada estadounidense. El cortés y servicial agente tomó mi información y programó una cita con la embajada para el día siguiente. Entonces la Sra. Rebeca se acordó que conocía a alguien que trabajaba en el aeropuerto. Lo llamó y le pidió que iniciara la búsqueda del suéter perdido. La persona le llamó unos minutos más tarde: “Lo siento”, dijo. “Nadie ha encontrado el suéter”.

Mientras disminuían las posibilidades de encontrar el suéter, mi familia allá en casa estaba orando, la familia de mi asociación también oraba y cada uno en Santo Domingo, que sabía de la situación, oraba también.

El pastor Rondon, tratando de fortalecer mi fe, me contó una historia. “Hace algunos años”, dijo, “una mujer procedente de New York visitó Santo Domingo. Había perdido su pasaporte y, como tú, no se dio cuenta de ello hasta unos minutos antes de salir rumbo al aeropuerto. Llena de fe, se dirigió al aeropuerto. Antes de acercarse al mostrador, reunió a toda la gente que no conocía de su alrededor y oró. Cuando terminó de orar, alguien se le acercó con su pasaporte. ¡Un milagro ciertamente!”

Bueno, conmigo no ocurrió ese milagro. No pudo encontrarse ni el suéter ni el pasaporte. Abracé como despedida a los miembros del grupo y entonces regresé a la oficina de la asociación con los esposos Rondon.

Mi historia

Elena G. White dice que “nuestro Padre celestial tiene, para proveernos de lo que necesitamos, mil maneras de las cuales no sabemos nada”. * Durante la semana de evangelización, había proclamado que conocer a Dios es todo en la vida (ver Juan 17:3). Dije también que Dios es indescriptible, poderoso, presente y amante y que, por lo tanto, podíamos confiar en él. Que él conoce el fin desde el principio y tiene siempre en mente nuestro mejor interés. Ahora era tiempo de practicar lo que había predicado.

Me gustaría poder decir que las cosas se pudieron resolver rápidamente y sin mucho drama; pero eso estaría muy lejos de la verdad. El siguiente día la embajada de Estados Unidos estaba cerrada por ser día administrativo; casi pierdo 300 dólares a manos de un estafador telefónico que me prometía ayuda y me perdí una importante junta en mi trabajo. Peor todavía, al día siguiente celebraba mi 20° aniversario de bodas. ¡Tenía que poder regresar a casa!

En el día de mi cita en la embajada, me levanté y estuve listo para salir a las 6:00 a.m.; pero el pastor iba con retraso. “Deja el equipaje”, me indicó en un mensaje telefónico; y luego apareció en un Uber. Esta no es una buena señal, pensé.

El tráfico estaba inusualmente intenso. No parecía muy promisorio el hecho de llegar a tiempo a mi cita de las 7:00 a.m. Cuando finalmente llegué a la embajada estadounidense, el guardia me pidió que le mostrara una copia impresa de mi cita. “Señor”, le respondí titubeante. “me dijeron que mi nombre estaría anotado ahí, ¿podría revisar por favor?” Finalmente me dejó entrar al edificio —¡Había encontrado mi nombre! Pero había por lo menos 20 personas antes de mí.

Cuando al fin me llamaron, el amigable cónsul, después de hacerme varias preguntas, notó el logo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en mi camisa. “¿Es usted un misionero?”, me preguntó.

“Sí, señor. Lo soy”

“Generalmente entregamos los pasaportes de emergencia a las 2:00 p.m.”, continuó diciendo. “¿Cuándo es su vuelo de regreso a casa?” Le dije que esperaba alcanzar el vuelo de las 3:00 p.m. a Atlanta esa tarde. “Vamos a ver qué puedo hacer”, respondió, al dejar rápidamente la ventanilla. ¡Oré con todas mis fuerzas! Señor, ayúdame por favor! “Sr. Silva”, exclamó el cónsul a su regreso, “¡logré apresurar los trámites para su pasaporte de emergencia! Simplemente espere aproximadamente unos 20 minutos y podrá ponerse en camino”.

Estaba encantado de recibir las buenas noticias después de tres días de desilusiones. La familia Rondon había sido de excepcional ayuda e increíblemente hospitalaria; pero no deseaba imponer mi presencia sobre ellos un día más. Además, mi esposa me estaba esperando en casa, ¿Será que podía obtener un pase de embarque a escasas tres horas antes del vuelo?

Gracias a Dios, la empleada en el mostrador de Delta fue particularmente servicial. Después de muchos intentos fallidos para encontrar un vuelo, finalmente me comunicó: “Puedo ponerlo en Atlanta sin costo adicional, pero no puedo garantizar que llegue a Nashville esta noche. Todos los vuelos están llenos”.

“No hay problema”, le dije alegremente. “Póngame en Atlanta y trataré de negociar el resto”.

Dios me permitió llegar a casa para mi veinteavo aniversario de bodas. “Porque mis pensamientos no son los de ustedes ni sus caminos son los míos, afirma el Señor” (Isaías. 55:8, NVI). Pude tener una experiencia con Dios en esa viaje, en formas que no me esperaba.


* Elena G. White, El Deseado de todas las Gentes Publicaciones Interamericanas, División Hispana de la Pacific Press Pub. Assn. (Mountain View, California, 1955), p. 297.

Nelson Silva, D.Min., es director asociado de jóvenes en la Asociación Kentucky-Tennessee.

Traducción – Gloria A. Castrejón

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