Celebrando los regalos de Dios de la familia y el sábado

18 de mayo de 2024 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Charles Evans

Si fuera a mencionar un tiempo del año en que la felicidad pareciera dispararse hasta las nubes, cuando las familias ponen a un lado sus diferencias, cuando los vecinos son más solícitos y amables y en el que pareciera que todos nos esforzamos por ayudar, esa temporada del año sería sin duda la época navideña.

Y sin embargo, hasta para el más casual observador, es muy claro que la temporada navideña se ha comercializado mayormente y las motivaciones para hacer bien se han vuelto, como mínimo, un tanto dudosas. Pero, no puedo negar el gozo que me proporciona la visita de miembros de la familia de otros sitios o países a los cuales han emigrado para trabajar y establecer sus propios capítulos familiares. No puedo negar lo emocionante y a veces incitante de las historias escuchadas; el entusiasmo de participar en juegos desafiantes mientras nos apiñamos en la abarrotada sala de estar o en el comedor y el eventual recurso al que hay que acudir, de camas improvisadas para acomodar a cada uno. Pienso que independientemente de cuál sea la convicción religiosa, no se puede negar la alegría de estar en familia. Esta crónica familiar es no solamente un gran material de lectura, sino que es una a la que todos llegamos a contribuir también.

Me pregunto: ¿Es la Navidad la que es significativa, o lo son la familia y los amigos con los que la compartimos? Creo realmente que es esto último, porque los recuerdos entrañables de mi infancia no se limitan a este tiempo del año. Recuerdo con gran cariño los divertidos días cuando llovía por largos periodos y nos reuníamos dentro de la casa para jugar juegos y cantar nuestras melodías favoritas. ¿Y qué lo hacía divertido? —la familia.

El regalo de Dios de familia y amistad

Tal vez ustedes se pregunten ahora qué tenía Dios en mente cuando estableció la familia. Dios nos creó con la capacidad de experimentar la felicidad y el gozo, emociones que se evocan cada vez que la familia se reúne en actividad armoniosa. Ninguna de estas cosas es por casualidad; sino que es consistente con el concepto de que “toda buena dádiva y toda perfecta bendición descienden de lo alto” (Santiago 1:17). Como Dios mismo declara en Jeremías 29:11: “Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Nuestro Dios es un Dios de relaciones y fuimos hechos a su semejanza (cf. Gén. 1:26).

Recuerdo bien cuando llegué a ser adventista del séptimo día. Fue un tiempo muy especial para mí. Mi mejor sueño obtenido en la semana era el viernes de noche. El tiempo de adoración con mi madre era super especial. Para el tiempo en que llegué a ser miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, era el último de ocho hermanos que quedaba en la casa —no todos mis hermanos son adventistas. Mi madre recibió el bautismo y obtuvo su membresía en 1981 y, yo lo hice en 1982. Tengo otros dos hermanos que son adventistas y los otros pertenecen a otra denominación. Nuestro padre, y primer esposo de mi madre, murió antes de que yo (el más pequeño de los hermanos que viven) lo conociera.

Recuerdo aquella primera ocasión en que entré a un templo adventista del séptimo día. Me sentí como si penetrara en otro mundo; tan sereno, tan asombroso; la presencia de Dios era algo tan real. Casi cada sábado podía esperar, como miembro joven de la iglesia, almorzar con alguna familia de la iglesia. Mi madre y yo teníamos que caminar de 6 a 8 kilómetros rumbo a la iglesia cada sábado de mañana; pero, ¿saben qué?, éramos los primeros que llegábamos algunas mañanas. Realmente ayudaba que fuéramos invitados por alguien a compartir el almuerzo cada sábado.

Celebrando el regalo del sábado

El sábado fue establecido por Dios (Gén. 2:1-3), como también lo fue la familia (versículo 24). ¿Qué tenía Dios en mente cuando los estableció? ¿Sería posible que la emoción y el deleite que hemos llegado a asociar con la Navidad sean precisamente las cosas que Dios tenía planes que asociáramos con la familia y con el sábado? No estoy atacando la Navidad. Solamente estoy deseando que nuestra vida familiar y nuestras experiencias en el sábado puedan ser más deleitosas de lo que actualmente sabemos que son; algo muy parecido a los deleites de la Navidad.

En realidad, todo se reduce a las elecciones que hacemos. ¿Por qué no hacer del sábado un tiempo para compartir, un tiempo de unidad y convivencia, un tiempo de emoción mientras nos preparamos, en forma parecida a la manera como lo hacemos para la Navidad? Recuerdo bien cómo limpiábamos y arreglábamos la casa; lugares que no habíamos limpiado en todo el año, quedaban listos para Navidad. Se pintaban las casas y se encalaba cada árbol y piedra. Hagamos ese esfuerzo adicional cada sábado.

Seguramente, muchos se preparan y pasan el sábado en forma especial; pero no puedo decir del todo que se eleva a la escala de intensa emoción que genera la Navidad —aun entre los observadores del sábado. ¿Cómo se sentirá Dios cuando alguien que profesa fe en él ni siquiera reconoce la santidad del sábado? Ciertamente depende de nosotros hacer del sábado un día especial y lleno de gozo. Si muchos lo hacen por la Navidad, una tradición humana, ciertamente podemos hacerlo en relación al día sábado, un santuario en el tiempo instituido por Dios.

Le recomiendo a cada familia en esta Navidad, el gozo diario de preparación para el sábado y la gran emoción semanal de la celebración del séptimo día de la creación de este mundo, juntamente con su labor de recreación en nosotros como individuos.

Charles Evans es profesor asistente en la Escuela de Administración de la Universidad Northern Caribbean.

Traducción – Gloria A. Castrejón

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