Cleveland Houser da consejos sobre cómo atender a los reclusos una vez que son liberados.
9 de abril de 2025 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Marcos Paseggi, Adventist Review
Los ministerios adventistas a las prisiones deben ser mucho más que simplemente visitar a los reclusos y ayudarlos mientras están detenidos, dijo Cleveland Houser, coordinador de ministerios a las prisiones de la División Norteamericana y experto con décadas de experiencia como capellán y consejero de prisiones. Como parte del Festival de Laicos SEEDS 2025 de la Unión Asociación del Atlántico en Stamford, Connecticut, Estados Unidos, Houser analizó cómo prestar servicios a los reclusos que dejan la cárcel para que puedan llegar a ser una parte integral de sus comunidades.
“En mis años trabajando con reclusos, he aprendido a ser muy respetuoso con los hombres y mujeres presos”, dijo Houser, quien ha sido pastor adventista y capellán de una prisión en Tennessee, Estados Unidos, durante muchos años. “Si respetas a la gente, recibes lo mismo… Es muy esencial tratar bien a las personas sin importar dónde se encuentren”. Y esa actitud es clave, dijo, cuando los ministerios adventistas a las prisiones trabajan para brindar mejores servicios y satisfacer las necesidades de aquellos que son o fueron parte del sistema correccional.
Cleveland Houser, coordinador de ministerios a las prisiones de la División Norteamericana, analizó cómo brindar servicios a los reclusos que salen de la cárcel para que se conviertan en una parte integral de sus comunidades. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]
Cuestiones demográficas
También hay cuestiones demográficas complejas de custodia en lo que respecta a la población encarcelada, enfatizó Houser. “Por ejemplo, el 80 por ciento de los ciudadanos detenidos tienen un historial de abuso de sustancias”, informó. “El veinte por ciento tiene problemas mentales, y los ciudadanos detenidos tienen de dos a cuatro veces más probabilidades de ser bipolares, esquizofrénicos, o de sufrir de depresión o TEPT [trastorno de estrés postraumático]”.
También existen otros desafíos, reconoció Houser, ya que el 1,2 por ciento de los hombres y el 0,9 por ciento de las mujeres detenidas tienen VIH/SIDA. Además, el 18 por ciento tiene hepatitis C, que es un porcentaje aproximadamente 10 veces más alto que el de la población general. Por último, el suicidio y las sobredosis son las principales causas de muerte en prisión, seguidas por las enfermedades cardíacas.
A pesar de todos esos desafíos, los ministerios adventistas a las prisiones pueden marcar una diferencia en las vidas de los reclusos que abandonan el sistema y regresan a la sociedad. El consejo de Houser es comenzar a trabajar con ellos durante la fase previa a la liberación para luego apoyarlos durante el período de reingreso y transición, con el objetivo de que lleguen a ser agentes útiles en la sociedad.
Varios factores pueden ayudar a que los exreclusos pasen por una transición exitosa fuera del sistema correccional, explicó Houser. “Las relaciones sanas y equilibradas entre el ciudadano que reingresa [y] sus familias, amigos, supervisores [y] compañeros de trabajo, además de la comunidad eclesiástica, pueden [contribuir] a una transición comunitaria exitosa”, dijo.
Uno de los grupos que escuchó a Cleveland Houser sobre cómo pasar de la cárcel a la comunidad. Houser llevó a cabo varias presentaciones durante el Festival de los Laicos. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]
Un sustento espiritual también puede ser crítico. “Reconocemos que el cambio exitoso es impulsado por el poder de Dios, y queremos dar a cada ciudadano que regresa una oportunidad de crecimiento espiritual”, expresó.
Muchos exreclusos necesitan un lugar donde vivir, ropa, asistencia para la atención médica y estar listos para las entrevistas de trabajo, contó Houser. También necesitan apoyo de salud mental. “Muchos de ellos han reprimido la ira y necesitan ayuda para controlarla, una red de referencias y acceso a los programas de AA [Alcohólicos Anónimos] y NA [Narcóticos Anónimos]”.
Por último, los grupos de apoyo, las iniciativas de reunificación familiar y la disponibilidad de mentores también pueden ayudarles a convertirse en agentes útiles en la comunidad. “Algunos de ellos necesitarán asesoramiento individual o clases de alfabetización, o clases durante las cuales puedan aprender diversas habilidades para la vida”, dijo Houser.
Para que desarrollen actitudes positivas hacia Jesús y la Iglesia
¿Cómo deben reaccionar los cristianos al recibir y acoger a los exreclusos en sus congregaciones? Houser llamó a los asistentes a que recuerden que Jesús se identificaba con cada ciudadano que regresaba como un hijo de la humanidad. Houser explicó que Jesús los ve como miembros de la familia de Dios. Son sus hermanos y hermanas. “Jesús los acepta sin reservas, independientemente de su historia o comportamiento”, dijo. “Él los perdona, sin condiciones”.
La iglesia, por otro lado, debe esforzarse por no ser hipócrita, mostrarse superior o crítica. “Jamás sientan que son el agente de cambio. Esa es obra del Espíritu Santo”, enfatizó Houser. “Y por favor, nunca les pregunten: ‘¿Por qué estuvo preso?’”
Por el contrario, dijo Houser, una iglesia local que acoge a un exrecluso debe ser amorosa, compasiva y comprensiva. “Debemos aceptarlos por lo que son, recordando que todavía están en el taller transformador de Dios, al igual que nosotros”.
Houser también destacó la importancia de ayudar a que los exreclusos se integren en la vida de la iglesia. “Inclúyanlos en las actividades y ministerios de la iglesia”, señaló. “Cuando se comprometen con una causa, la relación tiene más posibilidades de funcionar. Así que, permítanles colaborar en sus ministerios. Y nunca se nieguen a estrecharles la mano o sentarte al lado de ellos”.
Traducción de Marcos Paseggi