Daisy Mederos Rodriguez (cuarta desde la izquierda) sonríe con parte de un equipo de Maranatha Volunteers International que trabajó para transformar una propiedad en un grupo filial y centro de influencia en La Habana, Cuba, en abril. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Cómo una miembro laica de Cuba está encabezando una renovada manera de reunirse como iglesia.

12 de mayo de 2025 | La Habana, Cuba | Marcos Paseggi, Adventist Review

“¡Te lo dije! ¡Te dije que Dios proveería!”

Daisy Mederos Rodríguez levantó los brazos en señal de alabanza mientras llamaba a su colega líder de ministerios infantiles Elizabet Renton Labrada. “¡Sabía que Dios respondería a nuestras oraciones!”

A los pies de Daisy había una maleta de 23 kilogramos llena de papeles para manualidades, crayones, lápices de colores y libros infantiles inspiradores en español que un voluntario de Maranatha Volunteers International había llevado a La Habana, Cuba, en abril, como regalo para los niños locales en el vecindario de Casablanca.

Daisy Mederos Rodriguez sonríe mientras revisa el contenido de una maleta de 23 kilogramos llena de papeles para manualidades y materiales de lectura que un voluntario de Maranatha Volunteers International llevó a La Habana, Cuba, en abril. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Un patrón de oraciones contestadas

Para Daisy, las respuestas a las oraciones no son una excepción, sino la regla. Ella registró una oración contestada cuando su casa en ruinas estaba a punto de derrumbarse. Entonces, como parte de un acuerdo estratégico con los líderes de la Iglesia Adventista de Cuba, líderes de Maranatha compraron una propiedad al otro lado de la calle con el sueño de transformarla en un grupo filial. Hasta ese momento, Daisy reunía a miembros e interesados en su destartalada sala de estar todos los sábados, mientras que ella y su esposo, José Perera Madruga, dormían y vivían en un pequeño cuarto del fondo.

Fue una oración contestada cuando los líderes de Maranatha invitaron a Daisy y José a ser cuidadores de la propiedad al otro lado de la calle. Allí pronto comenzó a reunir a decenas de niños de ese vecindario obrero para que aprendieran versículos de la Biblia, canciones y disfrutaran de una comida nutritiva cada semana. Y ella registró otra oración contestada cuando un donante de Maranatha visitó la propiedad y decidió financiar completamente una remodelación general y mejora del edificio y el terreno. ¿El objetivo? Hacer que el proyecto de Casablanca fuera un prototipo de los grupos adventistas filiales con espacio para reuniones de ministerios de niños y mujeres, ceremonias bautismales y otras actividades de la iglesia.

Daisy Mederos Rodriguez y José Perera Madruga, un matrimonio que se encarga de cuidar la propiedad Casablanca en La Habana, Cuba, que Maranatha Volunteers International adquirió hace poco para transformarla en un grupo filial. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

“Dios decidió que era el momento adecuado para lanzar ese proyecto”, dijo el presidente de Maranatha Don Noble a Daisy y otros miembros en Cuba el 20 de abril. “Todavía no sabemos cómo se verá este lugar al final del proyecto. Pero nuestro objetivo es seguir trabajando poco a poco, paso a paso, mientras nos dejamos guiar por el Señor”.

Daisy está entusiasmada con los avances, y sigue destacando las posibilidades del lugar. “Si pudiera conseguir algunas tiendas de campaña, podríamos acampar aquí en la parte de atrás y lanzar un ministerio de Conquistadores”, dijo Daisy en 2024 después de que Maranatha adquiriera la propiedad. “El objetivo es alcanzar a más niños para Jesús y, a través de ellos, llegar a sus padres”.

La casa anterior de Daisy Mederos Rodriguez, que sirvió como iglesia en casa durante años a pesar de que no era segura de usar debido a sus techos y techo deteriorados. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Un modelo renovado

La idea de las iglesias en las casas se basa en el ejemplo bíblico de la iglesia cristiana primitiva y en el ejemplo de los primeros adventistas, dijeron los líderes de la iglesia. Durante los últimos años, las restricciones religiosas a las reuniones públicas en algunos países o los desafíos logísticos han producido un resurgimiento del modelo. En Cuba, los grupos filiales gozan de autorización gubernamental y, según los líderes de la iglesia, buscan ayudar a que los adventistas estén presentes en un número cada vez mayor de vecindarios del país.

A principios de abril, los miembros de la Junta Directiva de la Asociación General que asistían al Concilio de Primavera de 2025 en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos, votaron nuevas directrices para este modelo de grupos filiales, también llamados iglesias filiales. “Estas pautas tienen la intención de llegar a tantas personas como sea posible con la proclamación de los mensajes de los tres ángeles por parte de la Iglesia Adventista”, dijo el secretario asociado de la Asociación General Gerson Santos justo antes de la votación del 9 de abril. “Las reuniones de la iglesia pueden variar según los contextos regionales”.

Daisy Mederos Rodriguez discute los detalles del proyecto del grupo filial de Casablanca con el vicepresidente de Maranatha Kenneth Weiss el 20 de abril. Los líderes de Maranatha visitan Cuba varias veces al año para apoyar las iniciativas en el país. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Uno de esos contextos regionales únicos está teniendo lugar en Cuba, creen los líderes de la iglesia. En todo el país, los cortes de energía y la escasez de gasolina a menudo dificultan el transporte hasta un templo adventista. “Los grupos filiales pueden cambiar las reglas del juego para la presencia adventista en el país”, dijeron los líderes.

Una tarea dada por Dios

Casablanca parece ser un buen lugar para poner en marcha este renovado modelo de grupos filiales en Cuba, y Daisy parece ser la persona adecuada para lanzar ese movimiento en toda la isla.

En abril, los líderes de Maranatha contrataron a un equipo local para construir un bautisterio en la propiedad de Casablanca, tal como Daisy había soñado y por lo cual había orado. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Durante la semana, Daisy, de 64 años, sigue una rutina estricta que incluye una sesión de oración a las 5:00 a.m., ejercicios de acondicionamiento físico y levantamiento de pesas a media mañana, y múltiples iniciativas de asistencia comunitaria en su vecindario. Por ejemplo, a menudo cocina y reparte alimentos a los recluidos y a las personas mayores que viven solas.

La energía de Daisy parece no tener límites. Los voluntarios de Maranatha, que hace poco pasaron una semana trabajando en el proyecto del grupo filial de Casablanca, no podían dar crédito a sus ojos. “Daisy trabajó y duró más que todos nosotros”, comentó uno de ellos entre risas. “Ella puede seguir y seguir y seguir. Su resistencia es admirable”.

Daisy Mederos Rodriguez trabajó junto a los voluntarios de Maranatha y, según ellos, “trabajó y duró más” que ellos. “Su resistencia es admirable”, dijeron. [Fotografía: cortesía de William Cash]

Hace apenas dos años, el panorama de Daisy era mucho más sombrío. Después de una mala caída hacia atrás en un día lluvioso, la llevaron al hospital con un pulmón aplastado. “Uno de sus pulmones se ha desplazado y ha dejado de funcionar; es posible que tengamos que extirparlo”, le dijo un médico.

Pero Daisy le dijo que no se preocupara. “Creo en el poder de la oración”, le contestó. “Voy a estar bien”. El escéptico médico militar se sorprendió cuando el pulmón de Daisy de alguna manera volvió a su cavidad original, y ella dejó el hospital diez días después como si nada hubiera pasado. “Con la ayuda de Dios, todavía tengo una obra por hacer”, le dijo Daisy. Y volvió a trabajar, más fuerte que nunca.

Junto a los árboles de mango llenos de frutos aún verdes, Daisy espera que el nuevo bautisterio pronto lleve a que muchos sean aceptados en la Iglesia Adventista. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Una bendición para los demás

Desde entonces, Daisy no ha dejado de soñar… y orar, solo para ser testigo una y otra vez de la contestación a sus oraciones. Ella no pide bendiciones para sí misma más allá de su salud, y todas sus peticiones están relacionadas con otros. “No necesito nada”, dijo. “Pero los niños […] y sus madres . . . y los miembros de la iglesia . . . y mis vecinos . . . y las personas mayores . . . Oro para encontrar más formas de ayudarlos y hacerlos felices”.

Durante los días que los voluntarios de Maranatha pasaron en el proyecto Casablanca en abril, demolieron una vieja estructura que se desmoronaba, limpiaron minuciosamente los terrenos de basura y escombros, cavaron y rellenaron agujeros con concreto para colocar postes de metal y una cerca sólida, y pintaron el interior de la propiedad. Daisy siguió de cerca los acontecimientos, compartiendo sus opiniones libremente e incluso dando órdenes.

Un voluntario de Maranatha sonríe durante una pausa en el minucioso proceso de demolición, remoción de escombros y excavación de hoyos para colocar los postes para una nueva cerca alrededor de la propiedad de Casablanca. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

“Me encanta trabajar”, dijo Daisy en abril. “Ahora estoy planeando una celebración de madre e hijos para el Día de la Madre. Ya tengo bolsitas llenas de regalos para todos ellos. No quiero que ni una sola madre o niño se vaya sin una pequeña muestra de aprecio”.

Sueños adicionales

Sin embargo, además de una nueva cerca, mejores instalaciones y celebraciones comunitarias, Daisy había estado orando por una de sus prioridades. “Quería que se construyera un bautisterio”, explicó, “porque quiero que se convierta en un lugar donde muchas personas sean bienvenidas en la Iglesia Adventista”. Daisy oró y oró al respecto, hasta que un equipo local contratado por Maranatha construyó hace poco la estructura. “Tengo a cuatro personas listas para ser bautizadas”, dijo. “Y estoy dando estudios bíblicos a varias más”.

La propiedad de Casablanca permitirá ser sede de reuniones de la iglesia y la comunidad, afirma Daisy Mederos Rodriguez. Ella también espera comenzar un Club de Conquistadores en ese espacio. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review] [/caption]

Ahora, a pesar de que muchos de los sueños de Daisy están pasando de las ideas a la realidad, no puede evitar seguir soñando. “Me gustaría tener algunos columpios y un pequeño patio con juegos en el patio trasero”, contó. “Imagínense si pudiéramos tener un pequeño parque donde pudiera llevar a las personas mayores y a sus cuidadores para pasar una tarde de relax al aire libre”, agregó. “¡Eso me haría tan feliz!”

Maranatha Volunteers International es un ministerio de apoyo sin fines de lucro que no es operado por la organización de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Traducción de Marcos Paseggi

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