Grupo de voluntarios que prestaron servicio en La Habana, Cuba, en abril, junto con estudiantes intérpretes del seminario adventista y líderes de Maranatha, al pie del famoso monumento del Cristo de La Habana. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

La iniciativa de Maranatha está ayudando a que el Seminario Adventista se mantenga a flote y prospere.

5 de mayo de 2025 | La Habana, Cuba | Marcos Paseggi, Adventist Review

Marvin Wray tenía poco más de 20 años cuando pensó que moriría de un ataque al corazón. Después de años de fumar y beber, tenía la salud destruida. Pero un día, Wray conoció a una joven adventista que finalmente lo llevó a una nueva vida en Jesús y a la Iglesia Adventista.

Ahora, a los 78 años y después de más de medio siglo en el ministerio en los Estados Unidos y en el extranjero, el 18 de abril Wray fue el primero en ofrecerse como voluntario para ser levantado a cinco metros del suelo para trabajar en una plataforma móvil. Desde allí, Wray, pastor de la iglesia Carmichael en Sacramento, California, Estados Unidos, ayudó a limpiar y raspar las paredes de uno de los edificios del Seminario Teológico Adventista de Cuba en La Habana antes de volver a pintarlos.

John Thomas, exsecretario asociado de la Asociación General y líder del proyecto de pintura en el Seminario Teológico Adventista de Cuba, comparte el plan de trabajo con los voluntarios de Maranatha el 17 de abril. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

“Si no hubiera conocido al Señor, probablemente estaría muerto”, dijo Wray. “Ahora me he jubilado cinco veces, pero sigo regresando al ministerio según sea necesario. ¡E incluso puedo ofrecerme como voluntario de Maranatha!”, agregó, refiriéndose al ministerio de apoyo Maranatha Volunteers International, que repara y construye iglesias y escuelas en todo el mundo y estaba organizando el proyecto de pintura del seminario en Cuba.

Frente a los desafíos

Marvin Wray y su esposa, Ingrid, fueron dos de los aproximadamente 30 profesionales laicos adventistas y obreros jubilados de la iglesia que se ofrecieron como voluntarios en dos proyectos en La Habana del 17 al 27 de abril. En uno de esos proyectos, ayudaron a darle un nuevo rostro al seminario, que Maranatha construyó a mediados de la década de 1990 en asociación con los líderes adventistas y funcionarios del gobierno de Cuba.

Un grupo de voluntarios de Maranatha Volunteers International llega al lugar de trabajo en el campus del Seminario Teológico Adventista de Cuba el 18 de abril. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

A través de los años, Maranatha compró un terreno para ampliar el campus adventista; construyó residencias estudiantiles, aulas y un comedor estudiantil; y proporcionó un edificio de iglesia de última generación inaugurado por el presidente de la Asociación General Ted N. C. Wilson en 2011. Ahora, mientras una aguda crisis económica azota al país, Maranatha ha ido más allá de su mandato habitual y para enviar contenedores con alimentos para dar de comer a los 90 jóvenes de ambos sexos que se preparan para pastorear las florecientes congregaciones de Cuba. “Pensamos que, dado que habíamos invertido millones en este campus, sería mejor ayudar a que siga abierto”, dijo el presidente de Maranatha Don Noble. “Y la única manera de mantener abierta la institución era asegurarse de que los estudiantes tuvieran qué comer”.

La crisis no ha amainado. Una reciente escasez de gas natural en Cuba ha obligado a que los cocineros de la institución recurran a la leña y el carbón para cocinar el arroz y los frijoles que, junto con algunas verduras y hortalizas, conforman la mayor parte de la dieta de los estudiantes y profesores. “De vez en cuando conseguimos algo de gas”, contó una cocinera. “Pero la mayoría de las veces tenemos que levantarnos muy temprano para encender el fuego, para que los estudiantes puedan almorzar”.

Los voluntarios mueven cajas con Biblias donadas dentro del comedor del seminario antes de aplicar masilla para paredes para luego lijar y volver a pintar el edificio. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

El modelo del voluntariado

Maranatha, que se basa en donantes y no es parte de la corporación de la Iglesia Adventista, invita regularmente a voluntarios a participar en varios tipos de viajes misioneros alrededor del mundo. Algunas iniciativas se llaman “proyectos grupales”: una iglesia o escuela adventista local, por ejemplo, se reúne y deja que Maranatha se ocupe de la logística.

Otras iniciativas de Maranatha apuntan a grupos etarios específicos. Los populares proyectos de Ultimate Workout llevan a decenas de jóvenes de 14 a 18 años con acompañantes para construir y atender a iglesias en India, Perú o Zambia. La iniciativa, ya en su trigésima quinta edición, planea llevar a adolescentes a construir una iglesia en Paraguay en julio. Luego está Catalyst, para voluntarios de 18 a 28 años. Y los populares proyectos familiares, que involucran a abuelos, padres e hijos en iniciativas de servicio en todo el mundo, por lo general durante las vacaciones. Los proyectos abiertos, por último, crean grupos “improvisados” de voluntarios que a veces se reúnen en el lugar del proyecto misionero por primera vez. “Hay diferentes maneras de involucrarse”, afirman los líderes de Maranatha. “El modelo no es tan importante como la voluntad de servir”.

Dos voluntarios de Maranatha, entre ellos Marvin Wray (derecha), raspan y lijan la pared de uno de los edificios del seminario antes de volver a pintarlos. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

El servicio voluntario en Cuba

Prestar servicios en Cuba, sin embargo, exige consideraciones logísticas específicas. Incluso las herramientas de trabajo básicas son muy difíciles de conseguir, por lo que cada paso tiene que analizarse con detenimiento antes de llegar al país. Pero Maranatha se ha hecho de una sólida reputación después de décadas de organizar viajes de servicio voluntario a los lugares más difíciles. “La clave de cualquier proyecto misionero es la flexibilidad”, dijo el vicepresidente de Maranatha Kenneth Weiss. “Siempre hay ‘sorpresas’, cosas que no salen como las habíamos planeado. Pero debemos adaptarnos y seguir adelante”.

¿Y qué pasa con los voluntarios? “Depende”, explicó Weiss. “Cada grupo es diferente. Pero a lo largo de los años, los viajes misioneros han ayudado a desarrollar amistades para toda la vida, e incluso algunos matrimonios de por vida”.

Un voluntario de Maranatha pinta una de las paredes interiores del comedor del Seminario Teológico Adventista de Cuba. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

En el caso de Cuba, la iniciativa liderada por Maranatha en abril combinó a un grupo de voluntarios, en su mayoría veteranos, durante diez días de servicio, dirigidos por John Thomas, exsecretario asociado de la Asociación General y exdirector de Servicios Voluntarios Adventistas. Algunos de los voluntarios comentaron que habían servido en múltiples proyectos de Maranatha en cuatro continentes. (“¡Este es mi proyecto como voluntario número 29 con Maranatha!”, anunció con profunda satisfacción un voluntario y donante en su primer día en Cuba). Otros ya habían estado en esa nación insular del Caribe una decena de veces desde que Maranatha llegó al país a mediados de los años 90.

Sin embargo, hay quienes, como Wray y su esposa, que visitaban Cuba por primera vez, o voluntarios que no estaban tan familiarizados con el “modelo Maranatha” hasta que llegaron a La Habana. “No se preocupen por cuánto saben sobre el resto de los voluntarios, o por sus niveles de habilidades práctica”, dijo un líder de Maranatha al grupo en la primera reunión de organización en vísperas del comienzo de la iniciativa. “Al final del proyecto todos se conocerán mejor. Algunos de ustedes incluso pueden terminar amigos”.

Un anciano que vive cerca del campus del seminario adventista en La Habana, Cuba, prueba los anteojos de lectura que los voluntarios de Maranatha trajeron para distribuir. El hombre, que vive solo, recibe tres platos de comida gratuita al día en el comedor de la institución. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

La alegría del servicio voluntario

Al día siguiente, el campus del seminario se convirtió de repente en un hervidero cuando los voluntarios comenzaron a raspar y lavar a presión las paredes exteriores. Dentro del comedor, los voluntarios movieron cajas antes de aplicar masilla a los agujeros y preparar las columnas del salón para volver a pintarlas. En un estado de ánimo agradable, los voluntarios, algunos de ellos de más de 70 años, parecían llenos de energía mientras usaban cinta adhesiva para proteger puertas y ventanas, se subían a las sillas y escaleras de la institución y trepaban para trabajar más cerca de las uniones del cielo raso.

Afuera, Thomas llamó a dos voluntarios para que subieran a la plataforma móvil. Fue entonces cuando Wray se ofreció como voluntario. Recién unas horas más tarde, cuando el sol tropical había alcanzado su punto máximo y se llamó a los voluntarios a almorzar, él y su compañero en la plataforma finalmente bajaron para tomarse un merecido descanso.

La iglesia adventista de La Víbora en La Habana es una de las más de doscientas iglesias adventistas que Maranatha ya sea construyó o remodeló en toda Cuba. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Después de una comida sencilla de arroz, frijoles y ensalada, el pastor de iglesia de 78 años, que parece incapaz de jubilarse, se mostró listo para continuar. “¿Dónde estaría si no me hubiera encontrado con el Señor?” reflexionó. Luego, levantando el pulgar hacia el operador de la máquina, le dijo: “Álzame otra vez”.

Maranatha Volunteers International es un ministerio de apoyo sin fines de lucro que no es operado por la corporación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Traducción de Marcos Paseggi

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