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Después de ser jugador de fútbol profesional en la República Dominicana, Alan se aleja de la fama para seguir una vocación superior. Mediante la fe y el deporte, encuentra una nueva misión: llegar a las vidas jóvenes con un propósito, una meta a la vez.

3 de septiembre de 2025 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Hannah Drewieck, Hope Channel

La historia de Alan comenzó en las calles de la República Dominicana con un balón de fútbol y un sueño. Criado por una madre soltera junto a tres hermanos, encontró un propósito temprano en los deportes y los estudios. A los 13 años se probó para el equipo nacional. A los 17 años compitió en las eliminatorias de la Copa del Mundo y firmó con clubes profesionales. El fútbol se convirtió en su vida, su identidad, su escape y su futuro.

Fue criado católico e incluso estudió en seminarios para convertirse en sacerdote, pero nunca sintió el llamado. Aun así, respetaba a Dios y le dio lo que pensó que era suficiente.

Luego vino la invitación que lo cambió todo. Mediante un compañero de equipo que era adventista, Alan recibió una invitación a un culto del sábado. Y fue. Allí sintió algo especial. La calidez, la verdad, la forma en que las Escrituras cobraron vida. Todo se instaló en su corazón como algo que no había sabido que se estaba perdiendo.

Alan dirige una sesión de entrenamiento de fútbol con jugadores jóvenes. [Fotografía: Hope Channel International]

Luego vino el sueño. Una instrucción silenciosa: “Bautízate”. Alan obedeció. No se lo dijo a sus compañeros de equipo. No se lo dijo a su familia. Simplemente apareció una noche en la iglesia, y listo. No había ningún bautismo planeado. Ni siquiera agua en el bautisterio. Pero Dios había ido antes que él. Los miembros de la iglesia llenaron el tanque esa noche y Alan fue bautizado.

Ese momento de entrega no lo arregló todo, pero lo cambió todo. De repente, el sábado se convirtió en una línea demarcatoria. Su equipo no lo podía entender. Su familia se opuso. Se le ofrecieron y luego se le retiraron contratos. Todo por lo que había trabajado estaba allí. Pero Alan no se inmutó. No desafió a los demás. Fue constante. Su paz provenía de saber a quién le pertenecía ahora.

Tiempo después se alejó del fútbol profesional. No en la derrota, sino en la fe. El sueño no le fue robado. Se entregó. Y fue entonces cuando Dios lo devolvió y lo transformó.

Alan (derecha), con el equipo de fútbol que lidera. [Fotografía: Hope Channel International]

Hoy Alan entrena en una de las mejores escuelas de fútbol juvenil de su país. Su equipo no compite en sábado. Oran juntos. Estudian la Biblia. Casi la mitad es adventista. Y por medio del deporte, comparten un mensaje que resuena más fuerte que cualquier estadio: la esperanza está presente allí.

Alan no planeaba ser líder o predicador. Pero eso es lo que hace la entrega. Abre tu vida a algo más grande. Solía correr al campo por su propia gloria. Ahora camina hacia él por gloria de Dios. Cada silbido, cada práctica, cada oración, cada uno es un testimonio. Porque Alan no solo encontró esperanza, sino que también le dio permiso a Dios para reescribir su historia.

Alan se convirtió en esperanza. Y por su medio, muchos otros también lo han hecho. Todos somos esperanza.


Hannah Drewieck es la coordinadora de comunicación de Hope Channel Internacional.

 

Traducción de Marcos Paseggi