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Cómo una exestudiante misionera está produciendo cambios para los niños.

Amanda Corea creció viendo cómo su padre se iba de viaje misionero en su semana de vacaciones de primavera. Cuando Amanda asistió a la escuela secundaria, estaba emocionada y lista por participar en el servicio. Durante su último año participó en un viaje misionero al Hogar de Niños, operado por REACH International en Honduras. Durante ese viaje, Amanda sintió de manera clara que ese lugar era especial, ya que rápidamente formó relaciones profundas con los niños.

Ese mismo año, cuando su profesora de inglés de la escuela secundaria le asignó un proyecto en el que preguntaba por sus intereses profesionales, Amanda no estaba segura de cómo responder a la tarea. Sabía que le encantaban los viajes misioneros, por lo que la profesora le sugirió que se fijara en lo que hacían los que trabajaban en la Asociación General o en la sede de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), ya que vivía en Maryland, Estados Unidos. Amanda observó a una de esas personas durante todo un día, y esa persona le sugirió que obtuviera un título en desarrollo comunitario e internacional en la Universidad Andrews, que es lo que precisamente hizo Amanda.

Amanda Corea con cuatro niños del Hogar de Niños, durante su primer año como voluntaria de pregrado. [Fotografía: cortesía de Amanda Corea / Lake Union Herald]

El verano antes de asistir a Andrews, Amanda visitó el Hogar de Niños tres veces. Su primer año en Andrews fue difícil. “Era una estudiante perfeccionista, que quería producir y trabajar en exceso”, cuenta Amanda.

Para su segundo año de universidad, Amanda eligió prestar servicios como estudiante misionera. Regresó al Hogar de Niños, aprendiendo más sobre quién era e incluso extendiendo su servicio por unos meses.

Al regresar a casa, Amanda se sintió deprimida, porque extrañaba Honduras y estaba experimentando un choque cultural inverso. Según la Comisión de Misiones Internacionales, eso sucede cuando “aquellos que han encontrado un hogar en una nueva cultura probablemente no sienten que están volviendo a casa”. No solo su cultura de origen parece más extraña, sino que las cosas en casa tampoco son como las dejaron”.

El padre de Amanda dijo que podía ayudar desde cualquier lugar, lo que le alivió la tensión, pero finalmente optó por tomar cursos de educación general en línea y regresar a Honduras. Enseñaba inglés durante 40 horas a la semana cuando no estaba en clase y ayudaba en el hogar de niños. “A veces estaba preparando el desayuno a las 4:00 de la mañana”, dice Amanda. “A veces se trataba de cuidar a los niños pequeños, despertarlos, meterlos en la cama, asegurarse de que se ducharan e hicieran la tarea”.

Amanda estaba decidida a estar allí para apoyar a los niños. No quería ser alguien que viniera por unos meses y se fuera: los niños necesitaban consistencia. Regresó a Andrews para continuar sus estudios, pero viajó a Honduras para asistir a la graduación de la escuela secundaria durante las vacaciones de Acción de Gracias. En total, regresaba a Honduras tres o cuatro veces al año, incluso durante las vacaciones de Navidad y verano.

Aquí Amanda celebra a dos niños que se graduaron de la escuela secundaria y luego asistieron a la universidad gracias a su programa Crezco. [Fotografía: cortesía de Amanda Corea / Lake Union Herald]

Amanda completó su trabajo de pregrado en Andrews en 2013. Luego obtuvo una maestría en psicología y trabajó en colegios adventistas como capellana y directora de ministerios universitarios, lo que le dio tiempo para seguir de voluntaria en el hogar de niños y preparar su corazón para el servicio.

Un día, un amigo de la iglesia preguntó qué había pasado con los niños del Hogar de Niños después de la escuela secundaria. Amanda se había preguntado lo mismo y había visto que los niños regresaban a las calles o con familias abusivas. Comenzó a recaudar dinero para enviar estudiantes a escuelas adventistas en Perú, México y Costa Rica.

Amanda fue un paso más allá y comenzó Crezco para ayudar a que los niños del Hogar de Niños asistieran a la universidad. Recibió donaciones personales y el apoyo de su iglesia. Crezco se convirtió en una organización oficial sin fines de lucro en 2022.

Crezco es toda una experiencia de crecimiento”, dice Amanda. Unos 18 estudiantes ya se han graduado de la universidad y hay 13 que en el presente están cursando estudios. Amanda agrega: “No es solo crecimiento académico; también es crecimiento espiritual. Es un crecimiento mental y emocional”. La Navidad pasada, cinco graduados de Crezco regresaron al Hogar de Niños para ayudar durante la Navidad, incluso comprando un refrigerador nuevo para la casa.

Durante años, Amanda equilibró la Fundación Crezco, el trabajo de tiempo completo, los tiempos libres en el Hogar de Niños y la búsqueda de una educación superior. “Supe en algún momento que Dios me iba a enviar aquí”, dice Amanda. Un día Dios lo hizo, y ella se fue a tiempo completo con el Hogar de Niños en 2023.

Amanda y varios exalumnos y voluntarios del Hogar de Niños asisten a la boda de una exalumna que ahora es diseñadora gráfica profesional. [Fotografía: cortesía de Amanda Corea / Lake Union Herald]

Hay alrededor de 30 niños en el hogar, y Amanda es la única adulta que vive allí. Hay ayuda de un cocinero y un trabajador de mantenimiento durante la semana. Amanda sabe que Dios es importante, por lo que está despierta la mayoría de los días a las 4, tratando de encontrar su propio tiempo para el culto personal. Comparte devocionales por las mañanas y por las tardes para los niños, pero tiene las manos ocupadas. Han estado leyendo las historias de Guide Greatest Stories por las mañanas y estudiando los libros de Samuel por la noche. Encontrar el equilibrio es clave: hacer ejercicio, cuidar su salud mental y pedir paciencia cuando pueda.

Amanda supervisa las operaciones del hogar, por ejemplo, asignando fondos para los próximos proyectos y útiles escolares. Compra comestibles y coordina la tarea para los estudiantes de los grados 1-12. Esos estudiantes están atrasados debido al trauma, lo que convierte la tarea en un desafío. Pedirle a alguien que se ofrezca como voluntario significa invitar a alguien a su casa, y Amanda no se lo toma a la ligera.

Dice que el Hogar de Niños solía aceptar a cualquiera como estudiante misionero, pero eso ha cambiado. Los misioneros que buscan prestar servicios en el hogar ahora deben tener al menos 22 años, tener un conocimiento práctico del español y comprometerse a un mínimo de seis meses. Amanda ha sido testigo del impacto que numerosos voluntarios han tenido en los niños, que por lo general tienen entre 3 y 19 años, lo que la ha impulsado a participar plenamente, comprometerse de por vida y establecer nuevas reglas.

Amanda se refiere a los niños del Hogar de Niños como hermanos y hermanas. Ella es la hermana mayor, y los niños que estaban en la casa cuando llegó son “los originales”. Dice que crecieron juntos. Encontró formas de que asistieran a la universidad y firmó documentos financieros; a menudo los visitaba en la universidad, y si no podía llevarlos a casa durante las vacaciones, iba a estar con ellos.

“Quiero romper estos ciclos negativos, y eso no va a suceder si no tomamos medidas activas y deliberadas”, dice. “Dios es poderoso y hace milagros. He visto muchos milagros en mi propia vida personal gracias a este lugar, y Dios es maravilloso. Pero Satanás lo sabe, por lo que es necesario actuar de manera deliberada”.

Dios usa y prepara a los que están dispuestos, pero el trabajo misionero es un campo de batalla espiritual, dice Amanda, y agrega que aquellos que quieren servir como misioneros deben estar “abiertos a aprender nuevas culturas, cosas nuevas, una nueva forma de ver a Dios”.

“Dios me ha permitido ver —tratar de ver siempre— a las personas por su contexto en ese momento”, dice Amanda. “La familia es más que la sangre; es quien invierte en ti”.

La versión original de esta noticia fue publicada en la Lake Union Herald.

Traducción de Marcos Paseggi

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