¿Será que a Dios no le agrada la manera en que adoptamos las nuevas tecnologías?

17 de noviembre de 2025 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Marcos Paseggi, Adventist Review

A primera vista, no hay nada tan disímil como la historia bíblica de la Torre de Babel y nuestro avance contemporáneo hacia las tecnologías de la inteligencia artificial (IA). Por un lado, unos descendientes de Noé descubren que pueden hornear ladrillos de barro para construir estructuras más altas. Por otro, los humanos utilizan sistemas informáticos para realizar tareas típicamente asociadas con la inteligencia humana, como por ejemplo el aprendizaje, el razonamiento y la resolución de problemas.

Al mismo tiempo, aunque la Biblia nos dice que el Diluvio fue resultado de la “maldad” (Gén. 6:5), no se dice mucho sobre Babel, salvo que Dios “descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres” y no le agradó lo que vio (Gén. 11:5).

La tecnología como un fin en sí mismo

A pesar de los miles de años entre la historia de Babel y nuestras interacciones contemporáneas con la IA, existe una similitud sorprendente: el desarrollo de una nueva tecnología como un fin en sí mismo. La “nueva torre”, dicen algunos, no está hecha de ladrillos y cemento, sino de datos y algoritmos.

Tecnólogos e incluso teólogos han señalado que “a medida que la IA transforma rápidamente el mundo, eliminando barreras lingüísticas y centralizando el poder global, las mismas condiciones que llevaron a la caída de Babel están regresando, pero a una escala nunca antes vista”. Se preguntan: “¿Podría la IA esconder la clave de la última rebelión de la humanidad?» [i]

Los constructores de la Torre de Babel tenían un objetivo: hacerse de un nombre (véase Gén. 11:4). Como comenta el autor y rabino Tzvi Freeman: “Se obsesionaron con su nuevo invento, que era construir hasta el cielo.” El objetivo de los constructores no era “proporcionar viviendas” ni “promover la paz y la armonía”, sino simplemente “hacerse famosos […]. Solo querían construir algo grande para sentirse grandes”. [ii]

Como señala Freeman: “Cuando usamos la tecnología sin un propósito, ya no somos su dueño. Somos sus esclavos […]. La humanidad había inventado una nueva tecnología, y esa tecnología estaba reinventando a la humanidad”. [iii] Añade: “Desarrollamos nuevas tecnologías para empoderar a los seres humanos, proporcionándoles mayor dominio sobre su entorno, mayor comodidad y un nivel de vida más alto. Sin embargo, irónicamente, nuestra obsesión por la tecnología a menudo disminuye el valor de las vidas humanas individuales que la misma tecnología está empezando a mejorar”. Y sí, dice Freeman, eso incluye los algoritmos y la IA que cada vez dominan más nuestra vida diaria actual.[iv]

Al escribir muchas décadas antes, Elena G. White señaló que, en el caso de los constructores de Babel, sus planes “terminaron en vergüenza y derrota”. Escribió que “el monumento de su orgullo sirvió para conmemorar su locura”. [v]

En ese sentido, White explicó que cada vez que los hombres hacen las cosas confiando en sí mismos, están siguiendo “el mismo sendero” que los constructores de antaño. “Hay constructores de torres en nuestros días”, resumió, mencionando a quienes desconfían de la conducción divina y eligen en cambio los razonamientos humanos para explicar procesos y creencias.[vi]

¿Deshacer a Babel?

Los expertos han señalado durante años las conexiones entre la historia bíblica de la Torre de Babel y los modelos de lenguaje basados en la informática. “La Torre de Babel nos recuerda el poder y el peligro del lenguaje—nuestra mayor herramienta, pero también una fuente potencial de caos”, escribe el bioinformático Amal Joseph Varghese.[vii]

En el contexto específico de los desarrollos en IA, los expertos sugieren que los grandes modelos de lenguaje (LLMs) de la IA, que dependen de una gran cantidad de texto para realizar tareas de procesamiento de lenguaje natural, “han proporcionado nuevas formas de cerrar la brecha entre los idiomas”. Los complejos algoritmos “están entrenados con enormes cantidades de datos”, por lo que “ahora incluso pueden generar texto de alta calidad en lenguaje natural en diferentes idiomas”. [viii]

Todo esto, señalan algunos expertos, parece deshacer metafóricamente las consecuencias de la Torre de Babel, ya que los LLMs favorecen modelos cada vez mayores de traducción automática con herramientas lingüísticas que tienen el poder de “mejorar nuestra capacidad de construir y extraer significado de sistemas complejos y facilitar” incluso la comunicación científica.[ix]

Cómo prevenir el “Trastorno de la Torre de Babel”

Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse, y simplemente luchar contra ellas no cambiará la tendencia hacia lo ético y edificante. ¿Qué podemos hacer entonces?

Para quienes creen en la preeminencia de la experiencia humana sobre las tecnologías que esta crea, algunos sugieren usar el lenguaje como herramienta de hermandad y colaboración. “Hay maneras, maneras asombrosas en que las herramientas [de lenguaje impulsadas por IA] podrían servir e iluminar a la humanidad. La mayoría, si no todas, son colaborativas”, nos recuerda Freeman. En ese sentido, añade, hay personas “que contribuyen consciente y deliberadamente al bienestar de la humanidad”. Y estos son proyectos que cuentan con un grado de colaboración sin precedentes, donde cada individuo aporta sus propias contribuciones únicas y valiosas”. [x]

Al mismo tiempo, para quienes creen en la Biblia y su Autor, cualquier nueva tecnología tiene un objetivo misional. Por un lado, se espera que traiga gloria al nombre de Dios. Por otro, debe usarse para servir a otros y edificar su reino.

“Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero”, escribió Elena G. White hace más de un siglo.[xi] Esa misión de compartir la historia de Dios está ordenada por Dios y lo abarca todo: trasciende todas las épocas y lugares geográficos. La misión fue cumplida por Noé incluso antes de que existieran los ladrillos de barro de la Torre de Babel. Y también debe ser llevada a cabo en el fin de los tiempos, incluso en un mundo de LLMs y otros avances quizás aún impensados.

Resulta curioso que el objetivo de los constructores de Babel y la misión cristiana difieren en motivación, pero comparten un objetivo similar: alcanzar algún día el cielo. En este último caso, el sueño no trata de “hacernos de un nombre”, porque ya tenemos uno (véase Isa. 43:1). Se trata más de un encuentro personal y una convivencia (véase Juan 14:3). Y que nos quede claro: ninguna torre física ni algoritmo evanescente podrá jamás estar cerca de esa experiencia.


[i] Véase https://youtu.be/slTiexwBihI?si=lRl79Q8SrfQvdT25.

[ii] Tzvi Freeman, “Is AI the New Tower of Babel?” in https://www.chabad.org/parshah/article_cdo/aid/6643969/jewish/Is-AI-the-New-Tower-of-Babel.htm#footnote2a6643969.

[iii] Ibíd.

[iv] Ibíd.

[v] Elena G. White, Patriarcas y profetas (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1954), p. 115.

[vi] Ibíd.

[vii] https://medium.com/@amaljova/the-tower-of-babel-and-large-language-models-e6d8651669c2

[viii] Mitchell H. Tsai et. al., “Toppling the Tower of Babel: Large Language Models in Academia,” en https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0952818024000916#:~:text=Conclusion,that%20powers%20science%20and%20discovery.

[ix] Ibíd.

[x] Freeman.

[xi] Elena G. White, The El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1955), p. 166.

Traducción de Marcos Paseggi