La historia de Manuel Baena refleja cómo una fundación adventista en Colombia aporta esperanza y restauración para quienes luchan contra las adicciones.

26 de noviembre de 2025 | Medellín, Colombia | Cristin Serrano y Noticias de la DIA

Hace un año, Manuel Baena era considerado un peligro para su propia familia. Tras 28 años de adicción, llegó al punto de tratar de prender fuego a su casa. Su madre, una fiel adventista del séptimo día, nunca dejó de orar por él.

Cuando voluntarios del ministerio Un Pan de Amor escucharon su historia, no dudaron en ayudarlo. Comenzaron a visitarlo uno tras otro a partir de las 5:00. Hablaban con él oraban con él, y le recordaban que Dios aún podía salvarlo.

Manuel Baena (al centro) aparece sentado con su madre Maira (izquierda) y Yajaira Fuentes (derecha) durante su proceso de recuperación en Cartagena, Colombia. Tras casi tres décadas atrapado en las adicciones, Manuel encontró el apoyo espiritual y emocional que necesitaba gracias a la Fundación Un Pan de Amor. [Fotografía: cortesía de Yajaira Fuentes]

“Fue en ese momento que sentí que Dios me hablaba a través de ellos”, recuerda Manuel. “Me dijo que era mi última oportunidad.”

Ese mismo día, Manuel ingresó a un centro de rehabilitación. No fue fácil, dijo.

“El proceso estuvo lleno de obstáculos”, dijo Yajaira Fuentes, fundadora de la iniciativa. “En el hospital nos enfrentamos a médicos que no comprendían que no se trataba solo de una crisis humana, sino de una batalla espiritual. Oramos y cantamos allí mismo, y Dios obró el milagro.”

Hoy día, Manuel está libre de drogas, restaurado y activo en su iglesia local. “Después de Dios, ‘Un Pan de Amor’ ha sido todo para mí”, contó. “Aquí recuperé mi vida y el deseo de ser un ejemplo para mi familia”.

Voluntarios de la Fundación Un Pan de Amor distribuyen alimentos y prendas de vestir a residentes sin hogar de la zona de Los Corales. Cada sábado, el ministerio liderado por adventistas ofrece no solo comidas, sino también apoyo espiritual, oración y esperanza a quienes luchan contra las adicciones y las vulnerabilidades. [Fotografía: cortesía de Yajaira Fuentes]

Un ministerio nacido con responsabilidad por los quebrantados

El inicio de la fundación comenzó un domingo de 2024, durante un servicio de ayuno y oración en la iglesia adventista del barrio La María, sector de Los Corales de Cartagena, Colombia. Ese día, mientras estudiaba la lección de la Escuela Sabática, Dios puso un sentido de responsabilidad especial sobre el corazón de Yajaira Fuentes, comunicadora social, profesora de escuela pública y miembro activa de la iglesia, a quien se le sumó su marido Daniel Senior y la enfermera Nelcy Pérez.

“Entendimos que la iglesia debía ser un centro de influencia”, dijo Fuentes. “Vimos pasar frente a nuestro templo a personas en extrema necesidad, y supimos que Dios nos estaba mostrando nuestra misión”.

Con lo poco que tenían—una galleta, una taza de avena y un corazón dispuesto—empezaron a servir. Cada sábado, a partir de las seis de la mañana, montaban tiendas frente a la iglesia para ofrecer comida, duchas, ropa limpia y oración.

La gente se reúne bajo la carpa fundacional de “Un Pan de Amor” frente a la iglesia adventista de Los Corales, en Cartagena, Colombia, donde reciben comidas, apoyo, oración y servicios básicos, en especial aquellos que están sin hogar o en situación de vulnerabilidad. [Fotografía: cortesía de Yajaira Fuentes]

Así nació Un Pan de Amor.

El pastor Fabián Blanco, líder del Distrito Norte de Cartagena, conoce de primera mano la realidad a la que se enfrentan muchos de los beneficiados.

“Un día yo también estuve atrapado en el flagelo de las drogas, la delincuencia y las pandillas”, contó con sinceridad. “Cuánto me hubiese gustado que, en ese tiempo, mi iglesia local hubiera tenido una fundación como Un Pan de Amor. Mi proceso de crecimiento psicológico, emocional, físico y espiritual habría sido más rápido”.

Para Blanco, este ministerio es una respuesta divina a una necesidad urgente.

“La Fundación Un Pan de Amor representa una gran bendición para el cumplimiento de la misión. Por medio de ella podemos llegar a una población vulnerable, discriminada y marginada, no solo con el evangelio de nuestro Señor Jesucristo sino también con el evangelio de las buenas obras”.

Yajaira Fuentes, fundadora de Un Pan de Amor, comparte un momento con una visita durante una de las recientes sesiones matinales de impacto. [Fotografía: cortesía de Yajaira Fuentes]

Enfatizó que la combinación de profesionales adventistas —psicólogos, profesores, abogados y enfermeros— con el poder del evangelio ha dado frutos notables.

“Más de diez jóvenes han sido bautizados gracias a esta obra. Por eso animo a toda la iglesia a orar y apoyar este ministerio, para que, como una semilla de mostaza, crezca y se extienda desde el distrito hasta la asociación, la unión y la division.”

Un servicio a decenas de personas por semana

Con el paso de los meses, Un Pan de Amor se convirtió en una fundación con registro legal. En el presente, atiende de entre 30 a 35 personas vulnerables por semana. Voluntarios profesionales adventistas —abogados, enfermeros, profesores y psicólogos— ofrecen asesoramiento, apoyo y oración.

El proyecto ha ayudado a que varios de los beneficiados vuelvan a estudiar, encuentren trabajo o inicien procesos de rehabilitación. Hasta la fecha, ocho personas han sido bautizadas, lo que da testimonio del poder transformador del evangelio, según los organizadores.

El pastor Fabián Blanco de la iglesia adventista de Los Corales durante la ceremonia bautismal de dos personas que superaron la adicción a las drogas gracias a la fundación Un Pan de Amor. [Fotografía: cortesía de Yajaira Fuentes]

Entre las historias más conmovedoras está la de Rubén Darío, un joven cuyo corazón y cuerpo fueron dañados por las drogas y una discapacidad física.

“Murió en paz, acompañado y con dignidad”, recuerda Fuentes. “No pudimos salvar su cuerpo, pero su alma descansó en esperanza. Eso también es redención”.

Sueños de tener un hogar, una panadería y un centro

Aunque los recursos son limitados, la fundación sigue soñando. Actualmente está buscando financiación para comprar su propia casa que sirva como centro de atención de servicio completo y para establecer una panadería comunitaria en colaboración con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). La panadería proporcionaría capacitación y oportunidades de empleo para quienes buscan un nuevo comienzo.
“Nuestro lema es Salvación y Servicio —explica Daniel Senior—. Creemos que ayudar al necesitado es la mejor preparación para el encuentro con nuestro Señor.”

“Nuestro lema es Salvación y Servicio”, explicó Senior. “Creemos que ayudar a los necesitados es la mejor preparación para el encuentro con nuestro Señor”.

Yefrey Pertuz está junto a Yajaira Fuentes, directora de la Fundación Un Pan de Amor, durante su ceremonia de graduación del instituto. Tras superar un difícil periodo de adicción, Yefrey pudo completar sus estudios gracias al apoyo académico y espiritual que le brindó ese ministerio adventista. [Fotografía: cortesía de Yajaira Fuentes]

Fuentes sueña con crear un Centro Adventista para la Rehabilitación Integral, un espacio que combine apoyo espiritual, profesional y educativo.

“La Iglesia Adventista tiene escuelas, hospitales y universidades, pero también necesitamos un lugar donde sanar las heridas invisibles de la adicción”, expresó.

Su convicción se resume en las palabras de Jesús: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

Para Fuentes, cada taza de avena, cada oración y cada abrazo es una semilla para la eternidad. “El Reino de los Cielos es también para los adictos, para los olvidados, para los que nadie quiere mirar. En Un Pan de Amor hemos visto que el amor de Cristo aún rompe cadenas”, dijo Fuentes.

Traducción de Marcos Paseggi