Cómo un médico superó grandes obstáculos y convirtió una adversidad grave en un servicio global.
4 de diciembre de 2025 | Montemorelos, Nuevo León, México | Laura Marrero y Noticias de la División Interamericana
Un joven que quería convertirse en médico nunca imaginó cuántos obstáculos tendría que superar para hacer realidad su sueño. Además, nunca imaginó cómo, a pesar de todos los obstáculos en el camino, su llamado lo llevaría a un llamado al servicio en todo el mundo y a encontrar su propósito vital en la misión.
Tras sus sueños
Gibdel Wilson nació en Costa Rica, creció en una familia adventista del séptimo día y asistió a instituciones educativas adventistas. En 1988, cuando tenía 16 años, decidió matricularse en la carrera de medicina de la Universidad de Montemorelos, en México. “No había oído hablar de la universidad antes”, confesó, “pero investigué, hice el examen de ingreso y aprobé”.

Gibdel Wilson atiende a miembros de una comunidad indígena en Costa Rica, como parte del proyecto OneLife, que se centra en ayudar a comunidades indígenas y personas con discapacidad visual. [Fotografía: cortesía de Gibdel Wilson]
Durante sus años de estudiante, Wilson descubrió que su futura profesión también podía convertirse en un ministerio. Los fines de semana, mientras muchos salían a pasear por placer, él se unía a dos amigos —John Yates y James Farrington— para prestar atención médica en comunidades vulnerables de Nuevo León. “La experiencia despertó en mí el deseo de convertirme en misionero”, contó.
Finalmente, tras mucho esfuerzo, Wilson terminó su carrera de medicina en 1994.
Décadas de servicio
Al graduarse, Wilson realizó sus prácticas de residencia en Costa Rica y sus requisitos de servicio social en Tepozanes, Zaragoza, Nuevo León. Luego regresó a Costa Rica, donde trabajó durante casi tres décadas como misionero médico, funcionario humanitario y especialista en gestión de riesgos de desastres. Wilson dice, entre risas, que eligió esa área de servicio “porque me gusta la acción y no tener que usar corbata”.
Desde entonces, Wilson ha estado cerca de comunidades afectadas por terremotos, inundaciones, crisis sociales y pobreza extrema. Ha servido en la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), la Cruz Roja, la Comisión Nacional de Emergencias, organizaciones misioneras internacionales y múltiples brigadas médicas.

Gibdel Wilson con su marioneta “Papelillo” y los bomberos costarricenses dibujan sonrisas a los niños en el Campamento de Bomberos Infantiles en abril de 2017. [Fotografía: cortesía de Gibdel Wilson]
La historia de Wilson es, sin embargo, también una historia de resiliencia. Mientras estudiaba en Montemorelos, empezó a tambalearse en la oscuridad sin saber por qué. Tras un accidente de motocicleta, Wilson fue al hospital donde le diagnosticaron retinitis pigmentosa y le dijeron que tarde o temprano perdería la vista. El proceso comenzó en 1994 y, para 2014, Wilson había quedado completamente ciego. “Tuve miedo, me desanimé. Pensé que no tenía sentido especializarme. Pero entendí que, cuando uno se enfoca en lo que no tiene, pierde tiempo. Dios me recordó todo lo que sí tenía”.
Ese cambio de enfoque le llevó a seguir estudiando, obtener una beca internacional, volver al deporte: hoy es triatleta y campeón nacional costarricense en la categoría T11. También motivó a Wilson a lanzar OneLife, un ministerio que ofrece atención médica gratuita, ayuda a comunidades indígenas y apoya el mantenimiento de perros guía en toda Costa Rica.
La creatividad de Wilson también le llevó más lejos. Tras el terremoto en El Salvador en 2001, comenzó a trabajar con marionetas como herramienta terapéutica y preventiva. Su personaje “Papelillo”, un médico con bata blanca, ha viajado por diferentes países y ha ganado premios mundiales de la Unión Internacional de Títeres (de la UNESCO) por su impacto educativo y humanitario.

Gibdel Wilson posa con estudiantes de medicina de la Universidad de Montemorelos, mientras comparte su conocimiento sobre la preparación para la atención médica de emergencia durante catástrofes en marzo de 2020. [Fotografía: cortesía de Gibdel Wilson]
Durante las celebraciones del aniversario de su carrera, los compañeros de Wilson honraron su carrera misionera con una ceremonia de graduación pequeña pero significativa.
Hoy, tras 25 años de servicio misionero médico, Wilson sigue entregando su única vida —como dice el lema de su organización OneLife— para cuidar la vida de los demás, informaron los líderes educativos. “Lo hace con voz firme, humor, gratitud y una profunda convicción de que la verdadera excelencia profesional se demuestra cuando se utiliza para transformar a otros para bien”, dijeron.
Wilson nunca olvida que la formación académica es solo el punto de partida: el resto se forja sirviendo. “Montemorelos me enseñó que no debía estudiar para ser una persona importante, sino para servir mejor. Nunca lo olvidé”, expresó.
Lisandra Vicente y Brenda Cerón colaboraron con esta noticia.
Traducción de Marcos Paseggi