
Líderes adventistas del séptimo día visitan uno de los tres sitios de comunidades indígenas en las montañas de Talamanca, en la provincia de Limón, Costa Rica, el 2 de diciembre durante la campaña anual, donde repartieron botas, comida y regalos para los niños. El mensaje del evangelio se ha ampliado a ocho congregaciones en la región mediante un ministerio sostenido entre las comunidades indígenas locales. [Fotografía: Erich Stevens/DIA]
18 de diciembre de 2025 | Limón, Costa Rica | Libna Stevens, Noticias de la División Interamericana
Caminos de montaña sinuosos, puentes colgantes, senderos embarrados y colinas empinadas marcaron el viaje hacia los remotos territorios indígenas de la provincia de Limón, Costa Rica, a principios de este mes. Los líderes y miembros adventistas del séptimo día viajaron durante horas para entregar comida, botas y aliento espiritual durante la iniciativa anual especial de la iglesia los días 1 y 2 de diciembre. Muchas familias indígenas hicieron caminatas igualmente difíciles —la mayoría durante horas e incluso más de un día— para participar de los cultos, el estudio de la Biblia y las actividades de apoyo comunitario.

Greysi García (izquierda) escucha mientras el pastor Ricardo Marín, presidente de la Unión Costarricense, comparte un mensaje espiritual durante la reunión del 1 de diciembre en la región de Veréh. García viajó más de 20 horas para asistir. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]

Más de 100 personas se reunieron durante la visita especial de diciembre de los líderes de la iglesia, y muchos de ellos viajaron tres, cuatro, ocho o aún más horas para asistir. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
Más de cien familias recibieron paquetes de arroz, legumbres, pasta, harina de maíz, azúcar, aceite y artículos de higiene. Pero para muchos, el propósito más profundo fueron los cultos y la camaradería.

El pastor Jeremy Espinoza, presidente de la Misión Caribe de Costa Rica, ora durante la reunión especial en Veréh, desde donde supervisa el ministerio en la provincia de Limón y la región de Turrialba. [Fotografía: Erich Stevens/DIA]
Cada sábado, la líder laica Maritza Masís y su marido Alonso realizan viajes igualmente accidentados para dirigir el culto en una propiedad en una colina en Veréh, donde un refugio sencillo de lonas y cuerdas —con tocones de árboles como bancos— sirve como lugar de reunión temporal hasta que se pueda construir una iglesia permanente.

La líder laica Maritza Masís y su marido Alonso ofrecen adoración y apoyo semanales a familias indígenas de Veréh y las comunidades de montaña vecinas. [Fotografía: Erich Stevens/DIA]
“Dejé mi hogar, mi trabajo, mi familia y todo lo que tenía para predicar el evangelio”, dijo Masís. “Cristo viene pronto, y aquí es donde Dios nos envió”.
Sin agua corriente ni electricidad, la pareja depende de Dios y de donaciones ocasionales. “Dependemos completamente de Dios, y él nunca nos ha fallado”, añadió Masís.

María Marcel y su hijo Nasario caminaron tres horas hasta la reunión de diciembre, donde líderes adventistas se reunieron con familias indígenas en las montañas de Talamanca. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
Mass inició el grupo de adoración invitando a los transeúntes cerca de su casa. “Poco a poco, el grupo comenzó a crecer”, recordó. Hoy enseña lo que llama el mensaje de salvación mediante los libros de Daniel, el Apocalipsis y los Evangelios.

Manuel y Mari Venegas se preparan para volver a casa en su caballo Tormento tras el culto en Veréh, donde los estudios bíblicos los llevaron a unirse a la Iglesia Adventista. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
Muchos se sacrifican enormemente para asistir. María Marcel, de 81 años, que sufre dolor de cadera, caminó tres horas con su hijo Nasario desde Bajo Joquí para asistir al culto.
Manuel y Mari Venegas llegaron a caballo para participar del culto y visitar a líderes y compañeros en la fe; tras completar estudios bíblicos dirigidos por Masís, se convirtieron en miembros de la Iglesia Adventista.

Diana Salazar (centro) y Melkin Suárez (derecha), que se ofrecen como voluntarios cada año en la campaña, reparten juguetes y dulces a los niños de la comunidad de Cabécar el pasado 2 de diciembre. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
Belkis Archbold, jubilada de la División Interamericana, que se unió a la campaña hace cinco años, dijo que regresa cada año a pesar de los desafíos.

Durante su quinto año apoyando la labor comunitaria en pro de los indígenas, la jubilada Belkis Archbold habla con niños de la comunidad de Cabécar el pasado 2 de diciembre de 2025. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
Una misión de compromiso a largo plazo
La iniciativa está coordinada por la Unión Costarricense, en colaboración con la Misión del Caribe de Costa Rica, las iglesias locales y los esfuerzos de alfabetización y desarrollo apoyados por ADRA. Marín subrayó que esta obra no es un proyecto a corto plazo, sino una misión a largo plazo basada en la presencia, la comprensión cultural y el servicio.

El pastor Ricardo Marín habla con una niña mientras transmite un mensaje a la comunidad de Cabécar durante la iniciativa del pasado 2 de diciembre de 2025. [Fotografía: Erich Stevens/DIA]
Enseñar a la gente a que aprenda a leer usando la Biblia ha abierto nuevas puertas para la evangelización y el discipulado, dijo Marín. “Por medio de la alfabetización, la gente se acerca más a la Palabra y a la iglesia”.

Los niños reciben snacks y juguetes de Olga de Marín durante una visita especial al Campamento Adventista Grano de Oro, donde familias indígenas llegaron para recoger nuevas botas de goma y cestas de comida el 1 de diciembre de 2025. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
Están surgiendo líderes indígenas formados para sostener el trabajo. Uno de ellos es Melvin Madriz, de 27 años, estudiante de teología de la comunidad de Cabécar que pronto terminará su carrera y regresará al ministerio a tiempo completo en las montañas. Dirige estudios bíblicos en español y cabécar. “Todo ha sido un cambio para mí”, dijo. “Un desafío que está brindando grandes oportunidades para llegar más allá con el evangelio… y la segunda venida de Jesús”.

Melvin Madriz, estudiante de teología y quien creció en el territorio de Cabécar, ahora dirige estudios bíblicos en la misma comunidad indígena donde se crio con su familia. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]

El pastor Álvaro Figueroa está con su esposa Judith y sus hijos —Kevin (izquierda), Kelly (segundo desde la derecha) y Daniel (derecha)— frente a su casa, donde viven y ministran en la iglesia adventista del campamento adventista Grano de Oro y atienden a ocho congregaciones indígenas en la región montañosa. [Fotografía: Libna Stevens/DIA]
“Esto no es algo improvisado”, dijo. “Es un interés serio, deliberado y cuidadosamente planificado por parte de la iglesia”.

Los participantes en el proyecto de alcance comunitario a los indígenas se reúnen para una fotografía grupal el pasado 1 de diciembre de 2025 en la región de Veréh, donde líderes y voluntarios adventistas prestaron servicios a familias locales. [Fotografía: Erich Stevens/DIA]
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Traducción de Marcos Paseggi