24 de agosto del 2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Hola amigos. ¿Alguna vez se han preguntado si la Biblia es realmente cierta? ¿Podemos realmente confiar en lo que dice? Afortunadamente, Dios nos ha dado mucha evidencia en la que podemos basar nuestra fe.
Pensemos en el apóstol Pedro, que pasó más de tres años con Jesús mismo, caminando con Él, hablando con Él e incluso viéndolo glorificado en el Monte de la Transfiguración.
Y, sin embargo, Pedro nos dice que estas manifestaciones físicas no son la evidencia más fuerte de la fe. En cambio, escribe: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).
Hoy, daremos una mirada breve a la profecía de mayor tiempo dada en la Biblia y veremos cómo se ha cumplido notablemente y por qué es importante que la entendamos hoy.
Continuando en nuestro recorrido por el libro El Conflicto de los Siglos, seguiremos los pasos de Guillermo Miller, quien quedó asombrado mientras estudiaba cuidadosamente su Biblia versículo por versículo. Al llegar a Daniel 8:14, leyó donde el profeta Daniel escuchó una voz celestial que decía: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”.
Decidido a aprender el significado de esta profecía, Miller pidió a Dios que lo guiara mientras continuaba con su práctica de comparar escritura con escritura con su concordancia en mano. Usando este método y mientras leía Números 14:34 y Ezequiel 4:6, Miller aprendió que un día en la profecía simbólica representa un año. Aplicando este principio, se dio cuenta de que el período de 2300 días proféticos en realidad representaba 2300 años literales. Por lo tanto, el santuario al que se refiere Daniel 8:14 no podría ser el santuario judío del Antiguo Testamento.
Miller siguió el pensamiento generalmente aceptado de la época, de que en la era cristiana la tierra misma era el santuario. Por lo tanto, razonó, la purificación del santuario debe significar que la tierra sería purificada por fuego en la segunda venida de Cristo.
Cada vez más entusiasmado, Miller concluyó que si podía encontrar el punto de partida correcto para los 2300 días, sabría cuándo terminaría ese período y cuándo vendría Jesús.
Con una nueva y más profunda dedicación, Miller continuó estudiando las profecías. No encontró ninguna pista en Daniel 8 sobre cuándo comenzó la profecía de los 2300 días. Sin embargo, en el capítulo 9 la secuencia temporal comenzó a desarrollarse.
Después de la hermosa oración de Daniel, vemos al ángel Gabriel volar rápidamente en ayuda de Daniel, diciéndole que había venido para ayudarlo a comprender la visión. Comenzando en el versículo 24 leemos:
«Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas… Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí… Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.” (Daniel 9:24-27).
¿Qué significaba? Al estudiar el pasaje detenidamente, Guillermo Miller comprendió que las setenta semanas proféticas de las que habló el ángel representaban 490 años literales. También se dio cuenta de que la palabra “determinadas” en este versículo significa literalmente «cortadas». ¿Pero de qué fueron separadas?
Elena de White explica: “Como los 2300 días son el único período de tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte de los 2.300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos” (CS 325.4).
Noten que en Daniel 9:25 el ángel declaró que las setenta semanas comenzaron con el mandamiento de restaurar y edificar Jerusalén. Continuando con su búsqueda, Miller encontró la respuesta de cuándo ocurrió esto, en Esdras 7:12-26. Si bien hubo decretos preliminares, la historia confirma que el decreto más completo para restaurar y reconstruir Jerusalén fue emitido por Artajerjes, rey de Persia, en el año 457 a.C.
Ahora que tenemos la fecha inicial de 457 a.C., el resto de la profecía encaja perfectamente al aplicar el principio profético de día-año. Tal como el ángel había explicado en Daniel 9:25, habría “siete semanas y sesenta y dos semanas” o 483 años, hasta el Mesías. La palabra «Mesías» significa «el Ungido», y en el otoño del año 27 d.C. Cristo fue bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu.
El ángel explicó que Él, refiriéndose a Jesús, “confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (v. 27), y lo haría siendo «cortado”, “quitará la vida al Mesías, mas no por sí” (v. 26).
Esto representa el tiempo del ministerio de Cristo en la tierra, seguido de Su crucifixión tres años y medio después. Nuevamente, esta profecía se cumplió justo a tiempo, cuando Cristo fue crucificado en el año 31 d.C. Los tres años y medio restantes de esta semana profética terminaron con el rechazo final del evangelio por parte de los líderes judíos mediante la lapidación de Esteban en el año 34 d.C. Fue entonces cuando el mensaje del Evangelio se extendió al mundo entero.
Asombrado por el cumplimiento exacto de la profecía hasta el momento, Guillermo Miller se dio cuenta de que con estos datos en la mano, bastaría un simple cálculo matemático para saber cuándo terminarían los 2300 días. Puesto que la profecía indicó que las setenta semanas, o 490 días, serían cortadas de los 2300, eso dejó 1810 días proféticos, o años literales. Desde el año 34 d.C., 1810 años se extienden hasta el año 1844 d.C. En consecuencia, los 2300 días de Daniel 8:14 terminan en 1844.
Asombrado, Guillermo Miller se dio cuenta de que había descubierto mucho más de lo que había previsto al comenzar su cuidadoso viaje de estudio de la Biblia. Por supuesto, hoy nos damos cuenta de que Jesús no regresó a la tierra en 1844. Entonces, ¿falló esta asombrosa profecía al final? Absolutamente no.
A medida que sigamos profundizando en esta asombrosa profecía, nos daremos cuenta de que es mucho más que sólo números, fechas o hechos históricos. Veremos que Dios nos está hablando directamente, recordándonos que nuestros tiempos están en sus manos (Sal. 31:15), que Su reino domina sobre todo (Sal. 103:19) y que “no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).
Sé que para algunos de ustedes esta profecía puede ser muy nueva. Otros pueden estar familiarizados con ella y, sin embargo, les gustaría entenderla mejor. Quiero animar a cada uno de ustedes, si aún no lo han hecho, a descargar el libro, El Conflicto de los Siglos, en la URL, greatcontroversyproject.org, donde pueden estudiar esta profecía bíblica. más en profundidad. Otro excelente recurso para estudiar la profecía bíblica se puede encontrar en itiswritten.study. [Insert: itiswritten.study].
Amigos, para finalizar, los invito a orar conmigo ahora mismo.
Padre amoroso. Gracias por revelar secretos e información especiales a tu pueblo a través de los profetas que has designado. Te pedimos que nos ayudes a darnos cuenta de que vivimos en el fin de los tiempos. No hay más profecías de tiempo. Después de 1844, vivimos justo antes del pronto regreso de Jesús. Ayúdanos a interesarnos en la Biblia, en sus profecías y en su aplicación práctica en nuestras vidas mientras compartimos con otros las buenas nuevas de que Jesús ha pagado el precio de la vida eterna por nosotros mediante Su muerte, Su resurrección y Su ministerio de Intercesión en el lugar santísimo del santuario celestial ahora mismo, y que pronto se quitará sus vestiduras sacerdotales y se pondrá sus vestiduras reales y vendrá a llevarnos a casa en el momento de su segunda venida.
Gracias por escucharnos y por revelarnos tanto a través de la Biblia. Ayúdanos a ser estudiantes de la Biblia enfocados en tu Palabra. En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.