29 de marzo, 2011 – Silver Spring, Maryland, Estados Unidos…Ted N. C. Wilson
Una de las mayores preguntas que enfrenta la iglesia adventista del séptimo día hoy es, ¿Estamos dispuestos a lanzarnos fuera de nuestra zona de comodidad para permitirle a Dios hacer lo que es necesario para preparar a cada uno de nosotros para un verdadero reavivamiento personal y corporativo, para un cambio o reforma en nuestras vidas al llegar más y más semejantes a Jesús, y para recibir la lluvia tardía?
Todo esto es sólo a través del poder del Espíritu Santo. La respuesta a esta pregunta es su elección y la mía. Como todos sabemos, Dios no nos forzará a cumplir con su voluntad. El invita, anima, y, sí, persiste con nosotros para que respondamos a su consejo y deseos. En los últimos meses el llamado para reavivamiento y reforma ha llegado a la iglesia en todo el mundo a través de nuestros líderes de iglesia. ¿Cuál ha sido tu reacción?
Hace más de 100 años, Elena G. de White, la sierva del Señor, dijo, «Un reavivamiento de la verdadera piedad entre nosotros es la mayor y más urgente necesidad. Buscar ésta debería ser nuestro primer trabajo» (RH, 22 de marzo, 1887).
Es aún nuestra mayor necesidad, y será aún nuestro primer trabajo, porque Jesús no ha venido. ¿Cómo, entonces, aproximaremos a nuestro primer trabajo y comprenderemos nuestra mayor necesidad? El modelo de iglesia apostólica, al prepararnos para el Pentecostés, nos ayuda en la actualidad.
Antes de ascender al cielo, Jesús les dijo a sus discípulos que recibirían poder para cumplir la misión que él les había dado. En Lucas 24:49 (NVI) él dijo, «Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto».
Tales palabras están reforzadas en Hechos 1:5,8 (NVI), «Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo. Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
Jesús dijo a los discípulos de regresar a Jerusalén y esperar por el poder que vendría sobre ellos del Padre. El período de espera fue cerca de 10 días, pero ellos no pusieron sus pies sobre el escritorio para esperar en ociosidad. Fue, más bien, un tiempo de preparación intensa. Lucas nos da un ligero vistazo de lo que se hizo: «Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María» (Hechos 1:14 (NVI). Él hace esta observación adicional, «Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos juntos en el mismo lugar» (Hechos 2:1 NVI).
Elena G. de White va más allá al explicar esta experiencia completa: «Fue por la confesión y el perdón de los pecados, por la oración vehemente y consagración personal a Dios, que los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, sólo en un grado mayor, debe ser hecha ahora» (TM, p. 507 del inglés).
Tenemos las órdenes. Dios está esperando para derramar su Espíritu Santo sobre su pueblo remanente que le dará poder para terminar la obra de predicar los mensajes de los tres ángeles. La obra hecha por los discípulos debe ser hecha por nosotros, sólo que en mayor grado. No podemos recibir este poder a menos que estemos dispuestos a salir de nuestra zona de comodidad y permitir al Espíritu hacer el trabajo dentro de nosotros que nos colocará en una posición para recibir el poder. ¿Qué es el trabajo que tenemos que hacer? Confesar, se nos dice, perdón de los pecados, vehemente oración, y consagrarnos a Dios.
Todavía debemos responder la pregunta, ¿Estamos dispuestos a lanzarnos de nuestra zona de comodidad y confesar y abandonar nuestros pecados, orar con vehemencia por nosotros mismos y con nuestros hermanos y hermanas por el poder prometido, y consagrarnos nosotros mismos a Dios y a él solamente? Sólo usted y yo podemos contestar esta pregunta en forma personal.
En mensajes subsiguientes insistiremos más en la experiencia de los discípulos cuando se preparaban para el Día de Pentecostés. Lucas nos dice que ellos se reunieron para orar. Pero, ¿qué más hicieron? Es una clave por lo que Dios quiere que hagamos al insistir con el Señor por reavivamiento, reforma, y la lluvia tardía del Espíritu Santo en anticipación a la pronta venida de Cristo.
–Ted N. C. Wilson es el presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a nivel mundial.
Traductora: Aleida T. Romero