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En una remota población en Papúa, Nueva Guinea, fui testigo del poder transformador de Dios.

5 de agosto de 2024 | Gumine, Papúa, Nueva Guinea | Mosa Mafileo, para Adventist Record

En el remoto poblado de Gumine, Papúa Nueva Guinea, observamos el desenvolvimiento de una jornada transformativa bajo la orientación de pastores y ministros laicos. Realizaban activamente labor de mentoría en favor de un grupo de hombres conflictivos conocidos en la comunidad como narcotraficantes. Juntamente con el presidente de la Asociación Norte de Nueva Zelanda, Bob Larsen, tuve la oportunidad de tener contacto con estas personas, al dirigir una sesión de asesoramiento para abordar sus luchas y problemas.

Apoyándome en mis propias experiencias pasadas al luchar contra la adicción a las drogas, les hablé acerca del profundo impacto que había tenido en mi vida una relación con Jesús. Mi testimonio hizo eco en esos hombres, encendiendo una chispa de esperanza en ellos. Alentados por nuestras discusiones comenzaron a asistir a las sesiones nocturnas PGN (Papúa Nueva Guinea) por Cristo, dirigidas por el presidente Larsen y yo.

En una aldea remota de Papúa Nueva Guinea, un grupo de hombres con problemas, conocidos en la comunidad como traficantes de drogas, decidieron recientemente dejar atrás su pasado y aceptar a Jesús. [Foto: Adventist Record]

En un notable giro de acontecimientos en la semana siguiente, estos hombres se acercaron a nosotros con un sincero deseo de ser transformados. Expresaron entonces un deseo colectivo de liberarse simbólicamente de su pasado, quemando todas las plantas de mariguana enfrente de todo el poblado. Este acto significó un profundo compromiso de dejar atrás su vida pasada de oscuridad y de emprender un nuevo camino guiados por la fe.

Más aun, su recién encontrada convicción los guio a expresar su disposición a recibir el bautismo, declarando con ello públicamente su lealtad a Cristo Jesús. Esta decisión marcó un hito significativo en su jornada espiritual. A través de los dedicados esfuerzos de sus pastores, el poder de testimonios escuchados y la obra de la gracia divina, estos once hombres anteriormente perturbados, encontraron el valor para confrontar su pasado e iniciar una jornada llena de esperanza y propósito. Su historia es todo un testamento en cuanto al poder transformador de la fe y el apoyo de la comunidad, demostrando con ello que nadie está más allá de la posibilidad de redención cuando es guiado por el amor y la compasión.

Al reunirse la comunidad para el servicio de adoración, un aura sacra envolvía la atmósfera. En medio de los himnos y oraciones, resonaba una profunda declaración: “¡Basta, basta ya!” En un valiente gesto de arrepentimiento, los narcotraficantes eligieron confrontar su pasado. Encendieron entonces una hoguera, envolviendo en llamas sus plantas de mariguana en un acto simbólico de desprenderse de las cadenas de adicción y oscuridad.

En medio del resplandor del fuego, se desenvolvía una poderosa transformación. Esos hombres, una vez atados con las cadenas del vicio, estaban ahora liberados, con el corazón ardiendo en la flama de su recién descubierta fe. Al día siguiente recibieron todos ellos el bautismo, proclamando públicamente sus devoción a Jesús y su amor por él.

En Lucas 19:10 leemos lo siguiente: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (NIV). A través de esta extraordinaria jornada, estos hombres encarnan la esencia de la misión divina. Son un testimonio de la infinita gracia y poder transformador de Dios —un recordativo de que ninguna persona está más allá de la gracia redentora, ni hay oscuridad tan profunda que no pueda ser penetrada por la luz del amor.

Presenciar la profunda transformación de estos hombres conflictivos en Gumine fue una bendición sin paralelo que me llenó de gozo inmensurable. El ser testigo de su jornada de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la liberación, tocó muy profundamente mi corazón. Fue una afirmación del increíble poder de la gracia, fe, redención y resiliencia. El haber sido capaz de compartir con ellos mis luchas y ser testigo de primera mano del poder transformador del amor de Dios, fue un privilegio sin medida. En esos momentos me sentí profundamente bendecido por haber sido parte de algo mucho más grande que yo y por haber sido testigo de la hermosura de la restauración divina y de su inmensurable gracia.

Mosa Mafileo es un pastor de iglesia que presta sus servicios en la Asociación Norte de Nueva Zelanda- Recientemente presentó mensajes en la Misión Highlands Simbu Oriental durante el programa PNG por Cristo.

La versión original de esta noticia fue publicada por Adventist Record.

Traducción – Gloria A. Castrejón

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