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Un argumento en favor de la doctrina bíblica de la Creación

26 de septiembre de 2024 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Timothy G. Standish

“Porque la única pieza de la verdadera sabiduría es conocer esa idea, que por sí misma lo gobernará todo en cada ocasión”.1—Heráclito (540-480 a. C.)

¿Por qué razón el anciano y enfermo filósofo llamado Heráclito se enterró en estiércol antes de morir, aproximadamente 480 años a.C.? Creía este filósofo que, si se trataba con excremento, se curaría su hidropesía (edema). Lo que una persona piensa puede desarrollarse en formas por demás interesantes; algunas veces tristes, algunas veces magnificentes. Tengo la esperanza de que mis creencias no corran la misma suerte sufrida por Heráclito.

Como cristiano que está haciendo el imperfecto intento de ser un creyente en la Biblia, sé bien que mis creencias no solo ejercen un impacto sobre mis acciones; sino que impactan mi entera percepción del mundo. Y, al haber sido entrenado como darwinista —todos los biólogos entrenados secularmente lo son—, entiendo que la creencia de que la lucha por la sobrevivencia y el exceso de capacidad reproductora, combinados a través de la maravilla de la selección natural, lo hacen todo, desde las fragantes flores de azahar, hasta los nobles elefantes y los innumerables organismos unicelulares marinos, además de a mí mismo. Este sistema de creencia ve a los organismos, o a sus componentes, como egoístas; dedicados solamente a su propia sobrevivencia. Pero, ¿se puede realmente confirmar lo anterior cuando observamos la vida y el resto de la creación? ¿Sería de hecho posible la vida bajo semejante premisa? La lucha y la competencia es lo que se requiere que vean los darwinistas; hasta es posible que piensen, como lo pensó Darwin, que “hay grandeza en esta perspectiva de la vida”.2

No estoy de acuerdo. No hay ninguna grandeza en creer que billones de organismos sufrieron, lucharon y murieron para traerme a mí a la existencia. Es horripilante y existe una mucho más bella y obviamente real alternativa. Un creyente en la Biblia observa la creación y tiene la libertad de ver la obra del infinito Dios Creador en la evidencia empírica. La Biblia presenta múltiples testimonios oculares del infinito Dios Creador cuyas acciones pueden observarse y quien ultimadamente vino a su creación como uno de nosotros. Los darwinistas, como los epicúreos de antaño, recurren a un tiempo y espacio infinitos que hacen imposibles la observación o los testimonios de testigos. Pero no hay espacio ni tiempo infinito con los cuales trabajar. Si hubiera elementos infinitos que lo pudieran explicar todo, la ciencia no sería un instrumento productivo para comprender la realidad, porque cada cosa podría, de la misma manera, ser un producto del puro azar como todo lo demás.

Cooperación, no competencia

La Biblia presenta a los cristianos como parte de un organismo integrado, que es la iglesia, formado por diversos individuos que trabajan juntos de la misma manera como cooperan las partes de nuestro cuerpo creado (ver 1 Cor. 12:12-27). Si la iglesia de Dios es de esa manera, ¿por qué no lo sería así el resto de la creación? De hecho, cuando se observa la vida, comenzando con los componentes moleculares de las máquinas celulares, hasta llegar a enteros ecosistemas, cada cosa obra como un todo integrado. Las abejas no luchan en contra de las flores más de lo que las flores luchan contra las abejas cuando las tales llegan a polinizarlas. Ambas son interdependientes, beneficiándose las unas de las otras a partir de su relación compartida, El registro bíblico del actual origen de la vida revela que la interdependencia y la cooperación son parte del plan que se originó en la mente de Dios.

La comprensión de que la vida fue creada como parte de un robusto e integrado sistema, en vez de a través de una interminable lucha por la existencia por parte de organismos autónomos en una lucha a muerte con el resto de la creación, me ha llevado a observar mucho más en la naturaleza que lo que podría haber descubierto de otra manera. Completos ciclos ecológicos son el resultado de una gloriosa y bella interdependencia mutua. Personalmente, uno de mis favoritos ha sido el exquisito ciclo global del nitrógeno, mediado por numerosos organismos microscópicos interdependientes que hacen no solamente posible la existencia de toda otra vida, sino una viviente, sensible y abundante realidad.3

Realmente, la cooperación y la interdependencia son los principios que sustentan la vida, permitiéndole su existencia y su desarrollo y progreso. En otras palabras, el principio tras el cual iba en busca Heráclito, aquel que gobierna todas las cosas en cada ocasión, es ultimadamente la característica central del Creador mismo: el amor. El comprender este principio central de la vida y, por tanto, la exquisita belleza que existe para que nosotros la descubramos, requiere, en primer lugar, creer en el Creador.
Anselmo de Canterbury lo puso de esta manera:
“No procuro entender a fin de poder creer; más bien, creo a fin de poder entender”. 4

Timothy G. Standish es un científico senior del Instituto de Investigación de Geociencias.


1 Diógenes Laercio, The Life of Heraclitus II (La vida de Heráclito II), Libro IX, pp. 376-382, inC. D. Yonge, trans., The Lives and Opinions of Eminent Philosophers (Las vidas y opiniones de eminentes filósofos) (Londres: George Bell and Sons, 1901), p. 376.

2 Charles R. Darwin, On the Origin of Species (El origen de las especies) (Londres: John Murray, 1859), p. 490.

3 H. A. Zuill y T. G. Standish, “Irreducible Interdependence: An IC-like Ecological Property Potentially Illustrated by the Nitrogen Cycle”( Interdependencia irreductible: Una propiedad ecológica similar a IC (CI) potencialmente ilustrada por el ciclo del nitrógeno) Origins (Orígenes) 60 (2007): 6-40.

4Neque enim quaero intelligere ut credam, sed credo ut intelligam” (No procuro entender a fin de poder creer; más bien, creo a fin de poder entender)

Traducción – Gloria A. Castrejón

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