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Dios protege a jovencito de un vehículo y de un pistolero

25 de agosto de 2025 | Míchigan, Estados Unidos | Laurie Snyman

Hay una creencia dentro del vudú haitiano, que indica que la gente puede aprovechar el poder de los espíritus del mal para hacer daño a aquellos con quienes tienen problemas. Genevieve, la madre de Carlot, apoyándose en su crianza cristiana, diseñó un plan para proteger a Carlot de la energía negativa de las maldiciones supuestamente pronunciadas sobre su hijo, por parte de la esposa de su padre y miembros de la familia. Animó a Carlot a enfocar su atención en versos inspiradores de la Biblia, cultivando la fe de Carlot al enseñarle alentadoras promesas de Dios. Y Carlot encontró paz al reclamar para sí esas promesas.

Cada mañana, después de dejar la casa, Genevieve oraba por la seguridad de su hijo. Ella vendía ropa en las cálidas, polvorientas y bulliciosas calles de Puerto Príncipe, Haití y con frecuencia dejaba solo en la casa a Carlot todo el día, al cuidado de su hermano mayor. Preocupada por su seguridad, le pidió que se quedara siempre dentro de la pequeña choza, advirtiéndole que nunca saliera por ninguna razón, excepto por cuestión de incendio.

Pero un día, Carlot desobedeció a su madre. Vio a algunos muchachos jugando fútbol en la calle frente a su casa y pensó, Podría jugar con ellos un poquito y regresar a la casa antes de que regrese mi mamá. Así que abrió la puerta y corrió hacia la calle, viendo solamente en dirección de los niños que jugaban. Iba tan de prisa, que no se dio cuenta del automóvil que venía en dirección hacia él. El chirrido de los frenos resonó fuertemente al intentar el vehículo parar en medio del camino. El pequeño cuerpo de Carlot yacía inmóvil en medio de la calle.

Vecinos y extraños acudieron a ver qué había ocurrido. Más gente se reunió formando una multitud curiosa para ver lo que había pasado cuando Carlot se incorporó. Él simplemente recobró la conciencia, sin darse cuenta de lo que estaba pasando. El frente de la rueda del carro se había detenido solamente a una pulgada de su pequeña cabeza. No había manchas de sangre en su cabeza, ni ninguna otra señal de herida. “Pero, si no fue lastimado, ¿por qué ha estado inmóvil, inconsciente en la calle?”, comenzó a exclamar la gente. Carlot aparentemente se había desmayado al precipitarse en la calle, probablemente por hambre; y esto lo había salvado de haber sido atropellado. Había estado inconsciente durante solamente un minuto o menos. Levantándose sin más, Carlot regresó a su casa completamente ileso.

Unas semanas después, Carlot despertó muy temprano una mañana con la necesidad de ir a las letrinas públicas. No había en su casa servicio de agua corriente, ni inodoro, ni tampoco lo había en las otras casas en esos barrios marginados, así que todas las personas tenían que usar las letrinas públicas ubicadas a varias cuadras de distancia. Al dirigirse a la zona en donde estaban las letrinas, escuchó un fuerte “pop, pop, pop”.

Tratando sus ojos de ajustarse a la oscuridad, Carlot podía ver a un hombre ya muy cerca, apuntando una pistola en su dirección. Se apoyó contra el edificio que tenía detrás, sin mover un solo músculo. El hombre miró hacia donde se encontraba, pero no fijó su vista en él. Era como si el hombre no pudiera verlo. El hombre apuntó su arma, listo para disparar sobre cualquier persona que pudiera encontrar caminando en las calles, con sus ojos moviéndose rápidamente de un lado a otro en busca de una nueva víctima. Algo (o Alguien) evidentemente bloqueó la vista de ese hombre para que no viera a Carlot, quien permanecía a menos de una cuadra de distancia. El hombre, quien sostenía la pistola como si fuera a dispararla, la movía de izquierda a derecha, pero no veía ningún blanco, Entonces el hombre dio vuelta a la cuadra y caminó por el otro lado del siguiente edificio, dando con ello a Carlot la oportunidad de escapar. El muchacho corrió sin parar todo el camino rumbo a su casa.

En la mañana, fuertes lamentos podían escucharse por todo el vecindario mientras la gente descubría los cuerpos de amigos y seres queridos que yacían en las calles. Carlot supo entonces que había ocurrido un levantamiento en armas esa noche. El hombre aquel, frustrado por una ley que el gobierno había impuesto el día anterior, había disparado contra mucha gente inocente.

Carlot había memorizado algunos maravillosos versículos acerca de la protección de Dios y cree que Dios lo protegió del accidente con el carro y del hombre armado. “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).

Laurie Denski-Snyman fue durante 30 años una trabajadora social en una práctica privada de asesoría y prestó sus servicios como asistente de la Asociación Ministerial en la Asociación de Míchigan antes de jubilarse el año pasado.

Traducción – Gloria A. Castrejón