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1 de septiembre de 2025 | Florida, Estados Unidos | Shelby Mulholland, Noticias de AdventHealth

Los alimentos ultraprocesados se han arraigado profundamente en las rutinas diarias, haciéndose presentes cada vez más en despensas, loncheras y refrigerios en las últimas décadas.

Estos alimentos están en todas partes, y la creciente evidencia clínica sugiere que pueden estar causando aún más daño de lo que se creía anteriormente, con consecuencias que van más allá de la salud física para afectar la salud integral de una persona.

Estudios recientes han relacionado las dietas ricas en alimentos ultraprocesados con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, enfermedad de Parkinson, obesidad, adicción a la comida e incluso ansiedad, depresión y problemas para dormir.

Si bien los hallazgos pueden parecer alarmantes, los expertos en nutrición enfatizan que comprender qué califica como ultraprocesado, así como la forma en que esos alimentos afectan al cuerpo, es un paso importante hacia opciones más saludables.

Karen Corbin, científica nutricionista reconocida a nivel nacional, escritora e investigadora asociada en el Instituto de Investigación Traslacional de AdventHealth, analiza los efectos de la comida rápida en la salud. [Fotografía: Noticias de AdventHealth]

Karen Corbin es una científica nutricionista reconocida a nivel nacional, escritora e investigadora asociada en el Instituto de Investigación Traslacional de AdventHealth. Además de su experiencia en metabolismo, microbioma intestinal y nutrición personalizada, Corbin se especializa en traducir investigaciones científicas complejas a conocimientos prácticos y relacionables. Su estudio innovador, publicado en Nature Communications, demostró que una dieta respetuosa del microbioma y baja en alimentos procesados puede conducir a una reducción de la absorción de calorías, ofreciendo una nueva perspectiva sobre las estrategias de control de peso.

“Los alimentos ultraprocesados han cambiado más que tan solo la forma en que comemos: han cambiado por completo la forma en que nuestros cuerpos responden a los alimentos”, dijo Corbin. “Pueden interrumpir las señales entre el intestino y el cerebro, afectando el apetito, el estado de ánimo e incluso nuestra capacidad para reconocer la saciedad. No se trata solo de calorías; se trata de cómo se procesan y perciben esas calorías. La dieta tiene un efecto dominó sobre la salud integral, influyendo en el bienestar físico, mental e incluso espiritual. La conexión de toda la persona es innegable”.

“Los alimentos ultraprocesados están diseñados para la vida útil, la conveniencia y el sabor, a veces a expensas de la nutrición”, dijo Corbin. “Se pueden fabricar con ingredientes que probablemente no encontrará en la cocina de una casa, como colorantes artificiales, potenciadores del sabor, conservantes y edulcorantes agregados que tienen efectos conocidos y desconocidos a largo plazo”.

Los ejemplos de alimentos ultraprocesados incluyen los yogures saborizados, cereales endulzados, las barras energéticas y proteicas, los panes envasados, los pasteles, las bebidas azucaradas y algunas comidas congeladas.

Incluso los alimentos comercializados como saludables, como las golosinas de frutas “reales” o los refrigerios proteicos, pueden ser altamente procesados, por lo que es importante leer y comprender las etiquetas nutricionales.

Cuando las dietas ricas en alimentos ultraprocesados se convierten en la norma, pueden tener efectos generalizados sobre la salud integral de la persona, según muestra la investigación.

“Es importante dialogar sobre los alimentos ultraprocesados, pero es necesario tener matices”, dijo Corbin. “Con moderación, esos alimentos pueden ser funcionales cuando los alimentos integrales no están disponibles o no son prácticos. También son fundamentales para planificar con anticipación emergencias, como eventos climáticos. Comprender el contexto es clave para tomar decisiones basadas en buena información y equilibradas”.

Ese contexto incluye quién está comiendo la comida, no solo la comida en sí.

“La nutrición no es única para todos”, expresó. “El impacto de los alimentos ultraprocesados puede variar según la genética de una persona, el microbioma intestinal, la dieta general e incluso factores como el sexo y el origen étnico”.

La buena noticia es que mejorar la dieta no requiere eliminar por completo los alimentos ultraprocesados. En cambio, Corbin fomenta un enfoque reflexivo, paso a paso, para desarrollar mejores hábitos, una comida o un refrigerio a la vez.

“Comience por elegir alimentos con ingredientes simples que sean reconocibles y algo que usaría en la cocina de su casa, incorporando más alimentos integrales y mínimamente procesados, como frutas, verduras, granos integrales, porotos frijoles y proteínas magras”, dijo Corbin. “Tenga en cuenta las palabras de moda del empaque como ‘natural’, ‘bajo en grasa’ o ‘fortificado’, que pueden no ser siempre tan naturales como parecen”.

No se trata solo de un estilo de vida rígido “desechado por un refrigerio o comida”. Una dieta equilibrada, dice, se trata de “patrones de elecciones para toda la vida”.

“Comprender lo que hay en nuestros alimentos ayuda a construir una base para las opciones que respaldan la salud a largo plazo de una manera que funcione para la vida única de cada persona”, expresó.

La versión original de esta noticia fue publicada en el sitio de noticias de AdventHealth.

Traducción de Marcos Paseggi