29 de septiembre de 2015 | John Bradshaw, orador y director, It Is Written
Si usted conduce desde el estado de Carolina del Norte hasta California, lo más probable es que viaje por la carretera Interestatal 40.
Por más útiles que resultan los carteles que marcan las millas mientras uno conduce, los carteles más importantes son las “señales ruteras”: esos escudos a menudo azules que le suelen asegurar que se encuentra en la dirección correcta.
Dios con frecuencia nos permite ver las “señales ruteras” proféticas, que ayudan a que su pueblo vea que está en la ruta profética correcta, dirigiéndose de manera firme hacia la segunda venida de Cristo.
El “viaje apostólico” de seis días de duración del Papa Francisco a los Estados Unidos es una de esas “señales ruteras”.
La ya estratosférica popularidad del Papa se ha incrementado gracias a la constante cobertura le otorgaron los incansables medios periodísticos. Casi cada medio significativo ha publicado perfiles detallados y extensos del Papa Francisco, y una compañía de cable ofreció todo un canal dedicado por completo a la cobertura de la visita papal. Antes de que completara su primer año como Papa, la revista Time lo bautizó “El Papa de la gente”. Un periodista de la secular Gran Bretaña opinó que “aun los ateos deberían orar por este Papa”, y un destacado periodista deportivo de los Estados Unidos declaró que “puede que este Papa hasta me convenza de regresar a la iglesia”. El periódico New York Times expresó que Francisco “ha logrado, en un breve período, una estatura global particular”.
Aunque el número de cristianos profesos en los Estados Unidos está declinando rápidamente, según el respetado Centro de Investigaciones Pew, el país ha abrazado a este líder religioso conservador. Un locutor declaró: “Todos aquí en Nueva York están entusiasmados” con la visita del Papa. Un conductor de noticias de cable felicitó a una colega al aire por la “maravillosa experiencia” que tuvo en esa “oportunidad única en la vida” de viajar con el Papa. Aunque el cristianismo suele ser desdeñado en los medios, este Papa ha sido agasajado como una estrella de rock. Francisco es impresionante.
El breve pontificado del Papa ha sido caracterizado no tanto por las enseñanzas doctrinales sino más por la compasión. Francisco ha enfatizado los temas sociales y humanitarios, a la vez que se ha mostrado humilde y bondadoso. El mundo aplaudió cuando un hombre de 53 años, que sufría una enfermedad conocida como neurofibromatosis, que le había desfigurado el rostro, viajó hasta el Vaticano y fue abrazado por el Papa Francisco. Aun su propio padre no se animaba a tocarlo, y el hombre más tarde expresó: “Sentí como que estaba en el Paraíso”. Una fotografía del Papa Francisco en la que besaba los pies tatuados de un joven delincuente en Roma circuló rápidamente en todo el mundo. Tales eventos son la regla y no la excepción del papado de Francisco.
El Papa Francisco ha sacudido a la Ciudad del Vaticano, definiendo el mensaje de la Iglesia Católica Romana como un mensaje de misericordia, y haciendo que el Vaticano sea una institución más abierta. Su decisión de optar por no vivir en el palacio papal y vivir en un humilde departamento, junto con ahora famosa frase “¿Quién soy yo para juzgar?”, hicieron mucho para poner un nuevo rostro en una iglesia que por años ha estado inmersa en escándalos. Un importante analista jesuita del National Catholic Reporter le dijo a la National Geographic: “Suelo decir en broma que la Escuela de Negocios de Harvard lo podría usar para enseñar a vender su marca”.
La significación más grande de la visita de Francisco a los Estados Unidos no está en lo que dice o hace. Como lo informó el Jerusalem Post: “Las relaciones del Vaticano con varios estados avanzan lentamente; las autoridades de la iglesia conocen la historia, y no suelen apresurar las cosas”. La mayor significación de esta visita papal se encuentra en el hecho de que se hizo realidad.
Es importante recordar que el hombre que ahora es celebrado como “el líder moral más grande del mundo” es también el líder político más influyente del mundo. Roma es tanto una iglesia como un estado, con ambiciones políticas que no pueden ser aisladas de sus ideales espirituales.
La Biblia predijo hace mucho el ascenso del papado al protagonismo mundial, llegando a predecir inclusive un tiempo cuando “todo el mundo se maravilló” tras la iglesia de Roma (Apocalipsis 13:3). La benigna disposición del Papa Francisco no cuenta toda la historia de su pontificado. El hombre que dijo: “¿Quién soy yo para juzgar?” es el líder de una iglesia que durante siglos ha tratado de ocupar el lugar de Dios en la tierra. La iglesia del “Papa de la gente” se reserve el derecho de perdonar los pecados, y Francisco llegó a declarar que la iglesia podría extender el perdón a las mujeres que han abortado, por un tiempo limitado y a discreción de cada sacerdote. Aun una lectura superficial de la Biblia revela que el perdón proviene de Dios por medio de Cristo, y no por medio de la iglesia por medio de los sacerdotes.
Añada los sacramentos, el celibato, la idolatría, la santidad del domingo, el papel de la tradición, el bautismo infantil, la función de María y otra cantidad de enseñanzas adicionales, y comenzaremos a entender por qué toda una era o historia —la era de la Reforma— lleva el nombre de un movimiento que se opuso a las enseñanzas de Roma. Francisco es el líder increíblemente popular de una iglesia que se coloca a sí misma como la fuerza política espiritual y política dominante en el mundo.
Elena G. White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, escribió hace muchos años que los protestantes de los Estados Unidos “serán los primeros en tender las manos a través de un doble abismo al […] poder romano”, y que “ese país marchará en las huellas de Roma, pisoteando los derechos de la conciencia” (El conflicto de los siglos, p. 574).
Ella también escribió: “Deróguense las medidas restrictivas impuestas en la actualidad por los gobiernos civiles y déjese a Roma que recupere su antiguo poder y se verán resucitar en el acto su tiranía y sus persecuciones” (El conflicto de los siglos, p. 552).
Aunque algunos podrían ignorar estas simples declaraciones, los eventos actuales indican que ellas jamás han resultado más confiables.
Mientras el mundo ve un hombre amable que insta a la humanidad a dar lo mejor de sí, y mientras que otros aguardan conteniendo el aliento que Francisco saque un conejo de la galera escatológica, ambos grupos no logran ver el bosque de los proverbiales árboles. Aunque me rehúso a la tentación de rendirme ante la predecible exageración de algunos frente a la visita de Francisco, los protestantes deberían ver con claridad que las profecías de los últimos días de la tierra están más cerca de cumplirse.
Nos estamos dirigiendo rápidamente hacia el oeste, desde Carolina del Norte hacia California. Las señales ruteras dicen: “40 Oeste”. Y aunque puede que no veamos con tanta claridad los pequeños carteles que marcan las millas, no hay duda de que estamos casi en casa.
Traducción de Marcos Paseggi