Kingston, Jamaica - 6 jul 2017
Andrew Carter disparó por primera vez un arma de fuego automática a los catorce años, cuando se unió a una pandilla callejera en Kingston, capital de Jamaica.
Pasó los siguientes 15 años de su vida hablando rudamente y balaceando personas mientras iba subiendo de rango hasta convertirse en el jefe de una banda dedicada a la venta ilegal de gasolina y mariguana.
Pero entonces, cierta noche, cuando varios amigos se encontraban conversando en el porche de la casa de Andrew, a uno de ellos se le disparó accidentalmente un arma automática en dirección al techo. No hubo lesionados, pero el incidente asustó mucho a Annette, la novia de Andrew, quien del susto hasta se cayó de la cama. Annette le rogó a Andrew que se mudaran a la casa de un tío de ella, en otra población.
Más o menos para ese tiempo, el hermano de Andrew, quien pertenecía a la misma pandilla, fue arrestado con el cargo de homicidio y recibió una sentencia de 20 años. Más tarde, dicho hermano murió en la prisión.
Andrew decidió comenzar una nueva vida.
“Lo abandoné todo cuando mi hermano fue a la cárcel”, dijo Andrew en una entrevista.
Andrew y su novia fueron entonces a vivir a la casa del tío mencionado y Andrew comenzó a trabajar como guardia de seguridad. Pasaron varios años y Annette dejó a Andrew para casarse con un hombre que radicaba en los Estados Unidos, así que Andrew ya no se quedó en casa del tío de Annette, sino que se mudó a una población en el otro extremo de la isla, en donde vivían varios de sus familiares. Allí encontró nuevamente un trabajo como guardia de seguridad.
Su tranquila vida actual se hizo pedazos en diciembre de 2015 cuando un primo suyo, al conversar con unos amigos, inadvertidamente mencionó sin pensar la historia de Andrew como gánster.
“Andrew no es lo que parece ser”, dijo el primo”. Él realmente fue un pandillero y balaceó personas.
La noticia se esparció rápidamente por el poblado. Trece hombres armados se dirigieron a la casa de Andrew, muy asustados y determinados a matarlo. Andrew los miró desdeñosamente por la ventana.
“Eran simples personas de pueblo y yo había crecido en un muy rudo gueto urbano”, dijo.
Se dirigió entonces a buscar sus armas para dispararles.
Pero la hermana de Andrew se había enterado del enfrentamiento y se apresuró a llegar a la casa de su hermano. Vio las armas que su hermano iba a utilizar y le rogó que no le disparara a nadie.
“Si tú les disparas, entonces yo y otros familiares ya no podremos vivir aquí”, le dijo. Creo que sería mejor que te fueras a otro lugar”.
Andrew deseaba proteger a su familia, así que puso algunas prendas de vestir en una mochila y salió valientemente por la puerta del frente. No les tenía miedo a los hombres armados que aguardaban en la calle.
“Desde que tenía catorce años se me enseñó a portar y disparar armas de fuego”, dijo. “Así que no tenía miedo”.
Aquellos hombres armados observaron silenciosamente mientras Andrew pasaba a su lado. Tampoco Andrew les dirigió una sola palabra.
No tenía un lugar a dónde ir, así que se regresó a Kingston, su lugar de nacimiento. Al no poder encontrar trabajo, durmió en una estación de autobuses durante dos meses y medio.
Entonces, cierto día, otro hombre también indigente le contó acerca del Good Samaritan Inn (Posada del Buen Samaritano). Este hombre le dijo que ese centro comunitario era patrocinado por la Iglesia Adventista del Séptimo Día y que ofrecía gratuitamente comida caliente, un lugar para darse un baño y lavar la ropa, además de camas para dormir.
Andrew no podía creer lo que veían sus ojos al notar toda una fila de hasta 300 personas alineadas para comer en el Good Samaritan Inn.
“Esta era la primera vez que veía que las personas recibieran alimento de esta manera!, dijo.
En el Good Samaritan Inn le proporcionaron una cama y muy pronto comenzó a trabajar en ese lugar como guardia de seguridad. Más tarde recibió estudios bíblicos y fue bautizado en el 2016.
A Andrew le encanta trabajar en el Good Samaritan Inn.
“Mi deseo es ayudar tanto como pueda”, dijo. “Me siento muy feliz de estar vivo y más feliz de lo que jamás hubiera soñado que fuera posible. Me da mucho gozo el poder ser capaz de dar a otros”.
Andrew ha vuelto a reconectar con sus familiares, incluyendo un hermano y una hermana que son adventistas. Le informaron que su madre se había bautizado en la Iglesia Adventista antes de morir, en el 2011. Tiene ahora 51 años y se está preparando para contraer matrimonio por primera vez.
“Estoy tratando se ser muy fiel y de poner toda mi confianza y fe en Dios”, dijo.
Parte de la Ofrenda de Decimotercer Sábado, en el 2015, se dedicó a la renovación del Good Samaritan Inn, en Kingston, Jamaica, y a expandir su labor para incluir ahora en centro médico y dental de servicio gratuito para personas sin hogar. Gracias por ayudar a que el Good Samaritan Inn pueda ayudar a personas tales como Andrew.
Traducción – Gloria A. Castrejón