José Fernando Molina y su familia, feliz, en Montevideo, Uruguay. En la fotografía, falta la hija más pequeña, que estaba durmiendo. [Fotografía: Sérgio Cassiano]

Cada día, unas cuarenta mil personas se ven forzadas a huir de sus países debido a la persecución, el conflicto o la violencia generalizada. En el presente, hay aproximadamente unos 79,5 millones de personas que se han visto desplazadas de sus lugares de origen. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR). En diciembre de 2019, se estimó que había unos 26 millones de refugiados esparcidos por el mundo.

El UNHCR dijo, en 2020, que la crisis de refugiados y migrantes en Venezuela debería ser considerada la segunda más grande del mundo detrás de la de Siria. En Venezuela, la crisis política, de los derechos humanos y socioeconómica está empeorando. Ya hay 1.809.872 personas de esa nación registradas oficialmente como migrantes, refugiados o desplazados.

José Fernando Molina y su familia son ejemplos típicos de la crisis. Las condiciones de vida en Venezuela se estaban tornando cada vez más complicadas, pero ellos aún se las arreglaban para ganarse la vida. Después de meses de planificación, dudas, preocupaciones y planificación, la familia comenzó un viaje a Uruguay en marzo de 2019.

El éxodo más grande de América Latina

Los venezolanos se han convertido en uno de los grupos más grandes de poblaciones desplazadas en el mundo, siguiendo la aceleración del éxodo masivo de 2016. Según el UNHCR, hay actualmente 4,5 millones de venezolanos en tránsito de sus hogares a otros lugares.

Por razones mayormente económicas, la mayoría escoge ir a otros países de la región. Colombia y Perú fueron los destinos finales de muchos. Sin embargo, actualmente, más de 37 mil se encuentran en Brasil, que ahora es el territorio con el número más grande de refugiados venezolanos reconocidos en América Latina.

¿Cuáles son los factores para un refugiado que lo llevan a escoger una nación como destino? Inicialmente, los factores fueron las leyes de cada país y los beneficios que dan. El idioma también juega un papel destacado en la elección final. Hasta el año pasado, por ejemplo, Brasil no era un destino tenido en cuenta por los venezolanos, porque la lengua era una difícil barrera. Debido a los cambios en las leyes de los países hispanos, que retiraron beneficios que antes otorgaban, muchos venezolanos comenzaron a migrar a Brasil.

José Fernando y su esposa Rubí escogieron Uruguay debido a las oportunidades educativas que ofrece el país y el idioma español común. Él es un graduado de ingeniería que había trabajado como operador de planta en una compañía petrolera venezolana. Rubí, que estudió administración de empresas, se ocupaba del hogar hasta que los pequeños pudieran arreglárselas por sí mismos. La vida era buena antes de la crisis, pero tuvieron que salir para que sus tres hijos tuvieran mejores oportunidades educacionales.

Sin embargo, esta decisión los llevaría por la ruta más larga de peregrinaje que toman los venezolanos: la Cordillera de los Andes, conocida también como la ruta de integración latinoamericana. Sus amigos consideraban que el viaje era un emprendimiento alocado, en especial al pensar que la hija menor del matrimonio solo tenía unos meses de vida.

Fue también importante considerer el hecho de que estaban saliendo juntos, esperando llegar juntos a destino, cuando la mayoría de las familias tienen que dejar que el jefe de familia viaje primero.

“No podía pensar en dejar a mi esposa y mis hijos en Venezuela. Esa no era una opción para mí. El temor de no saber si estarían bien, con comida y sanos o siquiera vivos habría sido terrible. No iba a poder trabajar. Siempre enfrentamos todo juntos, y esta vez no sería diferente”, dijo José.

La ruta que escogió la familia incluyó Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, y finalmente Uruguay. Con un plan trazado y una mochila en la espalda, enfrentaron el desafío más grande de sus vidas como una unidad.

Los niños refugiados

La preocupación más grande de la familia Molina era por su hijita bebé, que aún era amamantada. Esa niña tan frágil podría no sobrevivir un viaje tan arduo que, en el mejor de los casos, les llevaría cinco meses, y acaso más tiempo. La familia atravesaría climas variados sin la garantía de un plato de comida o un techo para dormir por las noches. No estaban seguros de qué medios de transporte usarían. Quizá tendrían que caminar largas distancias. Rubí comenzó a considerar la posibilidad de llegar a destino final sin la niñita y preparó su corazón en caso de que llegara ese momento trágico.

Los menores de 18 años representan el 52 por ciento de la población de refugiados del mundo. Estudios llevados a cabo por el UNHCR muestran que a lo largo de sus viajes y aun en su destino final, la mayoría corre riesgo de abuso, violencia, abandono, explotación, tráfico, o en ser obligados a prestar servicio militar.

Muchos de estos niños solo conocen la vida de refugiados: pasan toda su niñez lejos de su hogar, lejos de la escuela y, en más de una ocasión, están solos debido a la muerte de los responsables de haberlos abandonado.

La respuesta de ADRA

El viaje fue largo y difícil. En muchas ocasiones, la familia tuvo que vivir en la calle y pasó frío, pero nunca hambre. Como lo recuerda Fernando: “La peor parte es no saber qué es lo que va a suceder al día siguiente. La ansiedad por el mañana pesa mucho. ¿Será que lo lograremos? ¿Será que vamos a perder a alguno en el camino? ¿Será que tendremos para comer?”

Enfrentaron momentos desesperantes, como cuando llegaron a Perú y el dinero había desaparecido. Se llenaron de temor: Casi perdieron la esperanza, pero en ese momento crucial la familia Molina se contactó con la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) . Con su ayuda lograron ganarse la subsistencia, un techo donde dormir y hasta los billetes para continuar el viaje a Ecuador.

Allí, lo primero que hicieron fue buscar a ADRA, como también lo hicieron en Argentina. Finalmente, en octubre de 2019, José Fernando, Rubí y sus tres hijos llegaron a Montevideo, la capital de Uruguay, juntos, de la mano y con lágrimas en los ojos.

“Cada refugiado representa una historia fundamental de personas que buscan condiciones decentes de vida. La crisis de movilidad humana pone la solidaridad regional a prueba. Por lo tanto, trabajamos para responder al desafío con justicia, compasión y amor”, dijo Paulo Lopes, director de ADRA para ocho países sudamericanos.

ADRA ofrece ayuda a los refugiados y a personas en situaciones de movilidad humana de diversas maneras. El más completo de ellos es llevado a cabo en sociedad con otras instituciones del tercer sector con el objetivo de internalizar al venezolano en su nuevo país de residencia. Mediante esta iniciativa, ofrece recursos, alojamiento, educación, orientación con la documentación y aún ayuda a la hora de buscar trabajo.

Otra iniciativa está relacionada con las personas en tránsito, que pasan por los países donde ADRA está presente, pero no tienen la intención de quedarse allí. En este caso, ofrecen lugares de descanso para recuperar las fuerzas, llamados refugios, además de alimentos, programas de salud, servicios básicos de higiene, evaluaciones nutricionales, asesoramiento legal y subvenciones de dinero en efectivo. La idea es ayudar al refugiado que está en tránsito de un país a otro, por lo que estos lugares por lo general están ubicado en la frontera.

Para estos proyectos, los beneficiarios pasan por un proceso de selección, en el que se le da prioridad a ayudar a las poblaciones vulnerables.

El tercer proyecto involucra directamente a los voluntarios de ADRA. El objetivo es distribuir alimentos y juegos de higiene a las familias de los refugiados mediante canastas básicas o cajas con almuerzos calientes que ofrecen cada día. Todo esto es posible gracias a las donaciones recibidas.

Desde que comenzó la crisis por los refugiados en Venezuela, ADRA ha ayudado a más de 840 mil personas mediante 51 proyectos en Sudamérica.

Día Mundial del Refugiado

Una de las poblaciones más afectadas por la nueva pandemia del coronavirus fue la de los refugiados. Por esta razón, y siguiendo todas las recomendaciones de salud, ADRA continuó trabajando con todas las iniciativas que apuntan a ese grupo. Las donaciones de los socios y voluntarios impidieron que los refugiados quedaran varados.

Y, ¿qué es exactamente lo que se destacó el 20 de junio, el Día Mundial del Refugiado? Las historias como la de José Molina y su familia, que representan los casi ochenta millones de personas que han tenido que dejar sus hogares y enfrentar lo desconocido. También se recuerda a muchos otros que no lo lograron. Es un día en el que soñamos con un mundo en el que ya no existan los conflictos, las guerras, el sufrimiento y el dolor.

“Las pequeñas contribuciones que nosotros, como individuos y organizaciones, podemos hacer, alivian la carga de nuestros hermanos refugiados. A todos nuestros socios y a los que, de alguna manera, nos ayudan en esta ardua tarea: ¡Muchísimas gracias!”, expresó Eric Leichner, gerente de emergencias de ADRA Sudamérica.

Este artículo fue publicado originalmente en elsitio en español de la División Sudamericana

Traducción de Marcos Paseggi

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