11 de noviembre 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Hola amigos. Imagina que estás sentado en una ladera cubierta de hierba junto al Mar de Galilea, escuchando a Jesús mientras pronuncia hermosas palabras de bendición. De repente, lo escuchas decir:
«Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.» (Mateo 5:10-12).
Qué extrañas «bendiciones», te preguntarás. ¡Después de todo, nadie quiere ser perseguido! A nadie le gusta que lo insulten. ¿Cómo puede entonces ser una bendición?
Lamentablemente, la persecución del pueblo de Dios entró en este mundo poco después de la Caída cuando Caín mató a su hermano Abel. A lo largo de los siglos, muchos de los que han seguido el camino de Dios han sufrido y muerto a manos de aquellos que han optado por rebelarse contra su Hacedor. En Hebreos, capítulo 11, leemos un pequeño resumen de algunos que han sufrido: Ellos «Experimentaron vituperios y azotes… prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba… anduvieron cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno.» (versículos 36-38).
Millones de fieles de Dios han sufrido a manos de aquellos que los odian y, sin embargo, han encontrado que las promesas de Dios son verdaderas, porque Él ha dicho, «Como tus días serán tus fuerzas. » (Deut. 33:25), y «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» (2 Cor. 12:9).
En el libro, El Discurso Maestro de Jesucristo¡, leemos esta maravillosa acertación: «Si somos llamados a entrar en el horno de fuego por amor de Jesús, él estará a nuestro lado, así como estuvo con los tres fieles en Babilonia.» refiriéndose a los fieles jóvenes hebreos que no se inclinarían ante el ídolo de oro de Nabucodonosor. Ella continúa, «Los que aman a su Redentor se regocijarán por toda oportunidad de compartir con Él la humillación y el oprobio. El amor que sienten hacia su Señor dulcifica el sufrimiento por su causa. » (p. 29.2).
Pueden ver amigos, cuando sufrimos por el Señor, ya sea a través del reproche, la tergiversación, la calumnia, la persecución física o incluso la muerte, se nos promete Su presencia y podemos decir con el Apóstol Pablo, «Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo… a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos…» (Fil. 3:8, 10).
En el primer volumen de Testimonios para la Iglesia, hay una poderosa historia que ilustra este mismo punto. Es la de un cristiano fiel a punto de sufrir el martirio por su fe. Dice lo siguiente:
“El Hno. Andrews relató el caso de un fiel cristiano que estaba por sufrir el martirio a causa de su fe. Otro cristiano había estado conversando con él con respecto al poder de la esperanza cristiana, deseando saber si ésta sería lo suficientemente fuerte como para sostenerlo mientras su carne se consumía en el fuego. Le pidió a su hermano, que estaba por sufrir el martirio, que le diera una señal si la fe y la esperanza cristianas eran más fuertes que el fuego devorador. Esperaba que el turno próximo le tocaría a él, y dicha señal lo fortalecería para afrontar las llamas. El mártir le prometió que le daría la señal. Fue llevado a la estaca entre las burlas y provocaciones de la multitud de ociosos que se habían congregado para ver cómo el cristiano se consumía en la hoguera. Se trajo la leña y se encendió el fuego, y el compañero cristiano fijó sus ojos en el mártir moribundo, sintiendo que mucho dependía de la señal. El fuego ardió y ardió, la carne se ennegreció, pero la señal no venía. El cristiano no apartó un momento sus ojos de la terrible escena. Los brazos ya se habían tostado, y no había señales de vida. Todos pensaban que el fuego había hecho su obra y que no quedaba ya rastro de vida. Mas ¡oh maravilla! ¡De entre las llamas los dos brazos se alzaron de pronto hacia el cielo! El cristiano, cuyo corazón comenzaba a desfallecer, contempló la gozosa señal; todo su ser se estremeció, y renovó su fe, su esperanza y su valor. De sus ojos brotaron lágrimas de gozo. » (p. 568.3).
Amigos, nuestro Dios es poderoso. Él ha prometido no solo estar con nosotros, sino traer una bendición del sufrimiento por Su causa. Él nos asegura, «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. » (Mateo 5:10).
Les invito a orar conmigo ahora mismo. Padre, gracias por la promesa de que cuando seamos perseguidos, injuriados o insultados, tú estarás con nosotros y realmente podremos regocijarnos porque estamos participando en tu sufrimiento. Señor, te pedimos que nos guíes de una manera especial al enfrentar el futuro y lo que sea que enfrentemos. Que nunca seamos tentados de alguna manera a desconectarnos o repudiarte, sino que podamos ponernos firmemente de tu lado y darnos cuenta de que estarás con nosotros hasta el final, y que un día cercano nos darás nuevos cuerpos, nuevas vidas, y que seremos eternamente jóvenes porque te somos fieles. Gracias por escucharnos y gracias por el poder que solo viene del cielo para sostenernos a través de estas dificultades. Te damos las gracias en el nombre de Jesús. Amén.
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