27 de noviembre 2020 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos |

Hola amigos. Durante esta época del año, especialmente aquí en los Estados Unidos, nuestros pensamientos a menudo se vuelven hacia casa cuando las familias esperan ansiosamente reunirse para celebrar la festividad de Acción de Gracias, un momento especial para agradecer a Dios por las bendiciones del año, pasar tiempo con seres queridos y ayudar a los menos afortunados.

Sin embargo, como todos sabemos, este año es muy diferente. Debido al coronavirus, la vida se ha visto interrumpida de muchas maneras. Se desalienta a familias y amigos a reunirse, muchas congregaciones de iglesias ya no se reúnen en persona, los desafíos económicos están afectando a personas en todas partes y, trágicamente, más de 1 millón de vidas en todo el mundo se han perdido a causa de esta enfermedad mortal.

Cuando miramos hacia atrás en el año 2020, ¡no parece que haya mucho por lo que estar agradecido! Sin embargo, se nos insta en 1 Tesalonicenses. 5:16-18,

Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 

¡Maravilloso! Aquí mismo, en este breve pasaje de las Escrituras, se nos da una descripción clara de cuál es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Esto es:

  1. Regocíjate siempre.
  2. Ora sin cesar.
  3. Da gracias en todo.

¿Por qué Dios nos pedirá que nos regocijemos, oremos y demos gracias, incluso en circunstancias difíciles?

En la Biblia, se nos dan varios ejemplos de personas que hicieron precisamente eso. Quizás uno de los más poderosos se encuentra en el libro de los Hechos.

Pablo y Silas estaban en la ciudad de Filipos, predicando el evangelio, cuando una niña endemoniada comenzó a seguirlos, gritando y causando disturbios por todos lados. Leemos en Hechos 16, comenzando con los versículos 18 y 19:

Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.  Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades.

Trajeron a falsos testigos para que declararan contra los dos misioneros, quienes luego fueron golpeados sin piedad y arrojados a la parte más profunda y oscura de la prisión, con los pies descalzos encerrados fuertemente en la celda cruel. 

Mientras yacían en el frío suelo de piedra, magullados y sangrando, ¿Estaban Pablo y Silas quejándose de sus terribles circunstancias y del trato completamente injusto que los puso allí? ¡No!

En el versículo 25 leemos:

“Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.”

¡Asombroso! ¡Estaban orando y cantando himnos a Dios! Y observen la última parte muy importante de este versículo: los prisioneros los oían.

Quizás esto nos dé una pista de por lo menos una razón por la que Dios nos invita a regocijarnos, orar y dar gracias en todas las circunstancias, porque otros están escuchando y viendo cómo manejamos las situaciones, y esto brinda una maravillosa oportunidad para que el Señor trabaje a través de nosotros como sus testigos.

En el caso de Pablo y Silas, Dios actuó de manera notable. En el versículo 26 leemos, 

“Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.”

Aún cuando ninguno de los prisioneros escapó, gracias a los testimonios de Pablo y Silas, muchas personas se salvaron.

Al comentar sobre este relato bíblico, Elena de White escribió:

Los apóstoles sufrieron extrema tortura por causa de la penosa posición en que fueron dejados, pero no murmuraron. En vez de eso, en la completa obscuridad y desolación de la mazmorra, se animaron el uno al otro con palabras de oración, y cantaban alabanzas a Dios por haber sido hallados dignos de sufrir oprobio por su causa. Sus corazones estaban alentados por un profundo y ferviente amor hacia la causa de su Redentor…

Con asombro, los otros presos oyeron las oraciones y los cantos que salían de la cárcel interior. Habían estado acostumbrados a oír gritos y gemidos, maldiciones y juramentos… pero nunca antes habían oído palabras de oración y alabanza subir de aquella lóbrega celda. Los guardianes y los presos se maravillaban, y se preguntaban quiénes podían ser estos hombres que, sufriendo frío, hambre y tortura, podían, sin embargo, regocijarse. {HAp 174.2}

Amigos, qué ejemplo tan increíble y hermoso es este. No importa las dificultades que enfrentemos, con Dios como nuestro Salvador, tenemos toda la razón para “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.”

Oremos juntos

Padre celestial, te agradecemos que nos hayas traído hasta aquí. Sabemos que muchas personas en todo el mundo se enfrentan a situaciones inusuales, enfermedades, deterioro económico y desafíos en la familia. Señor, por favor acércate a cada uno, ayúdalos a recordar, eso incluso en algunas de las situaciones más serias, incluso en la persecución religiosa y todo tipo de dificultades que enfrenta tu iglesia. Nosotros, como creyentes, tus seguidores, tus hijos, podemos orar y regocijarnos, porque estamos conectados contigo. Gracias por escucharnos y bendecir a las personas.

En las circunstancias más extremas, ayúdanos a mantener la vista fija en ti. Y al mirar hacia el futuro sabemos que nos enfrentaremos a desafíos, porque se acerca el fin del mundo. Pero te damos gracias por la esperanza que tenemos en que Jesús pronto regresará, y por el hecho de que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.

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