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18 de enero de 2021 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Por Bettina Krause, Departamento de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Asociación General

El mundo ha podido observar gran número de impactantes imágenes mientras violentos disidentes forzaban su entrada en el Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021; pero, para mí, una de las más perturbadoras fue el despliegue de una enorme bandera en las afueras del Capitolio. Diseñada para parecer como una insignia de campaña, dicha bandera sugería que el desencadenado caos tenía el respaldo de una fuente inverosímil. Decía: “Jesús 2020”.

Dirigentes cristianos procedentes de varias denominaciones religiosas se apresuraron a condenar la violencia manifestada en Washington, D.C. Sin embargo, en días recientes, algunos observadores han sugerido que una particular cosmovisión, conocida ampliamente como nacionalismo cristiano, puede haber de hecho jugado un papel importante en motivar a por lo menos algunos de aquellos que violentaron su presencia destructiva a través de las salas del Congreso.

Tales comentadores llaman la atención hacia los coreados cantos de protesta de “¡Jesús es mi Salvador! ¡Trump es mi presidente!”, o “¡Ríndete si crees en Jesús! ¡Ríndete si crees en Donald Trump!” Señalan también la presencia de disidentes que llevaban consigo Biblias y cruces juntamente con carteles que declaraban: “¡Jesús Salva!” y “¡No cedan, patriotas. Dios es vencedor!”

Otros, sin embargo, insisten en que aun cuando algunos de esos amotinados invocaran los símbolos o sentimientos cristianos, sus acciones no ofrecen ninguna semejanza a lo que significa el verdadero cristianismo. Por esta razón, dicen ellos, cualquier intento de pintar el cristianismo como una fuerza motivadora en tal evento, está o mal informado o es malicioso.

Así que, ¿cómo puede una persona religiosa, cómo puede un adventista del séptimo día comenzar a desenredar estas afirmaciones contrapuestas? ¿Podría haberse originado la violencia presenciada el 6 de enero, por lo menos en parte, por una cierta percepción o punto de vista de lo que es el cristianismo y su percibido papel a desempeñar en los asuntos civiles de los Estados Unidos?

¿Qué es el nacionalismo cristiano?

El nacionalismo cristiano, como ideología, no es ni algo nuevo, ni exclusivamente estadounidense. Su influencia ha sido estudiada y documentada en la vida política de muchos países a través de la historia; desde el Reino Unido, hasta Alemania y Rusia. Su impacto ha aumentado o decrecido a través de los años, pero es claro que algunas formas de esta ideología han dado forma, en parte, al discurso político de este país y muchos otros.1

Una de las marcas distintivas de nacionalismo es el intento de enlazar muy de cerca al cristianismo con la identidad nacional; la idea de que a fin de ser un verdadero patriota, uno debe ser también un cristiano. Otro punto de vista común es el así llamado “amenaza y lucha”. En otras palabras, algunas personas creen que hay fuerzas hostiles que están atacando una nación en otros tiempos cristiana y, por lo tanto, los cristianos son llamados a luchar contra esas fuerzas para recuperar el territorio perdido en favor de su fe. Dentro de esta narrativa, otros grupos religiosos y minorías son etiquetados algunas veces como amenazas contra el cristianismo.

No es ninguna sorpresa, entonces, que la ideología del nacionalismo cristiano esté impregnada de horribles toques de odio, antisemitismo, racismo y algunas veces de una violenta hostilidad hacia cualquier minoría étnica o religiosa que se percibe como no estando en sintonía con la forma dominante de cristianismo.

¿Cuál es la posición de los adventistas del séptimo día?

La  Iglesia Adventista del Séptimo Día es absolutamente clara en cuanto a la forma en que percibe el nacionalismo cristiano. Esta ideología es contraria a nuestra teología y creencias y totalmente ajena a nuestros valores más profundamente sostenidos.

Una muy útil vista general de la singular comprensión de nuestra iglesia en cuanto a las relaciones de iglesia-estado, puede encontrarse en a document  (un documento) adoptado por el Concilio de Relaciones entre Iglesias y Religiones, de la Asociación General, en marzo de 2002, al que puede accederse en el sitio web de la Iglesia Adventista. Nos recuerda a cada uno el claro marco bíblico y consejo profético que forma la base de cómo la Iglesia Adventista y sus miembros deben interactuar en el ámbito civil.

Una idea clave encontrada aquí es la advertencia en contra del partidarismo. El principio es tanto claro como simple: La iglesia, sus diversas instituciones y sus representantes, no deben nunca afiliarse con ningún partido político o ideología política.

Otro principio es que, como denominación religiosa, no vamos a procurar preferencia política y no vamos a “usar nuestra influencia con líderes políticos y civiles ya sea para promover nuestra fe, o para reprimir la fe de otros”.2 De hecho, en todo el mundo y dentro de muchos diferentes contextos políticos, abogamos enérgicamente en contra de la alineación de cualquier grupo religioso, cristiano o no cristiano, con la autoridad política.

Esta idea queda bien resumida en la Declaración de Principios de la revista adventista Liberty, (Libertad), publicada al principio como The American Sentinel ( El Centinela Americano) en 1886: “Los intentos de unir la iglesia y el estado se oponen a los intereses de cada uno, trastornan los derechos humanos y son potencialmente persecutores en carácter; el oponerse a dicha unión, en forma legal y honorables, es no solo el deber del ciudadano, sino la esencia misma de la Regla de Oro: Tratar a los demás como uno desea ser tratado”. (Ver About Us & Contact) (Acerca de nosotros y Contáctanos).

Sí, se anima individualmente a los miembros de iglesia, siempre que sea posible, a tomar parte en forma cuidadosa y en oración, en la vida civil, a través de la acción de votar o de tomar parte en el diálogo público, e incluso a desempeñar cargos públicos.3 Sin embargo, en todas esas cosas, el miembro de iglesia actúa y habla individualmente por sí mismo.

En algunas ocasiones la Iglesia Adventista va a tomar una posición en cuanto a un asunto específico de reglamentación pública que está alineado a nuestros valores y hablará públicamente acerca de esas ideas. La libertad religiosa es un terreno en el cual la iglesia consistentemente toma posiciones de orden público. Trabajamos ampliamente en defensa del derecho de cada persona de seguir los dictados de su conciencia, independientemente de sus creencias religiosas o de la ausencia de las mismas.

Y sin embargo, el contribuir al discurso público en asuntos específicos es diametralmente diferente a las arrasadoras ambiciones del nacionalismo cristiano.

En resumidas cuentas, los adventistas del séptimo día no procuran emplear poder político para crear un ámbito público exclusivamente cristiano. ¿Por qué? En gran parte, nuestra comprensión bíblica y el consejo de Elena G. White nos llevan a afirmar en forma inequívoca, que “los esfuerzos por legislar la fe están en oposición, por su naturaleza misma, a los principios de la verdadera religión y, por tanto, en oposición a la voluntad de Dios”.

En cualesquiera de sus formas y variantes, el nacionalismo cristiano va a perjudicar siempre nuestra testificación del evangelio. La advertencia de Elena G. White dada casi 140 años atrás, permanece en forma tan relevante hoy día como lo fue entonces: “El consorcio de la iglesia con el estado, por muy poco estrecho que sea, puede en apariencia acercar el mundo a la iglesia, mientras que en realidad es la iglesia la que se acerca al mundo”.

Un llamado

Sin embargo, el contar con claras pautas teológicas e institucionales no necesariamente es el fin de la historia. Estas orientaciones no nos inmunizan automáticamente, como miembros de iglesia individuales, en contra de las ponderosas y frecuentemente insidiosas fuerzas sociales que pueden distorsionar nuestro pensamiento acerca de lo que realmente significa ser representantes del reino de Dios. Pienso que es bueno que tomemos tiempo para recordarnos a nosotros mismos cuál es nuestra posición y la razón de ello.

Como una persona que trabaja dentro del ámbito del espacio público, estoy inmensamente agradecida por la herencia de la Iglesia Adventista en cuanto a las relaciones iglesia-estado y su defensa de la libertad religiosa. Desde los primeros comienzos de nuestra iglesia hemos tratado de reflejar una de nuestras creencias medulares: Que cada persona, independientemente de quién sea, es un individuo que lleva el sello del Dios Creador, alguien que ha sido dotado tanto de libertad como de valor infinito.

Sin embargo, nos volvemos autocomplacientes. Me gustaría sugerir que tenemos la responsabilidad de hacer más que simplemente mantenernos alejados y afirmar nuestra comprensión de la relación iglesia-estado. En cualquier país que vivamos, en cualquier contexto político en el que nos encontremos, podemos hablar clara y convincentemente en contra de la alineación de la fe religiosa con el poder político. Podemos contribuir en nuestra comunidad en formas que manifiesten que toda persona tiene valor. Y sobre todo, podemos activamente dar testimonio acerca de un Dios cuyo reino no es de este mundo; un Dios de amor que anhela declarar a cada persona como propia.

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  1. Muchos tratados eruditos exploran la raíz del nacionalismo cristiano dentro de un contexto histórico e internacional. Ver, por ejemplo, el libro de Stephen Backhouse, Kierkegaard’s Critique of Christian Nationalism(Crítica de Kierkegaard sobre el nacionalismo cristiano) (Oxford: Oxford University Press, 2011).
  2. “Relaciones entre la Iglesia y el Estado” official statement(declaración oficial) adoptada por el Concilio de Relaciones entre Iglesias y Religiones, de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
  3. “Relaciones entre la Iglesia y el Estado”.
  4. “Relaciones entre la Iglesia y el Estado”.
  5. Elena G. White, El conflicto de los siglos (Mountain View, CA: Pacific Press, 1911), p. 342.

Traducción – Gloria A. Castrejón

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