10 de junio de 2022 | San Luis, Missouri, Estados Unidos | Libna Stevens, Noticias de la División Interamericana
Un expresidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en la División Interamericana reflexiona sobre pasados Congresos de la Asociación General, los desafíos que enfrenta la iglesia en la división, su destacado crecimiento y lo que marcó una diferencia entre ese territorio multicultural.
Considerado como un gigante de Interamérica en el último medio siglo, el pastor George W. Brown es conocido por ser uno de un puñado de líderes que modeló el curo del territorio de la iglesia a lo que es hoy.
Era 1966 cuando el pastor Brown llegó a un Congreso de la Asociación General en Detroit, Míchigan, Estados Unidos. Era cuando los congresos de la Asociación General se llevaban a cabo cada cuatro años, dice. A los 42 años, acababa de ser designado como president del Colegio Terciario Unión del Caribe en Trinidad, ahora la Universidad Sureña del Caribe. Antes de eso, había prestado servicios como pastor de iglesia, encargado de la residencia de varones, líder de ministerios jóvenes y director de educación de la Unión del Caribe.
“Había una gran multitud, y quedé profundamente impresionado por ver cuán bien se había organizado la Iglesia Adventista, sus progresos y logros en todo el mundo”, dijo Brown. “Quedé muy impresionado con lo que pude presenciar allí”. En ese entonces, Robert H. Pierson era el presidente de la Asociación General. Lo que más recuerda Brown fue su completa sorpresa cuando alguien de la Comisión de Nombramientos se le acercó para una entrevista, para que fuera director de jóvenes de la División Interamericana.Habían pasado 44 años desde que se había organizado oficialmente la División Interamericana en mayo de 1922, en el Congreso de la Asociación General en San Francisco, California, Estados Unidos, y el territorio había tenido un gran crecimiento en sus territorios regionales de México, América Central, el Caribe, los territorios francoparlantes y los países en el extremo norte de Sudamérica.
Desafíos de esa época
“Hubo un movimiento en alguna de las áreas de nuestra división, que querían fragmentarse un poco desde un punto de vista de idiomas, y eso me preocupó”, dijo, “porque Interamérica llegó a ser lo que era entonces debido a la unidad que había existido antes”. Una vez que Brown se mudó para trabajar en la sede del territorio en Coral Gables, Florida, dijo: “Esperaba que pudiéramos ingresar a una nueva era cuando habría un mayor entusiasmo por permanecer unidos como parte de la iglesia mundial”.
En 1975, Brown fue designado para ser secretario de campo de la División Interamericana bajo el liderazgo del pastor Bender L. Archbold, el primer nativo de Interamérica que llegó a ser presidente y que guio a la iglesia para que llegar a ser la de más rápido crecimiento y la más grande de las divisiones mundiales.En esta nueva posición, Brown tuvo más contacto con la administración y comenzó a entender la importancia de hacer todos los esfuerzos posibles para mantener a la División Interamericana unida tanto étnica, como lingüística y espiritualmente.
Los tres principales idiomas de Interamérica son el inglés, el español y el francés.
“Pensar en los diversos idiomas y culturas de nuestra división y aun así, seguir siendo un sólido ejemplo de evangelismo y crecimiento de iglesia significó mucho para mí, y quise mantener eso en el futuro”, explicó. Los líderes comenzaron a crear una atmósfera de unidad durante las sesiones de la junta, que se llevaron a cabo en diversas partes del territorio de la División Interamericana para cultivar el respeto mutuo, dijo. “El mensaje estaba claro: ‘Todos son bienvenidos; nadie es más importante que otro’”, expresó.
Cambios en la dirección correcta
“Podía sentir que eran cambios en la dirección correcta, pero, del área particular en que se estaba cultivando, había todavía algunos intentos de producir algún tipo de separación”, explicó Brown. Fue algo a lo que el pastor Brown tuvo que hacer frente con mayor decisión una vez que fue elegido presidente de la División Interamericana en el Congreso de la Asociación General en Dallas, Texas, en 1980.
“En nuestras sesiones de junta, en cualquier forma de comunicación, durante nuestras visitas al campo, además de en los mensajes y devocionales dados y en todas las actividades, teníamos que transmitir ese mensaje de unidad”, dijo.
En esa época, el Departamento de Actividades Laicas lanzó el Festival de los Laicos, que fue un gran programa que ayudó a unir a las personas más allá de su nacionalidad o lenguaje, dijo. Fue el primer Festival de los Laicos que se haya realizado en el mundo, y uno que produjo un impulso maravilloso entre los laicos para esparcir aún más el evangelio, gracias al liderazgo visionario del pastor Sergio Moctezuma, dijo Brown.
Eventos que abarcaron todo el territorio, como la celebración de los evangelistas que habían llevado a cien o más nuevos creyentes al bautismo durante el año y actividades para jóvenes, entre muchas otras actividades. El objetivo fue enfatizar la unidad de la división. Cuando eso se lleva a cabo, dijo, “se desarrolla gradualmente una cultura de unidad”.
Producir la unidad
“Todo lo que hicimos fue producir la cohesión necesaria para mantener unida a la división. Se hizo de manera intencional”, expresó. Aun así, se puede hacer algo intencionalmente, pero al mismo tiempo, se puede crear un problema, dijo Brown. “Teníamos que ser muy sabios, tener mucho tacto en todos nuestros enfoques, para que gente, nuestros líderes aprendieran del valor de permanecer unidos”. Se requirió de mucha creatividad, oración y diálogo, añadió.
Bajo el liderazgo del pastor Brown entre 1980-1993, la División Interamericana fue la primera en alcanzar los cien mil bautismos por año, y lo continuó haciendo año tras año. Cuando Brown se jubiló en 1993, la División Interamericana contaba con más de 1,5 millones de miembros.
“Quedé muy complacido, porque cuando llegó la hora de jubilarme en 1993, fui muy bendecido al ver la fuerza unida de obreros que teníamos en nuestra división”, dijo.
Un pueblo, un mensaje, una esperanza
En el presente, el nombre mismo Interamérica está cargo de significado, dijo. “Tuvo tanto que ver con una fuerza unida y el evangelismo, en educación y en cada aspecto de la iglesia: una división, un pueblo, un mensaje, una esperanza, unidos en esa gran división mundial para compartir el evangelio.
En cada uno de los congresos a los que ha asistido (el Congreso de la Asociación General de este año es su duodécimo), ha quedado impresionado por la grandeza y las bendiciones de Dios, y por muchos cambios a la constitución y los estatutos que han favorecido el crecimiento de la iglesia en el mundo.
Este año, el pastor Brown, como delegado de la División Interamericana, ha estado siguiendo el congreso con su esposa Carla, y ha estado votando desde su hogar en Florida. “Hemos sido ricamente bendecidos con la tecnología, que nos ha permitido lograr muchas cosas aun en este terrible período de pandemia”, dijo. Aun así, como adventistas del séptimo día, los beneficios de la tecnología han sido una gran bendición, pero, al mismo tiempo, “tenemos que recordar que no es la tecnología lo que terminará la misión, sino las personas que estén plenamente comprometidas y empoderadas por el Espíritu Santo, unidas para terminar la obra”.
A los 98 años, el pastor Brown dijo que no tiene ilusiones de que va a estar vivo para el próximo Congreso de la Asociación General, pero sigue orando para que la iglesia continúe con un sólido énfasis bíblico, unidos y listos para el pronto regreso de Cristo.
Traducción de Marcos Paseggi