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15 de septiembre de 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Sin duda, una de las pérdidas más dolorosas y devastadoras que podemos experimentar en esta tierra es la pérdida de un ser querido. La dolorosa e irremplazable pérdida de esa persona especial es algo que golpea profundamente en el corazón, y aunque el dolor puede disminuir con el tiempo, el recuerdo de ese ser querido permanece con nosotros por el resto de nuestras vidas.

Sin embargo, como creyentes en Cristo, tenemos la asombrosa esperanza de volver a ver a nuestros seres queridos. Jesús dice en Juan 11:25: » Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.» Esta preciosa promesa nos asegura que la muerte no tiene que ser el final. Para los que aman a Jesús, hay esperanza de vida eterna. 

Pero ¿cuándo comienza la eternidad? Algunos piensan que cuando una persona muere, tiene un «alma» eterna que sube al cielo si fue buena, o baja a otro lugar si fue mala. Pero ¿qué nos dice la Biblia? En 1 Timoteo 6:16 se nos dice claramente que Dios es «el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible…” Él no fue creado, existe por sí mismo y no tiene principio ni fin.

A diferencia de Dios, los humanos son seres mortales creados. En ninguna parte de las Escrituras se nos describe como inmortales, o que tenemos un «alma inmortal» o espíritu.

En la Creación, «Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.» (Gén. 2:7), o como lo expresan algunas traducciones, un «alma viviente.» Para ser un «alma viviente», uno debe tener el aliento de vida, además de un cuerpo. Sin ambos, el «alma» o el «ser» no existe.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva, les dio libre albedrío, el poder de elegir. Podían obedecer o desobedecer, y su existencia continua dependía de sus elecciones. Dios explicó cuidadosamente que si comían del «árbol de la ciencia del bien y del mal» «ciertamente morirían» (Gén. 2:17).

Pero Satanás contradijo la advertencia de Dios, afirmando a Eva, » No moriréis» (Génesis. 3:4). Pero después de haber pecado, Adán y Eva descubrieron que «la paga del pecado» es, de hecho, la muerte (Romanos 6:23). Dios les dijo que ellos volverían a la tierra, ”porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. » (Génesis 3:19).

Nuestra Creencia Fundamental de los Adventistas del Séptimo Día, #26  explica esto de la siguiente manera

 «La paga del pecado es la muerte. Pero Dios, que es el único inmortal, concederá la vida eterna a sus redimidos.

Hasta ese día la muerte es un estado inconsciente para todas las personas. Cuando Cristo, quien es nuestra vida aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y arrebatados al encuentro de su Señor.

La segunda resurrección, la resurrección de los injustos, tendrá lugar mil años después.

Si desean leer más acerca de esta creencia fundamental, los animo a visitar la URL que se muestra a continuación: [ www.adventist.org/death-and-resurrection].

La Biblia describe la muerte como un estado inconsciente, un sueño profundo del cual una persona espera la resurrección. Salomón, el hombre más sabio que jamás haya existido, escribió, «Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben. » (Eclesiastés 9:5). Y el Salmista deliberadamente afirma, «No alabarán los muertos a Jehová, ni cuantos descienden al silencio; » (Salmos 115:17).

Jesús también habló de la muerte como un sueño. Al describir la condición de la hija de Jairo, que estaba muerta, Cristo dijo que estaba durmiendo (Mateo 9:24; Marcos 5:39). Refiriéndose a su amigo Lázaro, Jesús dijo a sus discípulos, «Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.» (Juan 11:11). Aquí Cristo se refiere tanto a la muerte de Lázaro como a su futura resurrección.

El profeta Daniel también habla de la muerte como un sueño, y de la resurrección y el juicio que siguen. Refiriéndose al tiempo del fin, escribió, « Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. » (Daniel 12:2).

Cuando la Biblia habla de la muerte como un sueño, implica un despertar de ese sueño, una resurrección. Es la muerte y resurrección de Cristo lo que hace posible que resucitemos. Como señala Pablo en 1 Corintios 15:13, 14 «Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.»

Pero gloria a Dios, él continúa. «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, refiriéndose a Jesús, “también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (vss. 20-22)

Elena G. de White da una descripción increíble de la primera resurrección en la Segunda Venida. Ella escribe: «Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!” Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán” (CS 627.1).

Si amigos. Porque Él vive, nosotros también podemos vivir. Pero, como leemos en Daniel 12:2, algunos serán despertados «para vergüenza y confusión perpetua.» Esto se refiere a la «segunda resurrección», cuando aquellos que han rechazado a Cristo como su Salvador resucitarán para su

juicio final y destrucción. Exploraremos esto más a fondo en nuestro próximo video sobre el Milenio y el Fin del Pecado.

Amigos, espero estar entre los vivos para ver venir a Jesús, y estoy seguro de que ustedes también. Pero aunque muramos, podemos estar seguros de que si nos vamos a dormir en Jesús, Él nos resucitará en ese día. «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en

las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. » (1 Tesalonicenses 4:16-18).

Oremos juntos ahora mismo. Padre Celestial, gracias por la gran certeza de que Jesús viene, que Él es el poder sobre la muerte. Que resucitará a los que han muerto en él. Oh, Señor, mantennos a cada uno de nosotros en el precioso hueco de tu mano mientras caminamos cada día hacia la pronta venida de Jesús. Y Señor esperamos que a través de Tu Gracia, podamos estar vivos cuando Jesús venga. Pero si no, ayúdanos a estar seguros de que si miramos a Cristo en todas las cosas, Él nos salvará y nos resucitará en el último día para ver Su pronta venida.

Gracias por escucharnos en esta oración. En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.

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