1ro de diciembre del 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Hoy, consideremos algunos de los principios más simples pero profundos para vivir una vida feliz y exitosa. Estos principios provienen del mismo Jesús, quien los esbozó en Su Sermón del Monte, y fueron una expresión de Su propia vida.

“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.”, dijo en Mateo 6:1. Aquí, Cristo ataca al núcleo mismo de la naturaleza humana: “El deseo de gloriarse a sí mismo”. ¿Con qué frecuencia realizamos algún acto de caridad, esperando recibir alabanza y honor por nuestras buenas obras? Como seguidores de Cristo, debemos dar gloria a Dios, cuya gracia y poder nos da la capacidad de hacer el bien.

“Hemos de dar sinceramente, mas no con el fin de alardear de nuestras buenas acciones, sino por amor y simpatía hacia los que sufren,” Escribió Elena de White. “La sinceridad del propósito y la bondad genuina del corazón son los motivos apreciados por el cielo.” (DMJ 70.5)

Luego, Jesús insta a sus seguidores a ser sinceros en las actividades espirituales, en lugar de hacer un espectáculo. En contraste con los fariseos que, en voz alta, recitaban largas oraciones en lugares públicos para gloriarse a sí mismos, Jesús instruyó, “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.» (Mateo 6:6).

Jesús tenía ciertos lugares para la comunión con Dios, y nosotros también deberíamos hacerlo: Un lugar donde solo Él puede escuchar y donde podemos abrirle nuestro corazón.

La oración es una necesidad absoluta para todos los que desean seguir a Jesús. Escucha esta increíble promesa: “El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón» (DMJ 74.1). Entonces, la oración no solo nos beneficia, sino que también nos permite ayudar a otros. 

Continuando, Jesús nos exhorta a “No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo… Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mat. 6:19-21).

Aquí, Cristo nos instruye a no hacer de la búsqueda de tesoros terrenales el objetivo principal de nuestras vidas. Cuánto mejor debemos reconocer que todos los recursos provienen de Él cuando devolvemos un diezmo fiel y apoyamos generosamente Su obra con ofrendas y dones de nuestro tiempo y talentos.

Jesús alienta la devoción a Dios de todo corazón, advirtiendo que “Ninguno puede servir a dos señores” (Mat. 6:24). Note que Él no dice que “no serviremos” o “no debemos servir» a dos señores, sino que no podemos. No hay una posición neutral: o permitimos que Cristo viva en nuestros corazones, o el enemigo de la justicia morará allí.

“No os afanéis”, dice Jesús (v. 25), recordándonos que Él cuida hasta de las criaturas más pequeñas y cuánto más cuida de nosotros. En lugar de preocuparnos ansiosamente, nos invita a buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» (v. 33).

Al resumir estos principios que dan vida, Elena G. de White escribe:  “Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.» (DMJ 85.2).

Esto, amigos, es la clave para la satisfacción, la paz y la felicidad. Te invito a poner tu vida y tu voluntad, en las manos poderosas y confiables de Dios hoy.

Oremos juntos. Padre que estás en los cielos, te damos gracias por las provisiones que concedes a cada uno de nosotros. Y así, que muchas otras cosas que nos inquietan y preocupan en realidad no son cosas que son nuestra responsabilidad. Ayúdanos a depender completamente de Ti, reconociendo que si estamos en Tus manos, Tú guiarás, Tú dirigirás y Tú proveerás.

Señor, acéptanos hoy como Tus siervos, como Tus hijos e hijas, personas que están dispuestas a proclamar un mensaje directamente de Ti y a comprender verdaderamente que Tú eres el proveedor de todo lo que necesitamos. Gracias por escucharnos, en el nombre de Jesús. Amén.

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