Experto adventista explica cuáles son los riesgos de una mala calidad de aire y qué se puede hacer.

12 de abril de 2023 Marcos Paseggi, Adventist Review

Shawn Ellis, un pastor con experiencia previa como toxicólogo y presidente de una compañía consultora ambiental, dio una presentación sobre la calidad de aire interior el 3 de abril, en la Cumbre de Salud de la División Norteamericana en Lexington, Kentucky, Estados Unidos.

“¿Cuánto tiempo pasaba la persona promedio en Norteamérica adentro antes del COVID?” preguntó Ellis al comienzo de su presentación. “El 75 por ciento del tiempo”, dijo. “Pero durante el COVID, ¡esa cifra subió al ciento por ciento!”

Éranse de esperar resultados perjudiciales de semejante confinamiento. Ellis recordó a su audiencia que, hace más de un siglo, Elena G. White escribió en el libro El ministerio de curación que “vivir en aposentos cerrados y mal ventilados, donde el aire está viciado, debilita el organismo entero” (p. 207).

En los siguientes noventa minutos, Ellis se propuso explicar por qué la calidad de aire interior es un elemento clave para mantener la salud física, emocional y mental en óptimas condiciones.

Shawn Ellis analiza la importancia de la calidad del aire interior, en la Cumbre de Salud de la División Norteamericana en Lexington, Kentucky, Estados Unidos, el pasado 3 de abril. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Una tendencia preocupante

Antes de la década de 1970, no había muchos problemas de calidad del aire interior, explicó Ellis. Un edificio promedio tenía un intercambio completo de aire por hora. Pero después de esa década, las cosas cambiaron. “Pasamos de 1,00 a 0,3, lo que significa que en el presente, se necesitan casi tres horas para que el aire de afuera expulse el aire dentro de donde ustedes viven”, dijo.

¿Qué impulsó esa tendencia? En la década de 1970, la energía se tornó costosa, recordó Ellis a los asistentes, y las personas aislaron los edificios para ahorrar energía y dinero. “Nos encerramos dentro de cualquier problema ambiental que tuvieran nuestros edificios”, dijo. “El resultado fueron muchos problemas de salud que cuestan millones de dólares al año y miles de millones de horas en trabajo perdido”.

Fue un cambmio que también impactó la salud psicológica de las personas, dijo. Desde entonces, para muchos, las cosas ya nunca volvieron a ser como antes.

Agentes peligrosos

Las casas incluyen agentes químicos, físicos y biológicos que pueden ejercer un impacto sobre la salud, explicó Ellis. Un análisis químico puede determinar qué se encuentra en el aire de una determinada edificación.

Los líderes y defensores de ministerios adventistas de salud escuchan la presentación de Shawn Ellis sobre la calidad del aire interior el pasado 3 de abril. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

“Si yo revisara su casa, encontraría cientos de químicos en el aire”, dijo. La lista incluye algunos agentes difíciles de pronunciar, tales como el dicloropropano, el bromodiclorometano y el tetracloroetileno, por nombrar unos pocos. “Algunos de ellos se relacionan con productos de limpieza, como las esencias de olor a pino, por ejemplo. No son necesariamente malas, pero [sus] efectos dependen de la sensibilidad de una determinada persona”.

Es el problema que a veces tienen los carros o los sofás nuevos, dijo Ellis. “Tenemos que abrir las ventanas y ventilar bien el carro o la habitación, porque a veces estamos sentados sobre una inmensa sopa química, y no lo sabemos. Y sí, algunos químicos parecen ser carcinógenos”, dijo.

Ellis compartió un estudio de caso de un marido y su esposa de cerca de 70 años de edad, que vivían en un apartamento. No podían dormir de noche y sufrían repetidas migrañas. Los médicos, sin embargo, no podían hallar ninguna causa médica.

Con el tiempo, Ellis fue llamado a llevar a cabo una evaluación de la calidad del aire interior. Descubrió que había muy poco movimiento de aire en el apartamento, y que la temperatura ambiente alcanzaba los 25 grados centígrados. El total de compuestos orgánicos volátiles era elevado debido a la liberación de gases (de los químicos que emiten los materiales recién producidos) y la presurización (la presión causada por el sistema de ventilación de un edificio).

La solución hallada incluyó la remoción de las coberturas de plástico y el aprovechamiento del calor natural para acelerar el proceso de liberación de gases. “También añadimos un tubo de escape adicional y, muy pronto, sus problemas de salud quedaron resueltos”, dijo Ellis.

Agustin Everhardt, de Missouri, reacciona a la presentación de Shawn Ellis con una pregunta sobre la calidad del aire interior, en la Cumbre de Salud de la División Norteamericana en Lexington, Kentucky. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Agentes físicos y biológicos

Los agentes físicos y biológicos incluyen la humedad relativa (la cantidad de humedad en el aire). Eso puede tener un efecto nocivo. “A algunos solo les produce piel seca”, dijo Ellis. “Para las personas sensibles, puede ser algo peor”.

Contó el estudio de caso de una madre de poco más de 40 años con repetidos problemas respiratorios en el invierno. Era la única de la familia afectada, y un análisis del total de compuestos orgánicos volátiles reveló valores normales. En este caso, se descubrió que la calefacción y la aislación hacían que su casa fuera extremadamente seca, algo que puede resultar un irritante y aun incrementar la posibilidad de infección. En este caso, adquirir un termohigrómetro para medir la humedad relativa y un humidificador portátil ayudaron a cambiar la situación y mejorar su estado.

Otros agentes físicos que pueden afectar un edificio incluyen los niveles de radiación de radón y el asbesto, ambos conocidos por estar conectados con el cáncer.

Los agentes biológicos tales como el moho y los hongos también pueden afectar la calidad del aire interior. No son en sí malos, dado que constituyen “el sistema de reciclaje de Dios”, explicó Ellis. Dentro de una casa, sin embargo, pueden producir riesgos a la salud debido a sus esporas que se movilizan en el aire, lo que, dependiendo de la cantidad y la sensibilidad de una persona, pueden llegar a ser alergénicos y tóxicos. Hasta puede producir efectos psicológicos, expresó.

Ellis contó el caso de un padre que trabajaba en su casa. Era una casa vieja, y él sufría de síntomas no definidos. Era el único de la familia afectado. Su familia pensó que estaba simulando. “Mi papé está loco y es holgazán”, uno de sus hijos le contó a Ellis cuando él procuró entender qué estaba pasando.

Después de que Ellis y su equipo llevaron a cabo un análisis de la casa, descubrieron que detrás de la mayoría de las cerámicas y la cobertura exterior, abundaban el moho y los hongos. El equipo aplicó entonces una solución como la que Dios le ordenó a Israel que siguiera en Levítico 14:41: “Después hará raspar todo el interior de la casa, y echarán fuera de la ciudad, en lugar inmundo, el barro que raspen”. Los síntomas del hombre desaparecieron, y la armonía familiar se vio restaurada.

Cómo incrementar la calidad de aire interior

La buena noticia es que todos nosotros podemos colaborar para mejorar nuestra calidad de aire interior, dijo Ellis. En primer lugar, es recomendable conocer nuestros sistemas. Es algo que incluye llevar a cabo y pagar por el mantenimiento de la edificación, y también inspeccionarla nosotros mismos”, dijo.

“Ustedes deberían crear un plan de aire de calidad interior”, añadió Ellis, “lo que incluye remplazar los detectores de monóxido de carbono y los filtros”.

En caso de inundación, Ellis recomendó quitar el agua y secar la estructura del edificio en menos de 48 horas.

Por último, dijo, es importante planificar con cuidado las renovaciones, conociendo las sustancias y materiales que se usarán en el proyecto y evitando renovaciones opcionales durante el invierno.

“En general, acuérdense de usar los sentidos”, dijo Ellis. “Jamás olviden que la calidad del aire interior es una parte fundamental de su salud general”.

Traducción de Marcos Paseggi

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