9 de noviembre del  2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Hoy vamos a considerar una pregunta profunda: «¿Quién es Dios?»

Para aquellos que confían solo en la sabiduría humana, Dios es un misterio, simplemente una idea contra la que argumentan. Sin embargo, Dios, en su amor y compasión, se revela gentilmente a aquellos que, a través de los ojos de la fe, están dispuestos a ver.

Hay dos formas principales en que Dios se revela. El primero es a través de la creación. En el Salmo 19: 1-4, David declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.  Un día emite palabra a otro día y una noche a otra noche declara sabiduría.  No hay lenguaje, ni palabras,  ni es oída su voz.

Para aquellos que están dispuestos a ver, la mano del creador es visible en toda la naturaleza, desde las estrellas en los cielos hasta las criaturas del mar más profundo; Su increíble diseño se puede ver claramente.

La segunda forma en que se revela a sí mismo es a través de las Escrituras, y es a través de las Escrituras donde la revelación suprema de Dios se ve a través de la vida y la muerte de Jesucristo. A través de Jesús, podemos conocer al Padre. Leemos en 1 Juan 5:20, “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero”. Y Jesús mismo dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Juan 17:3).

Cuando buscamos conocer a Dios desde la Biblia, no podemos colocarnos por encima de Dios y tratarlo como un objeto para ser estudiado, analizado y cuantificado. Debemos someternos a la autoridad de su autorevelación: La Biblia. Y la Biblia es su propio intérprete, ya que comparamos las Escrituras con las Escrituras.

La Biblia revela que Dios es autoexistente, porque tiene «vida en sí mismo», como leemos en Juan 5:26. Es todopoderoso y omnisciente, conociendo el final desde el principio como el «Alfa y Omega», registrado en Apocalipsis 1:8.

Dios es omnipresente, trascendiendo el espacio y el tiempo, y sin embargo, está completamente presente en todas partes y en todo momento, como se indica en el Salmo 139: 7 y en Hebreos 4:13.

Dios es todopoderoso, y nada es imposible con él. Es inmutable y perfecto. «Porque yo Jehová no cambio», dice Él en Malaquias 3:6.

Como adventistas del séptimo día, creemos que las Escrituras enseñan que hay un Dios y que este Dios es tres personas coeternas que trabajan juntas en la unidad. Adoptamos plenamente nuestra creencia fundamental número dos, que establece:

«Hay un solo Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternales. Dios es inmortal, todopoderoso, omnisciente, sobre todo, y omnipresente. Es infinito y más allá de la comprensión humana, pero conocido a través de su auto-revelación.  Dios, que es amor, es por siempre digno de adoración y servicio por parte de toda la creación».

Veamos brevemente lo que dice la Escritura sobre la Deidad. En el Libro de Génesis, escuchamos a Dios refiriéndose a sí mismo en plural varias veces. En Génesis 1:26, Dios declara: «Hagamos al hombre a nuestra imagen» En Génesis 3:22, Él dice, « He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal» Y en Génesis 11:7, escuchamos a Dios diciendo, «Ahora, pues, descendamos».

Algunas referencias se refieren específicamente al Espíritu Santo, como en la historia de la creación donde leemos en Génesis 1:2, «El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». Y en Isaías 48:16, vemos a las tres personas de la Deidad: «Allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu».

La Encarnación de Jesucristo es un hermoso ejemplo de cómo los tres miembros de la Deidad trabajan juntos: El Padre dio a su Hijo (Juan 3:16), Cristo se dio a sí mismo (Gálatas 1:4), y el Espíritu le dio a Jesús Nacimiento (Mateo 1:18, 20).

 Cada miembro de la Deidad estuvo presente en el bautismo de Jesús, y el Padre afirma: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17); Cristo se da a sí mismo para ser bautizado como nuestro ejemplo (Mateo 3:13-15); y el Espíritu empoderando a Jesús mientras descendía sobre Él en forma de una paloma (Lucas 3:21, 22).

Poco antes de su muerte, Jesús prometió enviar al Espíritu Santo como un consolador (Juan 14:16), y él ordenó a su iglesia que bautizara «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28.19).

Hoy, el Padre y el Hijo se acercan a nosotros a través del Espíritu Santo. Jesús dijo: «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.» (Juan 15:26). Y en 2 Corintios 13:14, tenemos la hermosa bendición: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén».

¿Saben amigos? el agua es una sustancia interesante: puede caer formando cascadas, llenando lagos y ríos que fluyen hacia el poderoso mar. Se puede congelar y solidificarse en hielo que cubre los polos de la Tierra, y puede elevarse como un vapor frío o muy caliente. Tres formas: líquida, sólida y vapor, y, sin embargo, todas son una sola sustancia: Agua.

Quizás Dios es un poco así: Un sólo Dios, pero tres personas distintas con características y roles únicos, todos trabajando juntos para salvar a tantos como sea posible para la eternidad.

Elena de White nos dice: “Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes—el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo (Ev. 446).

¡Qué hermosa promesa es esta! No nos equivoquemos. La Trinidad Divina trabaja al unísono como uno dentro de la Divinidad, de la eternidad a la eternidad. Te invito a permitir que Dios te use para compartir esta maravillosa verdad de un Dios Trino que lleva a cabo su plan de salvación para cada uno de nosotros.

Oremos juntos ahora.

Padre en el cielo, gracias por el privilegio de saber que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que todas estas tres personas trabajan juntas de una manera poderosa como una que nos ayuda en todo este proceso de salvación. Te agradecemos la maravillosa forma en que nos instruyes y nos ayudas a comprender más claramente las hermosas características de Dios. Reconocemos que nunca entenderemos completamente toda la magnificencia de Dios. Pero nos has dado una indicación, y estamos muy agradecidos. Gracias por escucharnos. Te pedimos esto en el nombre de Jesús. Amén.

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